Google+ Raúl Acosta: Chocolate #AntesQueMeOlvide

sábado, 1 de julio de 2017

Chocolate #AntesQueMeOlvide


Publicado en el diario La Capital

Es difícil ubicar qué día, en qué momento probamos el chocolate. El cacao. Es seguro que no fue en un momento de tristeza. El chocolate se ubica entre los productos que tienen línea directa a la alegría.

Parece chiste pero no lo es, su nombre científico define: “theobroma cacao”. Un viejo dicho reposiciona el asunto:…” las cosas claras y el chocolate espeso”

Hijos (todos los lectores) del Siglo XX nos tocó el chocolate duro, semiduro, en rama, como revestimiento y siempre con azúcar. Original de América al fruto, macerado y trabajado, le pusieron azúcar los españoles (colonizadores y conquistadores). En su origen una bebida. Le siguen descubriendo propiedades. El cacao (amargo) es bueno para el corazón. Eso ya lo sabíamos. Siempre fue /es  bueno para el corazón por lo dicho: el chocolate es alegría.

Es un buen desafío recordar cuándo fue la primera vez que probamos el chocolate. Es un feo recuerdo el día que, por el azúcar en sangre (niveles altos) dijeron desde ahora en adelante nada de dulces. Adios al chocolate.

En los cumpleaños aquellos, los del barrio, los cumpleaños cercanos a la total inocencia, había un tazón de chocolate y una torta esponjosa, amarilla, la torta de cumpleaños que era  (después supimos, con el tiempo todo se sabe) un bizcochuelo apenas diferente. Bizcochuelo, fondant y miniaturas, confites de colores; las velitas arriba.
  
Ensuciaban el mantel de la mesa del living los chicos con el chocolate en esos tazones altos y, además, estábamos acostumbrándonos a las servilletas de papel. Las servilletas de papel, en los cumpleaños, tenían florcitas o raros arabescos de colores. Estaban en una caja y el servicio se podía completar (costaba sus pesos) con platos de cartón y hasta bandeja para la torta.
  
El humito, el vapor que salía del chocolate era una habilitación a la dulzura, una llamada previa, como los primeros campanazos en el colegio. Inolvidable esa mezcla única de la leche, porque era leche de vaca con chocolate y hasta el color era particular, un amarronado cercano al color chocolate. El humito que salía de la jarra donde traían el chocolate aromaba la habitación donde festejábamos el cumpleaños.

En los cumpleaños aquellos no éramos multitud. Los cercanos. Nunca sobraba mucho chocolate. Había que animarse a repetir. Algunos, muy exagerados, le agregaban dulzura usando la azucarera que estaba encima de la mesa. Todavía existían los terrones de azúcar.

Con el calor otros cumpleaños. En el verano el extracto de jugo de naranja remplazaba al chocolate. Trinaranjus la marca que recordamos. No se ríe igual el alma por los cítricos que por el cacao. Un buen ejemplo de diversidad. El jugo de dos frutos azucarados no significan igualdad. En nada. Ni siquiera en la dulzura. Hasta la diabetes lo sabe.

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