Google+ Raúl Acosta: Maletas #AntesQueMeOlvide

martes, 24 de abril de 2018

Maletas #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 24 de Abril 


Hay un lío con algunas palabras. Un maleta es un mal jugador, pero en rigor es una valija, un petate. Rigurosamente masculino: un maleta. Absolutamente femenino: una maleta.
Alfredo Zitarroza, ese excepcional locutor, puesto a decidor, puesto a trovero, puesto a personaje incomparable del Río de la Plata, aunque se reconoce infinitamente montevideano, aclara para siempre: “no pongás en la maleta lo que no vayas a usar…” y por si no se entendió aclara:…” son mas largos los caminos p’al que va cargao de mas…”
Una valija es una decisión sin vueltas. Se llega, donde quiera sea, con lo que se cargó en la maleta. Hay quienes se ponen muy nerviosos con los viajes. Quienes toman precauciones con prendas de mas. Y otra y otra. Tomar decisiones sobre las que no se puede cargar la culpa en otro. Ese es el gran problema  de las valijas.
En los viajes “de estudio”, donde lo que menos se hace es estudiar, los bolsos estaban cargados con ropaje y recomendaciones. Ese es otro punto del tema valijas. Llevá otro par de zapatillas. Pone otro pulóver en el fondo, mejor que sobre.
Las madres, las hermanas, los entendidos aconsejan en cada viaje sin ver qué maleta tenemos. Que valija es la nuestra. Hasta cuánto podrá soportar consejos y cargas.
Agarró su bagayito y amurado me dejó… (tango) Se fue con lo puesto (confesión en el café). Ni tiempo de hacer las valijas (metáfora). Recuerdo haber acompañado a una pareja de artistas a Ezeiza una madrugada, después de una bomba en el teatro donde actuaban. Años duros, de muertes y de adioses (recuerdo de tiempos difíciles)
Algunos muchachos usaban un bolso marinero, de esos largos, largos, donde se van metiendo cosas y cosas. Invariablemente lo que necesitamos queda abajo.
Recuerdo aquellas valijas de cartón prensado, con dos refuerzos de maderas laterales, la cerradura al medio y la imposibilidad de estirarse.  Y los bolsos con una sábana o trapo o cobija o, simplemente, tela envolviendo lo poco que se tiene.
Mirar las fotos de los inmigrantes cruzando fronteras con odio es ver un pasado que se mantiene vivo. No es un río, una barcaza, un tren fronterizo, no, es otra cosa, es una vida que no da tiempo ni para una valija. Se marchan escapando de eso, del odio, de la diferencia
Los que no se han ido solos y lo hacen por primera vez, los primerizos de los adioses, tienen una mirada de viaje incierto y una respiración diferente. Los viajeros sempiternos sonríen de costado y en las estaciones compran revistas para un viaje que es una rutina.
En esos viajes mencionados, los viajes de estudio, el tropel sirve para disimular la angustia de la primera vez. Hay insomnios, atropellos, nerviosismos que entre muchos deberían frenarse, no ocurre: se multiplican pero no importa, el dolor entre muchos es distinto. Ya lo decía Erich Fromm, hay un “hombre masa” diferente del hombre.
Cuando la valija, la maleta se convierte en un artículo de moda, de ostentación, ya el asunto es diferente. No es lo que se lleva sino lo que se muestra fuera. Colores, marcas, calidades diferentes para el mismo suéter dentro.
Sin embargo tengo para mi que lo mejor, lo absolutamente imprescindible se lleva cerca y es poco. El cepillo de dientes. El documento. Una llave. La billetera.
No logro separar a “juancito caminador” del dibujo del wisky donde quedó disimulado el poema de Tuñón. “Juancito caminador murió en un lejano puerto. El prestidigitador poca cosa deja al muerto. Terminada su función -canción, paloma y baraja- todo cabe en una caja, todo, menos la canción.
Es en ése poema, sin embargo, donde encuentro la justificación exacta para los olvidos y para las cosas que no se cargan en la maleta por lo dicho. Todo cabe en una caja: todo menos la canción.

Hay algo, mas allá de las maletas, de las valijas, hay algo que no se porta en nada que no sea el propio cuerpo.

Aprendí a mirar de ese modo los habitantes de aeropuertos y terminales. Cuestión de probar. No es lo que se lleva en la maleta. No es la alija. Tuñón es claro. Lo que hace falta no cabe en una caja. El que se va con olvidos voluntarios. El que es expulsado. El que se va porque no tiene vida en ése sitio. El que lleva las valijas no lleva nada dentro si no lo lleva en el cuerpo. En algunas terminales, llenas de ruido, está el silencio que indica Tuñón. Poca cosa deja el muerto. El viaje, el que sea, es una pequeña escena, un ensayo de la única escena que protagonizaremos, sin quedarnos para los aplausos.

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