Google+ Raúl Acosta: Olvido #AntesQueMeOlvide

viernes, 13 de abril de 2018

Olvido #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 13 de Abril 

Hace unos años me sorprendió, al presentar a sus cantantes del coro, un  ícono de la canción española. La primera voz solista se llamaba Olvido.
Preguntar fue necesario. Era cierto. Desde entonces sumo otra connotación a la palabra. Tal vez una de las mas poéticas o románticas. Una bella muchacha que canta y que se llama Olvido, la bella voz de doña Olvido García Pérez… Me sigue sonando a broma, pero es cierto.
Es que el olvido es una de las malas artes del cerebro. Del nuestro y del cerebro de todos; el olvido popular, el olvido del pueblo, que es un cerebro de todos, una memoria común, suele ser singular.
En nosotros, cuando niños, el olvido era el origen,  el comienzo de un castigo, un reto, una reprimenda. Un olvido en las compras del almacén, en avisarle a una tía y lo peor, la cocina encendida y la canilla abierta.
Un olvidadizo es, como se sabe, un atento a otras cosas en ése minuto justo en que recomiendan cerrar con llave o llevar los remedios del abuelo. La atención se fija en otras cosas (estabas pensando en pajaritos, solían decirnos) y es que hay, sin ser sabio competente se advierte, hay una vida que llama la atención y olvidamos aquello que no tiene prioridad para nuestra cabeza que debe ser amaestrada para recordar aquello que pide “la vieja”. Apagá la luz y cerrá con llave…
Con los números, los largos poemas, las lecciones de química, con cuestiones que no encajan en el entusiasmo, la instrucción organizada pide que recurramos a la memoria. Qué otra cosa que la memoria nos lleva a recordar a La vaquera de la Finojosa que iba, justamente, “faciendo la vía del Calatraveño…” en ése idioma galaico portugués o castellano antiguo o algo así, que ya falla (hoy, ahora) la memoria para ubicar el porqué se escribía de ése modo y mas: porqué había que respetarlo…
Entender el disco rígido de las computadoras, que tiene una capacidad limitada de almacenamiento, facilita comprender el cansancio de la memoria y esa adaptación: se recuerda lo que se quiere recordar y como desee cada cerebro, cruzado de emociones, intereses, prioridades… y olvidos. El cerebro no es binario, suelen advertirnos los entendidos en el comportamiento.
Es sencillo de entender el imposible de un recuerdo común. El amanecer no es igual y hasta el mismísimo gol de la victoria es diferente según en que sitio de la cancha, del sofá o del relato en el camino mientras íbamos a…
A propósito: ¿Dónde estaba usted cuando el hombre pisó por primera vez la Luna? Elegir un acontecimiento que parece común permite advertir que el recuerdo, ese costado perfecto de la memoria. no es tan perfecto ni exacto, ni siquiera existe para otros.
El olvido nunca es tal, es la falta de registro en el disco rígido caprichoso (aleatorio sería el término un poquitín mas técnico) en el casquivano disco rígido con el que andamos por este valle.
El muchacho se acerca al ídolo y le dice” yo lo saludé la última vez que vino a la ciudad, y usted me firmó un autógrafo y me preguntó por mi mamá, se acuerda…” Lo que es  una emocionante historia para el adorador del cantante es un pernicioso olvido de ése cantante, abrumado de fans y de autógrafos.
El olvido saltea cosas y se sabe que feísimas cuestiones el hombre suele enterrarlas a doble tranca y olvido en lo mas profundo de si y, a la vez, recordar con alegría una tarde de chocolates y confites, tan tonta, tan alegre e irrepetible.
Tomemos otro ejemplo: el primer sexo es un acontecimiento tan común pero tan personal y, sin embargo, cada uno recuerda del suyo algunas cosas si, otras no, otras tienen resaltador y de otras mejor no acordarse.
Las fechas de acontecimientos populares dan otro ejemplo porque el 25 de mayo de 1810, del que no tenemos memoria ni olvido sino por medio de relatos, se recuerda aferrado a las paredes del día: dónde estuvimos cuando sucedió el año pasado, qué recordamos del primer 25 de mayo en la escuela y el primo Pepe, que lo anotaron y cumple años ése día, pensando que lo salvaban del Servicio Militar Obligatorio algo de lo que, hoy día, nadie puede fabricar recuerdos: de la colimba. Desapareció. El primo Pepe existe y lo queremos.
El amor es un gran disparador de memorias, también de olvidos. En el amor el olvido es la tragedia o peor, el sepulcro. “Ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora”. El lamento, la queja puesta en esos dos versos es perfecta. Hay otra ppoesía que encierra, en tres líneas, con esa métrica tan “boleruda”, la soledad mas espantosa, la soledad en mitad de la multitud. “Esta tarde vi llover / vi gente correr / y no estabas tu”.
Con la poesía del despojo, de la traición, del abandono aparece lo mas cruel de la memoria: la ausencia del olvido. El dolor en tiempo presente. El olvido, para estas “heridas que no cierran y sangran todavía” sería la solución.
Si logra acostumbrar el oído a los textos de las canciones de los mas jóvenes, si logra superar el ruido, podrá escuchar mínimos poemas coyunturales, sin referencias al ayer. La juventud no sabe del ayer porque, para ellos,  aún no existe. Tampoco el olvido. Difícil de explicar en poco tiempo. Con los años se puede entender. En parte.

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