En la historia popular hay dos balcones que se reconocen con solo mencionar detalles. Romeo y Julieta. Casa Rosada. Le siguen los balcones, reales o improvisados, para cualquier serenata. Tal vez los dos mas conocidos sean parte de alguna serenata. Si. Con seguridad.
El balcón de las puestas teatrales sobre la obra de Shakespeare es imaginario, teatral. Acaso el destino de los balcones sea ese: una puesta.
El balcón de la Casa Rosada (qué poco se recuerda que es rosada para dirimir entre blancos, rojos, celestes, que poco se entiende el significado de las fusiones) no es escenografía de un dramaturgo, aún cuando me afirmo en lo dicho; una puesta.
El balcón de calle Balcarce lo vi una vez, caminando al trote al lado de mi padre entre 1953 y 1955. Solo para que viese plaza de mayo. Otra vez, también a los saltos para ver los balazos en el mármol del ministerio entre 1959 y 1962. Bombardeo del 16 de junio de 1955.
En 1974 estuve parado allí el 1º de mayo, viendo el último discurso de Perón y vi otra cosa. La gente, como en el teatro, obliga a entender la escenografía de modo diferente, le otorga vida, pasión. Es otra cosa. El público transforma los textos y si, como en ese caso, el texto no estaba escrito sino escribiéndose, la situación se torna muy Forrest Gump.
Esta película yanqui encierra, para mi, un mensaje: cualquier tarambana puede ser parte de la historia solo que, por tarambana, no se da cuenta y solo el tiempo pone las cosas en su lugar. Bienvenido a casa. Me reconozco tarambana.
En un poema que luego musicalizó la poeta María Elena Walsh dice: ”… cuando el que te dije salía al balcón…” El poema se llama: “El ’45”. Hay en la Walsh un reconocimiento al hecho, porque reconocer el 17 de octubre es todo un facto, una referencia al lenguaje coloquial de la clase alta porteña a la que pertenecía y que no lo nombraba, no era Perón, era “el que te dije”. Finalmente, en la Walsh una entrega a su pensamiento. Su clase. Todo muy loable.
Pepe Arias en sus monólogos teatrales (palo a palo mejores que los de Tato, porque eran en vivo y sopapo a sopapo con la realidad de la platea de un teatro de revistas) también le decía “el que te dije”.
Tengo escuchadas dos versiones del tango, ambas de personas con definición política distinta al peronismo. La propia autora y Susana Rinaldi.
Reconocer el balcón trae lo suyo. Los dos chicos, parte de una trama de odios entre las familias de Montescos y Capuletos, definen desde la autorización para el amor a los 15 años hasta las grietas familiares que frenan lo mejor: el pacto de amor de los dos adolescentes. El amor, finalmente, en el correr de todos los tiempos, es el que debería imponerse. Debería. Discépolo dice que no.
West Side Story, un musical yanky con una hermosa canción (“María”, de Leonard Berstein) pone la historia entre dos bandas de un barrio y eso, que es una actualización, es la base para que entendamos que los barrios, las bandas, son correlatos actualizados de un delirio universal que cruza todos los tiempos. Luchemos contra el diferente.
Ese 1º de mayo de 1974 ahora aparece mas claro en mi memoria, Perón dice un discurso (entiendo que obligado, pero…¿ la historia obliga a Perón o Perón obliga, fuerza a la historia…?) y yo fui un fenomenal Forrest Gump que estuvo allí y no vio que esa plaza sigue, sigue ese balcón, seguimos como si un operador de la máquina del dice hubiese puesto un “looping” perpetuo para que Romeo nunca se case con Julieta.
“Te acordás hermana qué tiempos aquellos, la vida nos daba la misma lección. En la primavera del 45 tenias quince años lo mismo que yo. Te acordás hermana de aquellos cadetes, del primer bolero y el té en El Galeón; cuando los domingos la lluvia traía la voz de Bing Crosby y un verso de amor. Te acordás de la Plaza de Mayo, cuando «el que te dije» salía al balcón. Tanto cambió todo que el sol de la infancia de golpe y porrazo se nos alunó….” La poesía, arte al fin, se adelanta a la vida.
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