Mirada desde el sur por Raúl Bigote Acosta
(Publicado en diario El Litoral, 03 de agosto de 2015)
Mirtha Legrand les da motivos para los enojos, para los deseos nocivos para la salud social, porque sus palabras son cada vez más duras, difíciles y, en algunos casos, incomprensibles. Ahora provocó la ira populista la palabra “dictadura”. Broma del destino popular.
La única sustancia real es que una democracia debe aceptar a Mirtha Legrand y todo lo que Mirtha Legrand dice. De no aceptarlo, no se está en democracia. Y si alguien cree que los dichos de Mirtha Legrand ofenden particularmente a alguien, hay un sitio que se llama Justicia en donde, si ha lugar, se aceptará la denuncia de quien crea que fue ofendido, que fue agraviado o fue insultado por Mirtha Legrand.
Cuando el cristinismo no va con una denuncia a la justicia, es porque lo que le interesa es callarla prepotentemente a Mirtha Legrand. ¿Por qué le interesa callarla a Mirtha Legrand? Por algo muy sencillo: Mirtha Legrand no es la Carrió, a quien pueden acusarla de loca, a quien pueden acusarla de intrigante, a quien pueden acusarla de rompedora permítanme el neologismo- de las organizaciones que se oponían cabalmente al cristinismo. Porque la Carrió es funcional al cristinismo. La Legrand no.
A la Legrand, en los programas del sábado a la noche y del domingo al mediodía, desde La Quiaca hasta Ushuaia, la ven. Y no la ven los políticos, la ven las señoras, los señores, mi tía y doña Rosa. Si ella habla, otros muchos podrán hablar. Si todos hablan el relato estalla y queda el sustento nocivo: populismo, agresividad y mala memoria.
Les jode que Mirtha Legrand esté viva y opine en televisión los sábados a la noche y los domingos al mediodía contra esto, que no es una democracia sino un gobierno populista, a quien el contrario se le aparece como enemigo y debe masacrarlo. Quieren matar televisivamente a Mirtha Legrand porque, hasta octubre, Mirtha Legrand les seguirá haciendo daño sólo porque puede opinar distinto sobre cada uno de los integrantes del populismo y, en la posibilidad de no poder pararla, de no poder decir “Mirtha Legrand opera para la candidatura de fulanito”, porque no han podido demostrárselo, no han podido demostrar enriquecimiento ilícito, no han podido matarla de un carpetazo de espías, ante la posibilidad de supervivencia de Mirtha, quieren matarla televisivamente.
Es tanta la necesidad de matarla televisivamente, que ni siquiera se dan cuenta de que el mejor ejemplo de que hay una democracia es que Mirtha Legrand siga diciendo lo que se le antoje. La muerte pública de la Legrand avalaría sus dichos. Quieren matarla porque Mirtha Legrand habla y no les pide permiso, no les pide un cargo, no les pide un aviso.
Mirtha Legrand los jode porque es la única que puede, con lo que dice, demostrar que esto es una democracia. Y como esto no es una democracia, sino un gobierno populista, que no es lo mismo que una democracia, entonces les jode. Y si pudiesen, la matarían verdaderamente. Verdaderamente. Les jode. La contradicción del populismo es ésa. No quiero que hables, yo voy a hablar por vos.
Siempre. Es trágico, chicos. Es trágico.
Debe inscribirse, lo de Mirtha Legrand, con todas las otras cuestiones en las que se olvidaron de la democracia. Como los juicios por enriquecimiento ilícito, como los problemas en la Justicia. Los candidatos a senadores y diputados nacionales deberían opinar sobre este tema ¿Cobardía? No. Complicidad.
¿Por qué no van a la Justicia contra Mirtha Legrand? No van a la Justicia contra Mirtha Legrand, no porque Mirtha Legrand tenga razón, sino porque no es el modo que tienen. No es la Justicia el modo que tienen. El modo que tienen es el sopapo. Por eso quieren callarla a Mirtha Legrand a sopapos.
Me cansaron. Callar a Mirtha Legrand es recibirse de fascista.
Acompañar los vituperios es acompañar al fascismo. De continuar esta campaña, me veré obligado a mirar sus almuerzos. Tómenlo como lo que es: una amenaza.
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