Google+ Raúl Acosta: Ganchudo #AntesQueMeOlvide

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Ganchudo #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

La palabra no tiene una existencia muy muy internacional. Le denominábamos “ganchudo”, “traga”, “olfa” (tragalibros y olfachón las palabras completas) al que siempre sabía la lección y, además, no guardaba los secretos de los minivandalismos o bromas terribles de muchachos contra muchachos, contra edificios o contra autoridades, en aquellos años de ida hacia la adultez.

No se puede, no se debe, no corresponde una apología de esas acusaciones, de esos gestos de rechazo a quienes en sustancia estaban a favor del bien, la honestidad de procedimientos, la absoluta decencia y el respeto a los valores constituidos.

Es, si se quiere, el primer paso hacia la indisciplina, el rechazo a los justos y la caricia a los pecadores, cuando no la complicidad con los mismos.

Julián Centeya (seudónimo de Amleto Vergiatti) tenía una acusación para rechazar a Borges que es toda una definición de la ignorancia como medalla. Centeya decía: …”Borges, Borges… estoy seguro que de chico nunca rompió un vidrio…”

Hay algo de Robin Hood en eso de defender al mas débil y por allí va una cuestión. Y otra pizca de rebeldía se le suma para no denunciar al que rompió el vidrio, volteó el jarrón o pintarrajeó el cuadro de Sarmiento.

La escuela es una fragua y, en la fragua nacional, copiar en los exámenes es una de las anécdotas que todos contamos en los encuentros de ex alumnos. Las burlas al gordito con carteles en la espalda. La que se ponía colorada. El que iba una vuelta atrás en el despertar del sexo y las palabrotas.

La viveza criolla, como se la suele llamar, nos tuvo a todos como partícipes necesarios de las mínimas tropelías donde empiezan estas cosas que nunca tienen final porque, vamos, en serio y sin testigos…¿ usted era el traga, el olfa, el chupamedias de la seño o estaba de este lado del asunto?. El asunto definía amistades y porvenir.

Nunca se sabrá sobre el huevo o la gallina y si la conducta escolar, los buenos y los vivos, estaba así o la acomodamos así nosotros. Nunca sobre el grafitti en la pared y   las maldades escritas en los baños. Nunca.

Los hermanos Bortonhetz, el beto y el coli, en las siestas del verano esperaban al tranvía, que daba la curva ancha sobre la esquina, apuntándolo con una escopeta de dos caños. El motorman miraba. Sonaban dos explosiones que asustaban a todos. Eran dos chapitas con pólvora en las vías. Infalible. El motorman se asustaba, se enojaba pero no podía correrlos y si los corría era igual. Nada. Todos nos reíamos. Todos.

En la esquina del café la contábamos y advertimos, un sábado de amplio espectro por el partido de fútbol a las 5, que un muchacho y el adulto que lo acompañaba no se reían. El hijo y el tío del motorman al que asustábamos. El coli salió del silencio con una frase: “bueno, pero no se murió, simplemente se asustó”… Ninguno de nosotros se rió. Nos subimos al camión y  nos fuimos a la cancha. Empatamos al final. Jugamos mal todo el partido.

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