Viernes 3 de febrero. Junto al mar. Algunos fenómenos obligan al renuncio, a decir no entiendo, al arrésteme sargento y póngame cadenas… al me rindo, pido gancho…
El recital de Cacho Castaña del 31 de enero es algo que no se puede, en una crónica del espectáculo, resolver fácilmente. Sentado, gordo, agitadísimo, con el garrafón respirando con él para alcanzar al final del compás y del pensamiento (respirar con oxígeno ayuda a todo, pero básicamente a pensar) no es, no debería entenderse como el recital de un cantante, un ídolo, un referente sexual, un arquetipo de porteño, de un maquinista de la caravana, cronista de una realidad, de compositor, pero es eso y tal vez mas. El tiene el voto popular por el si a cara descubierta, casi plebiscitario.
Cacho Castaña repite el fenómeno que sucediera con Sandro, a quien no querían dejarlo ir. El verso de una de sus canciones es exacto: “aunque te estés muriendo no conocen tu dolor”… una remake del “reir llorando” de Garrick. Castaña lo escribió para Goyeneche. Ahora es biográfico. No quieren que se vaya Cacho. Ni del escenario ni de la vida. Eso se confiesa con gritos, llantos, alaridos; con risas y lágrimas.
Cuando se cierra el telón y se vuelve a abrir, para los bises, Cacho está sentado allí, donde siempre estuvo, frente a la gente que pide otra y otra hasta que, finalmente sucede, se cierra el telón del escenario y comienza otra fantasía, la del te acordás…yo estuve… la gente que se mira y comienza a escaparse de la magia, del sortilegio, de esto que es un hecho y, por tanto, no lo soñaron los que se dispersan sin saber que ya son parte de un fenómeno que no se sabe cuándo volverá a empezar. No quieren bajarse de la magia. Eso es lo único que se entiende. Nadie quiere abandonar el Radio City. Llueve afuera. Mucho. Adentro un cielo de afectos que cruza las butacas y elimina el telón. Se puede sentir el aire enamorado.
Un muchacho (Matías Santoianni) hace reportajes para los consabidos “de donde sos… que te acordás de Cacho…” y la gente dialoga con este ejemplar bastante especial de atorrante de barrio. Adriana Varela responde a ése código inapelable de bancar al amigo y volver, con él, por él, desde él a este conjuro: la música, la noche, la fantasía. El show es de tres, pero es de uno.
Suena un bandoneón, hay un violín, aparece un sonido que quiere envolver la platea, volver al escenario y subir hacia lo alto y lo consigue. El sonido es el que sostiene una magia que las luces no eliminan. Aquí hay un mago que nos engaña a todos y la noche es eterna, es una noche que vivimos, otra que recordamos y no hay nada, nada mas. Ese pañuelo, su voz entera un segundo (para que mas) y la sonrisa que dice al menos dos cosas. Soy aquel y soy este “entiéndanme”… y todos entienden, créanme. El mago ensaya en cada canción una mosqueta y todos elegimos la carta que conviene a la continuidad, mentira para siempre, papá.
No es un show tradicional, no hay una secuencia, hay instantáneas, fotografías; cada uno de los que está en la noche del Radio City sabe que asiste a una historia de la que no entiende el principio ni el final, solo que existe, que debe estar y está. Se llevarán ésa fotografía extraña con el de al lado, que acaso no conocen, pero que estaba en el mismo sitio, a la misma hora, en la misma magia.
Sus temas y sus músicos. Esto es crónica ¿Debe registrarse? Algo. Jorge Raggio, guitarra eléctrica / acústica y arreglos. Julio Lastra percusión. Adrian Seara bajo. Federico Biraben bandoneón. Pablo Murgier piano. Juan Páez guitarra acústica. Erica Di Salvo violín. Gerardo Belleville trompeta. Jaime Lareau saxo y traversa. Artista invitada Adriana Varela. Actor invitado Matías Santoianni. Radio City. Tango y chamuyo. Mar del Plata. En el programa anuncian que estará desde mayo en el Maipo, en Buenos Aires.
Matador para abrir y La reina de la bailanta para cerrar. Antes, durante y después esas razones que no se alcanzan a explicar totalmente. Entiendan la palabra. Inexplicable quiere decir sin explicación. Okey. Listo.
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