Lunes 12. Junto al mar. El fin de semana largo, el del 8 de diciembre, sirvió para comprobar, una vez mas, de donde salen los 3 millones de turistas de toda la costa atlántica en el verano. Son, mayoritariamente, habitantes de la llanura. La pampa húmeda provee todo. El grano, la carne y los viajeros.
La
historia de Mar del Plata, por su parte, está íntimamente relacionada con el
peronismo y la “movilidad ascendente”. Mas claro, el crecimiento es parte del
fortalecimiento de los gremios, sus obras sociales, los beneficios para los
afiliados y los hoteles turísticos porque, desde 1946, con una explosión
fenomenal en el 1950 (Chapadmalal, etc) se corresponden con una región costera
que cambió el concepto del trabajo. Las vacaciones son un derecho y por lo
tanto el mar y, mucho después, el zucundum.
Las
clases altas, verdaderamente altas, con dinero y poder, se refugiaron en
Pinamar y/o huyeron al Uruguay. El sueño de Don Gesell siempre fue agreste,
juvenil, una ilusión de campamento.
En
Mar del Plata, como en Rosario, dos cuestiones que deben entenderse bien. La
altísima inmigración italiana, meridional. España, y muy claramente Italia, dan
el perfil del siglo XX en el país, pero claramente el genotipo del rosarino y
el marplatense.
Ciudades
aluvionales, como todas las ciudades portuarias, debieron aceptar al bandolero
y al mestizaje. Ellos dieron el color de la ciudad y, también, su arquitectura.
Quien
no entienda el carácter aluvional de Rosario y Mar del Plata, también el
mestizaje portuario, puede perderse en la conversación.
Dos
detalles laterales se suman. La virgen Stella Maris que cuida a los pescadores
y la Virgen del Rosario, que patrocina a los rosarigasinos paralizan (ahora ya
no tanto) una población que creía o simulaba creer, que es casi lo mismo. Sus procesiones
son fenómenos populares.
El
otro detalle lateral es un carpintero en MDQ ( asi se redefine, en aeronáutica,
a Mar del Plata) y un bioquímico en Rosario. Teodoro Bronzini y Héctor
Cavallero son, en ese orden cronológico, los primeros intendentes socialistas
en un país peronista.
El
asunto se convierte en misterioso, casi mágico: ambos se preocuparon por la
salud.
A
poco que se piense se comprende. El obrero necesita asistencia estatal en
salud. El que sale al mar, el que construye y construye, el metalúrgico, el
carpintero, el plomero. El Estado salva la salud de todos.
Los
hospitales públicos, en ambas ciudades, fueron importantes. Una derivación
ayudó al crecimiento. Quienes llegaban (y aún llegan) a trabajar a MDQ, como
los cientos y cientos de turistas gremiales, los de 14 días en el hotel con
desayuno y una comida incluída, no debían enfermarse porque: ¿quien se enferma
en mitad de la felicidad de las vacaciones…? La felicidad aleja los males del
cuerpo.
Mar
del Plata resolvió garganta, nariz y oído, las muelas y, de hecho, impidió que
cualquier apendicitis proletaria se convirtiese en una peritonitis de difícil
solución.
Se
puede explicar. Bombinhas, como cualquier sitio brasilero, el mejor Matto
Grosso y aún la Machu Pichu precolombina, no tienen quirófanos a la vuelta de
la esquina.
Nadie
se va de vacaciones para operarse el apéndice. Pero a veces sucede.
El
turismo gremial trajo a los obreros de vacaciones y los pobres (me incluyo)
también necesitan las vacaciones tranquilas, también necesitan ser felices.
Los
muchos hoteles aseguraron una salud pública que eliminaba riesgos y servía al
amontonamiento. En MDQ la salud del turista no es un problema He visto los
avisos en el diario local (Ja, ja… se llama La Capital) “Odontólogo, guardia 24
horas, visitas a domicilio”
No
era un aviso raro, era una tranquilidad. Trae tu apendicitis. Vení tranquilo a
Mar del Plata, que hasta podes enfermarte sin problemas.
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