Publicado en el Diario La Capital el 24 de Marzo.
Suele reconocérselos porque preguntan detalles. El coleccionista es un generoso de todo menos de aquello que ama y colecciona. No se puede coleccionar sin un amor, empedernido, nada bifurcado y muy teledirigido. Los detalles que preguntan es sobre aquello que coleccionan o que afecta lo que coleccionan. El universo, textualmente, puede venirse abajo si con ello no se pierden las botellitas que “pepe” colecciona. Hasta admiten el robo de sus “chirimbolos”, robarlos para tenerlos y agrandar la colección.
Hay quienes coleccionan caracoles, cajitas de fósforos (esto en desuso) las mencionadas botellas, botellitas y botellones, vacíos o llenos. Cucharitas de café y té son un clasico mundial. Autos de juguete. Conocí una pareja a punto de separarse porque el caballero, un arquitecto, colecciona rompecabezas y, cuando los arma, los cuelga o los deja armados y en exhibición en la casa, una casa que se ha ido agrandando en rompecabezas y achicando en espacios para vivir porque convengamos, nadie vive dentro de una colección, así sea de sandwuiches de milanesa.
En la escuela estimulan hábitos de acción y disciplina y hasta gesticulan, los maestros, para que coleccionemos una larga lista de “muy bien 10 te felicito”. Sus gestos en general no son correspondidos y excepto algún padre muy fanático el conformismo llega apenas se lee “superó las expectativas”.
Hay quienes coleccionan un solo y largo tren de juguete que se va ampliando en estaciones, barreras, puentes y mas y mas tramos de vías.
Hay quienes coleccionan soldaditos de plomo y hasta un campo de batalla y una batalla en particular. En Argentina, particularmente, estas colecciones no abundan como es fácil de imaginar ¿Qué batalla?
Hay gente que colecciona pañuelos, servilletas y yo mismo, debo confesarlo, los entiendo porque estoy cerca de las 100 gorras, todas en uso. Sonrío en algunos mínimos momentos de lucidez. Conozco abuelos de una sola boina por 30 años. Buenos tipos, excelentes abuelos. Pero de una sola gorra. La lucidez, como aclaré, es mínima.
El coleccionista es un hombre que tiene un secreto. No es un secreto que comprometa al Estado (excepto que coleccione cabezales atómicos, pero esos no son coleccionistas, son asesinos que sonríen, son enfermitos, si me disculpan: es otra cosa)
El coleccionista es un hombre que tiene cómplices y quiere, admite y promociona la complicidad. “Te traje y traeme”. En ese ida y vuelta está centrada una amistad que se complica con “me trajiste y no conseguí”.
El coleccionista califica las relaciones según entiendan su berrinche, chinche, metejón, obsesión, enfermedad, desvarío o como quiera llamarse a la aficción por la colección de algo. Aficción que aflije. Es difícil reirse de alguien que muestra la colección de figuritas pprque no está mostrando el álbum completo sino que se está desnudando, está mostrando su secreto mas preciado y uno se ríe. Muy mal hecho. La calificación para quien se río será una sola y que cualquiera puede imaginar.
Con los coleccionistas se han hecho muchas películas porque es fácil pasar de la obsesión al terror. Son películas. Conozco otro caso, el de un arquitecto que recordaba todos los equipos de Rosario Central. Era un coleccioniusta de formaciones del equjipo de sus amores. Se convirtió en un alto dirigente solo por eso.
El coleccionista es un enamorado porque es difícil coleccionar algo que se odia. Puede ser. En las relaciones humanas toco de oído. Yo simplemente soy un observador y de la observación lo que surge es que quien colecciona tiene amor, un excesivo amor si se quiere.
Los donjuanes, como las niñas enamoradizas, coleccionan eso, conquistas, muecas en su ego cargado. Es ta lícito como coleccionar muñecas de paño lenci y/o cerámica, como fotos de los beatles.
Una bibliotecxa es una exhibición pública y notoria de una colección de textos, confesionales e inventados que allí estan, con toda su legalidad a cuestas y que son, pregunto, son colecciones públicas del esfuerzo humano, del pensamiento humano. Un libro, convengamos, concentra, sintetiza pensamientos, sin pensamientos no hay libros.
Si todas las muñecas fuera iguales es muy difícil que alguien coleccione una larga fila de muñecas peponas de igual paño, tamaño, mueca y trencitas. Una sola Ferrari no sería una colección de autos de juguete.
Donde se queman los papeles de los que admiramos a los coleccionistas es cuando aparece uno que dice: “mirá la coupé ford 39 que me compré… toda mi vida soñé con uno de estos… y mirá… lo conseguí… me costó unos pesos pero es mío… es igual, igual al que usaba mi abuelo”…
También se me queman los papeles con otro que dice: … “tengo 47 autos originales y 74 motos, también originales, todas funcionan, les doy arranque una vez a la semana. Están en estos 4 galpones. Hay gente que me ayuda a cuidarlos… vinieron a comprarlos pero no los vendo, tampoco ando exhibiéndolos, son míos…”
El peor de todos es un amigo que le sacó una foto al hijo día por día hasta la mayoría de edad. Amor. Colección. Obsesión. Vaya uno a saber. Ah, si tiene una gorra por ahí… número 60. Gracias.
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