Google+ Raúl Acosta: Adicción o patriotismo

miércoles, 22 de julio de 2015

Adicción o patriotismo

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 22 de julio


Conozco las adicciones. Soy un adicto. Las primeras manifestaciones fueron en el final de la década del 50. Muy joven cubrí partidos de la liga santafesina. Equipos mínimos. Por el teléfono de la cancha las novedades. Un gol. Una expulsión. Difícil salir. No lo consigo. Entiendo a las adicciones. No es fácil salir.

Creo que mientras pueda escribir y hablar, expresar mis propios pensamientos, comunicar lo que pienso, no será fácil. Me gusta lo que hago. Demasiado. Ni dinero ni fama. Básicamente hacerlo. Cuando, por suspensiones o desmadres sociales, estuve sin mi cuota diaria el síndrome de abstinencia me dejaba temblando, con "el mono" a cuestas.

Saber de abstinencias me ayuda a comprender otras adicciones y las manifestaciones laterales de las adicciones ajenas. Nadie escapa a su alimento.
El celular es una adición. Es importante. Hay otras más antiguas. Más duras. Conozco gente que hace 30 años que usa un teléfono oficial. Un sillón, viáticos. Que no ha vivido sin relación de dependencia de un sueldo del Estado. Y sus ventajas, planificar según dineros reales, fáciles, permanentes.

Hay gente que hace 25 años no viaja en un colectivo de línea. No compra diarios y/o revistas. No paga la nafta de su bolsillo, gente que por hábito pide el ticket en el local de comida chatarra cuando sale, las pocas veces que sale, con su hijo.

Hay muchísimos conocidos que no tienen amigos. Aquellos de los juegos de infancia se fueron y los nuevos son de la política y se sabe: la política no tiene amigos. Se cobra full time y la diferencia se ahorra para la derrota y/o el retiro. Nadie pierde por nocaut en la actividad político partidaria. De secretario a director, a ministro, a asesor, a concejal, a candidato nuevamente, a otra asesoría. Así hasta el infinito.

He sido productor, redactor, cronista, re escribidor, relator, director, cronista de calle, nuevamente re escribidor, corresponsal, "piecita de atrás" (consultor escondido) y periodista invitado. No sabría qué hacer si perdiese la palabra y los dedos. Si perdiese el cerebro (sin bromas, che) todo sería fácil. No me daría cuenta. Como los verdaderos locos, felices en su desenchufe. Distinto de los angustiados, que saben que les pasa lo que les pasa y se angustian más y más. La angustia es la cocaína de la introspección y siempre te pega un mal viaje. El ataque de pánico, visto desde este retorcido lugar, es un síndrome de abstinencia de seguridad o pérdida de la inconciencia. Elija. El pánico y la abstinencia duelen sin consuelo, hasta que llega el consuelo. Se puede comprender a los que no viven si se pierde la línea del o los celulares, ya que la mayoría de los actores políticos tienen dos. Y un asistente que los atiende. Actores sociales que desesperan por el escritorio y la firma. Por la chequera. Después viene el "no estoy para nadie".

Son muchas las madrugadas en las que pienso, como un ejercicio dramático, que bueno, que ya basta, que debería dedicarme a los nietos y chau. Y minga de escribir "mis memorias"; una doble mentira, porque sería un trabajo y además se sabe: la memoria es selectiva y mentirosa. Quien pretenda cotejar el relato con los hechos lo sabe. Selectiva y mentirosa. Humana. Me convenzo que abandonar es una pesadilla y me fajo el alma de proyectos. Este semestre otro libro, recitales con canciones y poemas, otro programa de tele, más columnas.

Trabajo. Adicción. Forma de vida, al cabo.

Resultó fácil entender a quienes en abril, junio, julio, agosto y octubre viven sus pesadillas y se prometen más trabajo, alianzas, favores. Todo para no perder su forma de vida.

No sé qué haría si me quedase sin trabajo. Qué cosas prometería.

Dorian Grey, Piel de Zapa, Fausto. El síndrome de abstinencia no conoce fronteras ni familiares. Nada. Solo necesidad.

La frase, de mi abuela "pepa", la Josefa Tuells, sigue bailando. "Si te acostumbras, hijo, debe ser bueno, pero debe ser pecado". Entre vasca y cuáquera, esa condición de extranjera societaria (fumaba, votaba, hablaba de política) en un mundo decimonónico, la llevaba a las consignas. Cuidar el pellejo la primera."Si no encuentras el motivo, el dinero es el motivo".

¿Las adicciones son pecados? ¿El dinero es el motivo? El siglo XXI despegó y está lejos de la abuela y sus dichos. También de los vicios novelescos, muy siglo IXX: opio y rapé. Láudano. TBC. Hansen. Koch.Cirrosis con pernod. Duelos. Cartas de ultramar.

"La psicopolítica neoliberal se apodera de la emoción", dice Byung Chul Han (Psicopolítica, Herder editorial). Demasiado racional para explicar la dominación. Las adicciones, sencillamente, no participan del raciocinio. Es más, podría decirse que desvían y/o anulan sus fases. Círculo límbico, patrones pre concientes de respuesta. La química exige. El vicio infinito. Circular. Esclavo. Adictivo.

Entiendo completamente a cada actor político dispuesto a todo para seguir actuando. Sé de qué se trata.

La sociedad, como convención del relato, pide argumentos racionales pero lo sabemos, son excusas.

Confesemos. En mi caso no es patriotismo ni vocación de servicio. Es adicción. Muchos deberían examinarse. Confesar libera cargazones innecesarias. El que pueda… Créanme. Fue abolida la culpa. No se van a defraudar.

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