Google+ Raúl Acosta: El siglo de Carlitos Balá

lunes, 22 de enero de 2018

El siglo de Carlitos Balá

*Publicado en el diario "La Capital de Mar del Plata"

La estancia en Mar del Plata, año tras año, me lleva a considerar algunas cosas como naturales. Todos los veranos, de un modo u otro, me cruzo con Carlitos Balá. Este hombre es, en si, un acontecimiento que debe mirarse de otra manera en una Argentina donde, en general, hemos tenido un trato esquivo, yerros, olvidos y mala suerte con los ídolos.

Ese es un primer tema a resolver. Carlitos Balá es / no es un ídolo. Ha llenado estadios, circos, ha recorrido el país, es reconocido donde se lo mencione y su rostro es una marca registrada que cruza varias generaciones pero, en serio: ¿es Carlitos Balá un ídolo?... . Ojalá. Nadie que piensa en Balá piensa en el mal, la venganza o, esto es seguro, en alguno de los siete pecados capitales. Es un ser como dicen, sin saber muy bien que dicen, que “Carlitos es un ser de luz”. Tal vez sería correcto advertir que Carlitos está iluminado. Que no lo sabe muy bien, pero lo soporta.

Venir de la nada 
Nacido en 1925 está claro que el siglo XX fue suyo. Y que este (el Siglo XXI) es un regalo para que sus ojos adviertan que no todo es igual, ni parecido y que el mundo ha cambiado. Totalmente. Carlos es un sobreviviente al asombro contínuo. El es un alto mirador de lo que fue y lo que es la sociedad. Se puede ver la vida del país a través de Balá. En un país a veces desolado, tal vez incoherente, Balá es un coherente. Referencia al mismo punto desde donde se lo mire, se lo piense, se lo evoque.

En el 1926 la literatura argentina recibe el primer Arlt, el primer Tuñón, el primer Alvaro Yunque, el primer Catulo Castillo de la mano de su padre, José González Castillo, recibe a Discépolo (“que vachaché”) a Güiraldes, Borges, Manzi, Cadícamo y el gobierno es radical. Es Presidente Don Marcelo Torcuato de Alvear, casado con Doña Regina Paccini de Alvear que es, al cabo, una artista casada con un político. Ya entonces había algunos de esos maridajes. Carlitos Salim Balaá, nacido en La Chacarita, tenía un año. Su sitio Buenos Aires. Ese Buenos Aires.

Cuando lo veo en la playa, donde llega tranquilo, los días de sol, advierto que su camino lo detienen una y otra vez. Siempre sonríe. Siempre la foto. Siempre algún pibe, pibes de 70 años o de apenas 5.Quien sabe algo de estas magias. Quien. Carlitos Balá tal vez no sea un ídolo, lo ignoro, es una cuestión que me excede, pero es mágico o, como suelen decir los sociólogos: es icónico.

Limpias espaldas al porvenir
Si el punto de encuentro es llegar “a los 90” por allí andan Mirtha, Menem y algunos mas que siguen caminando las calles, la vida, el día a día. Otros no caminan sitio alguno, como Etchecolatz. La sola mención de algunos despierta sentimientos inexplicables, como Amadeo Carrizo el arquero por excelencia. El siglo XXI los tiene de pié.

En cierto punto nada se le puede pedir a “Carlitos”. Su lenguaje, sus palabras, sus frases, que ya están puestas en el refranero popular, son parte de una vida en la que, esto es imposible de evitar, arrancó sin las radioemisoras. La primera transmisión con Enrique Telémaco Sussini es del 1920. Su biografía es una y no me meto en ella, pero la realidad es una suma que se condensa como en el “aleph” de “my dear Georgie” que pone todos los puntos en un punto.  Hasta que punto, al cabo, Balá no es un condensado del espectáculo y del espíritu argentino. Un “aleph” del bien contra el mal. Un mensaje.

