Publicado en el diario La Capital, 13 de enero de 2017
Viernes 13 de enero. Junto al mar. El camino, recorriéndolo, es de 800 metros. Me refiero a la playa de Playa Grande. El mismo sendero, para quien quiera caminar Punta Mogotes supera los 2 kilómetros. Tal vez mas. Un ejercicio placentero si el sol no castiga, el tejo deja sitio al paseo y no le pegan un pelotazo los que juegan al tenis o al”fulbito”. Caminar junto al mar. Sucundum…
Las señoritas uniformadas recorren esos metros una y otra vez. Sin prisa y sin descanso. Una de las señoritas tiene sus piernas gruesas. Camina junto su compañera pero, a pura impresión, no creo que, si tiene que correr un ladrón tenga velocidad y lo alcance (los ladrones siempre corren mas que los policías, siempre, siempre, al menos en Argentina) pero no las entrenan para perseguir ladrones, sino para ejercer una discreta vigilancia. Fuerzas persuasivas. Presencia. Como las aprendices de actrices, las mediáticas que cobran por estar presentes en algunas fiestas. Me dicen que “Pico” Mónaco, ex tenista y Pampita Erdohain, ex modelo, cobran 14.000 pesos por estar presentes en una fiesta. Pesos no, dólares, me corrigen. No lo creo. En muchos casos lo que uno no podría hacer entra en el reino de lo increíble.
“No, no fumo, algunas de mis compañeras si, creo que si fumase tal vez adelgazaría unos kilitos, me gustan los dulces, estoy feliz con mi trabajo y por favor no ponga mi nombre…¿ para que medio dice que es la nota?” ¿Qué nota? le contesto. Sonreímos. Pienso en Rubens, muerte a Modigliani. Las flacas de Modigliani no sonreían, las posaderas de Rubens bebían cerveza y/o hidromiel.
“Lo mas raro que encontramos fue un bebé, casi de tamaño natural, un bebote con cunita y vestimenta de invierno. Una piel como de muñeca inflable, no se si ha visto…” y se sonroja. “Un muñeco lindísimo, lo llevamos a la comandancia…”
Por la radio un código raro informa de visitantes, paseos, una extraña moto de tres ruedas, un muchacho con muchos perros y, parece, en estos pagos los perros tienen que estar atendidos por sus propios dueños. Un paseador de perros (lindo oficio veraniego) no tiene via libre en la playa. Se escapó de los porteros de los balnearios, vino desde algún sitio con mas descuidos o simplemente no lo vieron. Gran revuelo gran. Por un momento todos están atentos a perseguir al paseador de canes. No hay libertad para los pichichos ni en la playa pública, una entrada camuflada a la playa desde la costanera (ja, “la costanera” es la costa negra tan claramente que no lo advertimos)
“Lo que mas encontramos son palas y baldecitos. Los dejan, simplemente los dejan”. Yo tengo cuatro baldecitos rojos en mi casa desde el año pasado. Los llevamos en marzo, cuando ya nadie los reclama. Es para cuando tenga chicos, estoy en pareja…”
Qué destino el de los baldecitos para jugar en la arena. El de los baldecitos rojos. La uniformada que espera tener chicos ya tiene cuatro (4) baldecitos rojos en su casa.
¿Qué tamaño el de los baldecitos? ¿Habrán sido parte de un castillo de arena, de una pista de autos, de un dibujo bajo relieve? ¿Parte de una pelea? Dos niños y un baldecito y la pelea inevitable. Sorprendería que jugasen llevando, alternativamente, el baldecito rojo primero uno y después otro. Así nació la grieta.
Advierto que no tengo información del costo de un baldecito rojo y lo imagino parte de un combo que incluye pala, baldecito, acaso regadera.
Su pareja de vigilancia le hace una seña nada discreta de “vamos vamos” y se marcha. Antes me confía su secreto: “será varón y le voy a poner Onur”…
El viento puede alterar las palabras, bromeo solo: me quiso decir yogur, que adelgazaría en base a yogur. No es cierto. Dijo un nombre de telenovela y está bien.
Sentada en su casa, en algún barrio alejado del mar, en mitad de la ventisca de julio o agosto nacerá un pibe marplatense, con nombre turco y cuatro baldecitos de plástico. Rojos. Los juntó un año antes de su nacimiento su madre, que con poco es feliz.
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