Google+ Raúl Acosta: Anteojos #AntesQueMeOlvide

sábado, 15 de julio de 2017

Anteojos #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

Hay algo que define la coquetería como un rasgo esencial del ser humano. Los anteojos. La coquetería es esencial a los ojos, desmiente a “El principito” y relaciona vista con acciones específicas: “como me veo y como me ven”. Un lio de pronombres y posiciones.

Los anteojos fueron, en aquellos años, caminito de ida hacia la adultez y / o  adulteración, un defecto. Es “cuatrojos”. Nos burlábamos del ”anteojudo” pero, ay, qué cosa el alma nuestra: nos poníamos cualquier anteojo y preguntábamos: ¿me queda bien…? En que quedamos ¿ es un defecto y queremos tenerlo…?

La organización básica del cerebro precisaba saber cómo quedaban los anteojos y tener una idea clara del cómo y el cuándo y el porqué de un defecto que queríamos sobrellevar y convertir en rasgo de la personalidad y mas, de conquista. 

En aquel imaginario popular la lectura excesiva provocaba problemas en la vista ( es “corto de vista”, lee mucho) y Arthur Miller se casó con Marilyn Monroe y chau. Arthur Miller era “anteojudo” e intelectual y se llevaba a su casa a la mas linda del cine yanqui. Nada fue como imaginamos pero eso es otra cosa.

Si no fuese por coquetería los diferentes marcos de los anteojos no existirían, ni los colores, ni los tamaños.
Hay quienes desafían la noche con anteojos súper oscuros y eso es moda, coquetería y desatinado amor por el exterior.

En “Cenizas y diamantes” el actor polaco (Zbigniew Cybulski, espero haberlo escrito bien) usa anteojos negros y cuando le pregunta una camarera jovencita porque los usa el personaje le contesta:”Estoy de luto por mi patria”. Un exceso de Andrzej Wajda, el director. O una mentira del traductor. No se polaco. Entusiasmaba al militante esa respuesta. La mirábamos en Cine Club. Martes y viernes. Cine Odeón.

Toda excusa es buena para usar anteojos y alimentar esa contradicción insuperable. Los anteojos son la claudicación de uno de los cinco sentidos capitales, iniciales y básicos y el punto de partida para esa locura de mirar, mirarse y que te miren e imaginar cómo te miran (en verdad el modo íntimo del cómo imaginas que te ven).

El monóculo es otra cosa. Como la lupa. Minimalismo en un caso. Exageración en la otra. Cuando dicen ”hay que mirarlo con lupa” no están diciendo que confiemos, sino todo lo contrario. Cuando  recomiendan: ”ponete anteojos” nos están advirtiendo que hay algo que no vemos.

La mismísima coquetería quita espacio a los anteojos. Suplantados por los anteojos de contacto de colores, que cambian el color de los ojos y exigen que no tapemos con nada y por nada esos ojos verdes, azules clarísimos y hasta violetas con los que un día aparece María sorprendiendo a todos en la oficina. No es posible el estreno con anteojos sobre el puente del tabique. Cuando aparezca con ojos color naranja sabremos que la moda llevó, otra vez, a la exageración.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario