Google+ Raúl Acosta: Remoto #AntesQueMeOlvide

viernes, 1 de septiembre de 2017

Remoto #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

Es difícil explicar que no existía el control remoto en los televisores. Que no existían los televisores. Que era otra la velocidad para aquellas angustias, depresiones, miserias, ausencias. Los males de la cabeza, por mencionarlos de algún modo, existían, pero uno de los ejes del cambio es el control remoto. Nada se podía arreglar a distancia.

Un cartel en la vieja ruta a Córdoba (la que prometieron 30/40 años  convertirla en autopista) decía, referido a la televisión cordobesa: ” click, click y mejor programación”. Me pareció un hallazgo publicitario fenomenal. Eran solo dos canales y girando la perilla dos veces (de ahí la onomatopeya “click”) uno avisaba que era mejor que el otro.

Una grilla con mil números (bueno, bah, 999) en un aparato chatísimo y gigantísimo, con funciones de computadora, de buscador / portador de otros modos de la televisión, de películas, correos y comunicaciones, pone al control remoto en función computadora, brazo humanoide, censor de las imágenes antes que selector. Cabe preguntarse por esos sitios donde decían que arreglaban controles remotos que cosa arreglarán hoy.

Los infantes (si, los pibes, los mocosos, los nenes) a los tres años, apenas si caminan y ya saben cambiar el canal y volver al de las imágenes mas bailarinas, la música mas repetitiva y los sonidos mas atrayentes. Si hace falta una demostración que eso es lo que atrae al cerebro primario o virginal, el encandilamiento de los  pibes demuestra que el control remoto es una opción superflua o de inconformismo residual, según se mire.

A la abuela sentada en el sofá, mirando “el amor tiene cara de mujer” le hacíamos la broma y le cambiábamos el canal. Y al tío lo acusábamos de vago, de tan vago que no se levantaba ni a cambiar el canal. Desaparecieron esas figuras.

Toda vez que la civilización avanza la pregunta aparece: mejor o peor. En todos los casos es asunto esquiva una certeza: irreversible.

¿Qué poder entrega, en una reunión familiar, la posesión del control remoto? No es una pregunta difícil y, simplemente, traslada el asunto hasta otro extremo: ¿dependen esas reuniones, la mesa, la tarde, de las ofertas que aparecen en el control remoto?

En la vieja radioemisora a válvulas escuchar el partido desde Buenos Aires, donde merecíamos ganar pero perdíamos, los relatores y comentaristas construían una novela que ya lo he dicho, como toda la radiofonía, era / es “arte efímero”.

En esa misma radioemisora la vieja quería escuchar las recetas de Petrona C. de Gandulfo ganadora, por años,  del libro mas vendido de Argentina y, manteniendo el criterio de juzgar según épocas, el libro mas vendido de todos los tiempos.

Un sobrino quería escuchar los éxitos del club del clan porque además avisaban donde sería el baile ésa noche.

¿Había / hay diferencias? Si y no. Varios radio receptores, como hoy varios aparatos, quitan al poder remoto una capacidad dictatorial. La de dependencia no. Esa tiene el control remoto incorporado.

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