Google+ Raúl Acosta: Livianito #AntesQueMeOlvide

viernes, 18 de mayo de 2018

Livianito #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 18 de Mayo


Hay recuerdos, movimientos, pensamientos livianitos y en esa liviandad, en muchos casos, está la fuerza.
Una de las mas bellas canciones de Facundo Cabral refiere al embarazo. Dice en uno de sus versos:”ella no dice nada, solo sonríe”… en otro punto refiere a que va como volando sobre la casa, casi ni camina. Ni pesadez ni nada parecido. Ese punto, el embarazo y la proximidad del parto, pone las cosas en un orden en el que los kilos no cuentan.
En “nanas de la cebolla”, casi moribundo o verdaderamente moribundo, Miguel Hernández pide que el hijo no sepa lo que pasa ni lo que ocurre y que vuele y que si es libre nunca despierte… Es un pensamiento donde apela a la liviandad para la felicidad en un  hijo que a él le cuentan (está en la cárcel, donde morirá poco después) que no tiene, la madre, para amamantarlo, mas que cebollas.
Hasta la sonrisa de las madres al parir es diferente. Y diferente el trato con  ellas.
Un viejo cuento publicado en la revista ADAN (una de las mejores revistas argentinas donde, además de este cuento, había textos de Rodolfo Walsh y otros ( de Walsh leí el cuento del futbolista, de una belleza pocas veces alcanzada en la literatura que he leído y que, por tanto es toda la literatura… ya que cada uno de nosotros es una antología arbitraria de amores y odios y, obvio, incompleta, pero total)
El cuento que memoro, no el de Walsh, habla de una mujer que sale  del mar en una playa agreste, sin carpas ni vendedores de maíz emmantecado, con una tela blanca, una especie de solera larga mojada, pegada al cuerpo, con los pechos sin sostén y todos enmudecen… se acerca a sus  pertenencias y de un cesto, evidentemente un “moisés”, toma un bebé y se pone a darle de mamar. Cambian todos los detalles de los chicos que la miraban y la vida es la misma y solo un momento, apenas eso, que se convierte en otro y pone los pensamientos livianitos, alegres, enamorados o admirados, que tanto se parecen.  El cuento de Walsh sirve para arrimarse a la última pasión, el fútbol. Finalmente las cosas del amor están cerca.
Vamos, que el amor es enamoramiento y este es admiración y el mejor estado del hombre (como especie) es enamorado.
Por favor, lea esa frase de nuevo, pero sin respirar. Me acompaña desde mi primera lectura de Neruda, sobre 1956… que el amor es enamoramiento y este es admiración y el mejor estado del hombre (como especie) es enamorado. El enamorado admira y no mide ni pesa ni frena ni calcula y todo, repito a Nascimento,…”nada era lejos”…
No he cambiado de parecer. El amor aliviana las cosas. Está claro que un mundo diferente es el que pertenece a la poesía y todo enamorado, se sabe, dice cosas que solo pueden entenderse poéticamente. “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos” Hum. Solo amor para entender. Ningún otro modo.
Sigue siendo única la foto del hijo tocando la panza de la madre agrandada por otro embarazo. La repiten y la repiten y conmueve del mismo modo. Hace muchos años una de esas fotos, la de “Carlitos“ Saldi, tal vez uno de los mejores fotógrafos que vi en mi vida, planteó ese juego, la viró a sepia, borró los rostros, dejó las figuras y recorrió el mundo en la década del 60/70, porque no había modo de olvidarla. De evitarla.
Hay en nosotros una memoria que no se borra, la de la primera vez que vimos, como adultos, un bebé. Puede que queramos borrarla. Que aparentemos no recordarla.  Ser adulto es, un poco, adulterarse
No es lo mismo un niño mirando un bebé que un adulto. No es lo mismo. Con el niño mirando un bebé la parte animal se cruza, son dos animalitos, con el adulto la civilización pone frenos que un bebé cruza sin saber y allí es donde nos pega, nos desarma.
Levantar un bebé se convierte en el ejercicio absoluto de liviandad y de qué modo eso, tener un peso de nada, es tan pesado y, además, una de las verdaderas pruebas de sentimientos.
A veces conviene reírse de frases armadas como pesada herencia, castigo que pesa, una culpa que no podrá levantar, llevo tanto dolor sobre los hombros…
El hombre enamorado es como un bebé y éste, el bebé, es tan livianito que nadie puede negarse al mas puro gesto. Arroparlo. Así era en el mundo de donde vine, que  ojalá sea parecido a este donde vivo.

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