No hay en Balá una herencia familiar, ni siquiera un vecino a quien imitar porque nada había de donde agarrarse. Qué país es ese que fabrica estos personajes. Los inmigrantes (el mismo un hijo de esas historias de esperanzas de un mundo mejor) aún no habían terminado de poblar las ciudades y organizar las aparcerías rurales, las colonias de pescadores y esa nostalgia del Adriático, del Tirreno, del Cantábrico, del Mediterráneo que tanto aparece en Mar del Plata

Todavía no eran nostalgias Tato Cifuentes. La Craneoteca de los Genios. La revista dislocada. La Redacción de El relámpago. RG y “Calle Corrientes, la calle que nunca duerme”. Augusto Codecá. Fidel Pintos para “mesié Canesú”. Niní Marshall. Sandrini. Pepe Arias. Pepe Iglesias. Biondi. “Los tres” y de allí, en algún momento…en un preciso momento…¡ Balá!

Un día el farol a kerosén se transforma, se expande la electricidad alterna versus la contínua, nos civilizamos en tendido de gas corriente y la pilita y la radio a transistores (chau radio capillita y a lámparas / válvulas) y el tubo de rayos catódicos alteran el mundo. Evita y la tevé. Es otro día. El mundo se vuelve computadora y un horario central para la salida de la escuela y el vértigo trae las transmisiones satelitales y la televisión color. Balá es una piedra en las costas con olas que mojan, ahogan, se alejan y abandonan. La roca queda. Estaba de antes. Ha visto a tantos…

Contra todos los Walt Disney’s del mundo los nuestros. Balá es de por acá, de aquí a la vuelta. El mundo es ancho y ajeno y Balá es uno de los nuestros.

El hueso del mensaje
Es tiempo de confesiones, no me reía con Balá tanto como me asombraba su modo de inventar palabras, volver situaciones difíciles un momento puramente cómico. Toco el aire… toco el aire, con   techito por si llueve, mamá cuando nos vamos… . La mas lejana “lontanáncica” me une a sus felices tonterías y la pregunta definitiva, casi como un código de argentinidad sin maldiciones: ¿qué gusto tiene la sal…?

Emociona lo simple de los recursos de Balá. El año pasado, en el Teatro Auditorium de MDQ ante el peor público posible, los compañeros de espectáculos, curtidos para esquivar todos los recursos del rubro, cuando se entregaron premios que muchos artistas marplatenses objetaron (no por sus ganadores, sino por objeciones a la Secretaría de Cultura de la administración municipal) todos los presentes, todos, cuando “Carlitos” subió a recibir un premio especial y habló, para agradecer, demostró que la magia estaba intacta, la figura icónica resistía (estos íconos, che) y la idolatría, si es que existe tal cosa mas allá de la mitología griega, lo tenía como uno de aquellos, de estos, de esos, de los que siempre se pueden mostrar para afirmar que el Siglo XX perdonó a los que buscaban la alegría del vecino y no recuerda del mismo  modo a los que no propusieron  el bien. Les vi los ojos llorosos a mas de cuatro. Es de ellos, de  tipos como Balá, un siglo XXI donde habitan sonriendo, sin miedos en las espaldas. Así debería ser, al menos.

Este verano, mañana si hay sol, sobre el mediodía, llegará hasta Playa Grande como dice el viejo monje:”… recibiendo el día con la vasija vacía, dispuesta al agua nueva, a la sorpresa del agua nueva…”
No es el predicador, el político, el cura, el pastor, el vendedor del humo del libro de las 100 verdades para ser feliz, Balá simplemente una vez, sin que se sepa muy bien (tal vez él ni siquiera pueda explicarlo, porque no se puede explicar la vida) es el tipo aquel que eligió la coherencia: me río, observo, me río y hago reir. ¿Cuándo?… Siempre. Un Garrick de entrecasa que resume un siglo donde pasó de todo. Un siglo que, gracias a la biología, la genética, el milagro inexplicable, todavía nos trae a Balá en el Mar del Plata y una sugerencia: Copiemos. Tengamos un gestito de idea…Gracias.

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