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miércoles, 13 de mayo de 2015

Política y redes

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 13 de mayo


Seduce el juego de palabras. Los políticos están enredados en las redes. Algo de eso hay. El 2015 ya está forzando definiciones. Estamos en el siglo XXI. No parece ser una novedad la afirmación. Debe insistirse. Recién aparecen los candidatos que no tuvieron Guerra de Malvinas ni procesos militares como infancia. Quien nació en el 1985 ya es candidato a lo que pueda. Los votos deciden todavía, pero a esos votos ahora se accede con otro lenguaje, con el lenguaje del siglo XXI.

Hay candidatos que tienen quien les arme la página, le escriba los tuits y contesten, políticos a quienes les suban historias a Facebook.
En ellos es, simplemente, un reconocimiento que las redes existen pero: ¿creen en ellas? Cuando se menciona el poder del Blackberry de Obama todos sonríen. El yanki entendió el uso. Timbreaban sus partidarios, organizados por calles, manzanas, jurisdicciones. El aviso llegaba: Vamos a estar cercanos a su domicilio; ¿quiere que charlemos?

Un Blacberry y un GPS incidieron en la lección que dieron las redes al sistema político: abrieron el formulario de convocatoria del siglo XXI.

Los políticos que no creen en el uso de las redes, que no resuelven o resuelven sin criterio un videito para YouTube, simplemente confiesan su ignorancia. Ignorante es el que ignora. El desconocimiento no aporta futuro. Vamos de nuevo. El futuro es del conocimiento. Quien desee gobernar debe entender y/o aprender. Caso contrario si los votamos, eso, si los votamos, seremos ignorantes gobernados por otro ignorante. No diga nada, ése es el asunto.

Cuando CFK dice, en una cadena nacional que abarca radio y televisión, que la sigan en tuit y Facebook, no hace nada más que certificar que no hay comunicación completa, completa y posible sin las redes.

Cuando un funcionario, del rango que sea, que mediante las redes dice: "Mañana estamos en Beravebú con Pirulo", no hace nada más que certificar la ineptitud de un jefe de prensa que es, sin dudas, un veterano gacetillero o un joven empleado con viejos modales de ganapán. También certifica que se rindió antes de pelear contra el futuro y alcanzarlo. Ganarle al siglo. Confiesa su vejez militante, su ignorancia del modo. Nada bueno vendrá de un gobernante que, como candidato, aceptó sistemas poco actualizados de comunicación.

Va de suyo que un gobernante alcanza el cargo por el voto popular. De nuevo: de cualquier nivel: provincial, nacional, municipal. Pero es lícito entender que son cada vez más útiles, más utilizados, sistemas multimediales y procesados de datos para entender qué se quiere y cómo obtenerlo.

Hay un círculo vicioso que asusta, el gobernante que no quiere/puede actualizarse y entrar al siglo es lógico que niegue ese acceso a quienes lo votaron, porque dejarían de quererlo. En ese encierro del porvenir se posiciona el voto cautivo.

De lo que no hay dudas es que la llegada hasta quien se precisa seducir, afectar, entusiasmar depende cada día más de técnicas de persuasión que se corresponden con su lenguaje. Nadie seduce sin comunicar. Nadie comunica sin conocer el lenguaje de quien debe recibir (procesar, aceptar) el pedido: ¡Quiéranme y vótenme! Por la inversa. Quien habla a su posible votante con un lenguaje que este no entiende no logrará convencerlo.

El idioma abre o impide, siquiera, que lo escuche. Tan simple que asombra que no se acepte por parte de jefes de campaña y candidatos.

Corrección. No hay asombro. Hay tristeza. Que se quieran atar al pasado y llevar atado a quien los eligió es criminal.

Las encuestas y análisis sobre el asunto (el asunto es el voto) se concentran cada día más en la seducción. Ya se acepta que los votos partidarios y los votos hereditarios están en retirada o desaparecieron. Buen desafío antropológico sería encontrar testimoniales: "Yo voto peronismo porque mi abuelo y mi papá los votaban". Minga.

La seducción por el voto, hoy, conlleva que no hay fidelidad del voto para mañana. Aquí aparece un duro nudo de la conveniencia personal operando sobre el total. Para retener el voto la palabra más básica es someter. El voto cautivo se confirma en la ignorancia. Un universo de redes, intercambiando información al infinito, quita esclavitud.

Todo enojo de dirigentes con las redes, sus dichos, las palabras, la información, el insulto concluye en un solo miedo: el miedo a la libertad. Toda presunción de campaña del "enemigo" para atacar la posición, toda paranoia residual sobre los dichos de los medios (todos) exhibe el miedo a la confrontación. Confrontar es uno de los verbos de la libertad.

Las redes, que no son santas, puras, ni bien intencionadas definen el misterio, el infinito, la sorpresa. Nadie entra en ellas por obligación. Corrección: los usuarios naturales entran porque quieren.

Los políticos, que entran por obligación, no las entienden porque no entienden la nueva definición de libertad.

En las redes está lo más puro y lo más inhumano y hundido del alma popular.

Nuestro perfil como sociedad. Nuestros candidatos. Nosotros.

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