Google+ Raúl Acosta: Balcones #AntesQueMeOlvide

sábado, 10 de junio de 2017

Balcones #AntesQueMeOlvide


Publicado en el diario La Capital

Cuando Charlie, el único Charlie, escribe en uno de sus textos memorables “mi cuarto da al jardín” no sólo dibuja al personaje de su canción “Confesiones de invierno”, también pone una frase clásica de los reclamos para alquilar, comprar y sostener: la vista desde la ventana.

La  mirada ideal es desde el balcón. Tener un balcón. Se usa hasta en publicidades: “balcón al río”. Una canción de María Elena Walsh decía: “Cuando el que te dije salía al balcón”. Otra canción, de Pepe Iglesias, el zorro, era mas directa: “ salí al balcón, salí al balcón, mi querida mariposa”… No es exageración si se sostiene que perduran estos versos: “Setenta balcones hay en esta casa, setenta balcones y ninguna flor”… el fenomenal poema de Baldomero Fernández Moreno.
  
Mas lejos de la literatura y cerca de la observación un amigo, Miguel, decía que en las calles del centro, en las diminutas veredas del centro de la ciudad no es necesario llevar paraguas cuando llueve, que basta con guarecerse bajo los balcones y apresurar el paso de uno a otro alero.
  
Los que venden sus paraguas ante la lluvia, verdaderos paraguas de ocasión, no se pondrían contentos si escuchasen la observación de mi amigo.
  
Tiene otra mas profunda: “los verdaderos amigos son los que jugaron con vos a las bolitas…” Es cruel, porque le quita posibilidad a otros hermanos de la vida y deja el centro en aquellas amistades sin vueltas no retorcijones, con enconos mortales… de un  atardecer hasta la otra mañana. Los que compartieron juegos infantiles  no tenían reveses ni secretos en la tarde perdida al sol. Ganándole a la vida un atardecer sin vueltas. Atardeceres en mitad del amanecer de la vida, si se permite este contrasentido

En cuanto a los balcones y la lluvia es cierto que bajo el alero uno ve pasar el vendaval y no se moja. Desensillar hasta que aclare, como aconseja el gaucho prevenido.

En días de soledad y de lluvia, días en los que es aconsejable un café, un diario y un cigarrillo, el balcón desde el cuarto es una ventana que se estira sobre la ausencia. Desde el alero, bajo el balcón, es una sentida ausencia.

Construido para estirar la habitación  y dar aire mas puro y otro paisaje el balcón tiene una historia romántica que no cambia. Una sola. En rigor un texto que no cambia. Si uno va a los bifes una historia universal que no se desarma. No hay escenografía teatral sobre el asunto este, el problemita del encono familiar de Montescos y Capuletos, que no refiera al balcón de Julieta.

En los barrios, en las casonas, sin embargo, el último intento romántico sobre un balcón era mas inocente: la serenata. Máximas historias de una ilusión pequeñita para el resto, pero decisiva para uno que era tan tonto como para ir a cantar. Estaría bueno presentar un “habeas corpus” a Internet, en nombre de esos balcones y de las serenatas.

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