Entre los personajes del país aquel de donde vinimos hay dos que no son iguales, pero tienen un tronco común, esa forma casi campesina del afecto que fabrica amistad instantáneamente..
Uno me regaló una frase que aún uso. Don Humberto Volando me dijo "vea, Acosta, si usted es muy pobre y le duele la muela o su mujer está embarazada en mitad del monte sin luz sin agua, usted también se vendría a la villa. Hay gente, sabe, el humano es más solidario que lo que parece y esa gente lo que busca es a otro, busca un abrazo, una voz, una luz, usted me entiende...". Humberto Volando recorría el país y trataba de contar sus propuestas. Nunca intentó convencerme ni se engañaba con la vida. Hacía lo suyo con tal grado de honestidad que provocaba afecto. Acaso el afecto estuviese en él, porque esa rara mezcla de dirigente y tío bueno no tiene muchos maestros y viene con la construcción de los hombros, la lectura, el origen y el porvenir. Hoy no hay remplazo y algunos de sus sucesores parecería que, ay, se fueron por la banquina
Humberto Volando era un enamorado del porvenir. Y cultivaba el afecto como mensaje. Se quedó poco menos que solo en un momento de la historia, pero ya había escrito su página.
Toda vez que pasaba por estos pagos se detenía y preguntaba: ¿tiene un momento...? Abríamos el micrófono y explicaba lo suyo. No intentaba convencerme, intentaba contar. Cualquiera se daba cuenta que había leído los profundos libracos del marxismo y que por su edad era contemporáneo de Perón, Getulio Vargas, Codovilla, Balbín. Él estaba en lo suyo. Su caminito, su huella. En los años de plomo fue un faro que no cobraba peaje. Recuerdo otra frase suya. "No hay que parar con estos temas, si usted descuida el campo las malezas ganan y con las malezas, el bicherío".
En los bares del centro solía toparme con Lisandro Mirto Viale. Sonreíamos al vernos. El gringo Viale no era igual que Don Humberto, pero está dicho, un mismo árbol de país los unía. El gringo Viale me decía "acordate negro que soy candidato y los candidatos queremos hablar, cada reportaje es un discurso para mucha gente..." Venía y hablaba. "Dejame que te pague un café", solía decir. "Que no tengo para la campaña pero me alcanza para un café". Él también había leído profundos libracos.
El gringo Viale hablaba de sus viajes y terminaba con lo mismo: "acá hay que hacer las cosas antes que perdamos todo el tiempo en discusiones, acá hay que hacer las cosas enseguida... pero convencerlos a ustedes lleva tiempo".
En algún partido político estaban, con alguien se juntaban y para algo luchaban o mejor: por algo luchaban pero para mí era claro: luchaban por el porvenir.
Humberto y el Gringo llevaban el afecto como un poncho y lo prestaban. Siempre tenían algo que hacer más tarde, mañana, siempre prometían volver. Cumplían. No hay metáfora. Estaban de paso. Recuerdo a Luis Eduardo Aute: "El tiempo no puede tomar asiento..." Eran operarios del tiempo.
Hace pocos días un muchacho me pidió una entrevista para un programa televisivo y me mandó el cuestionario. El tema era "La Patria". Rara cuestión en la televisión, que es entretenimiento, Más raro es que en el siglo XXI el tema sea La patria.
Recordé a Marechal (La patria es un dolor que se lleva en el costado), a Julia Prilutzky Farny (donde nunca se está del todo solo, y se quiere tener un hijo está la patria). Cito de memoria los conceptos, acaso las palabras exactas sean cercanas.
Pienso que yo conocí el comienzo de una patria que, de hecho, es una creación colectiva y que, acaso, dentro de 200 años esté hecha. Todavía estamos bajando de los barcos. Mínimos ladrillos en el húmedo fondo: estos dos personajes trabajaron para el porvenir y no hay patria sin porvenir, claro está. Los vi jugar sus días a esa apuesta y, se me ocurre, como aventurada idea de las cosas, que la patria es un rolling stone y, por qué no, un ponchito que arrope a muchos, si es posible a todos. Un periodista es un ladrón autorizado de ideas. Esta es de ellos. Usaban poncho.
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