Google+ Raúl Acosta: Ruidos #AntesQueMeOlvide

jueves, 17 de mayo de 2018

Ruidos #AntesQueMeOlvide


Publicado en el diario La Capital el 17 de Mayo

Hay sitios de la memoria que llevan al silencio y que no conviene hacer ruido, para que no se despierten. Cada tanto, sin embargo, algo los altera.
En San Antonio de Areco se filmaban escenas de “El muerto” sobre el cuento de Jorge Luis Borges. La invitación a pasar el día de filmación en los pagos de Don Segundo Sombra (Pagos de Güiraldes, en realidad) junto a Borges no tenía para mi falla alguna. Cada tanto memoro esa mañana.
La filmación aquella (Olivera y Ayala son La Patagonia rebelde) se demoraba en detalles y debo confesarlo, no me importaba un rábano la escena con Juan José Camero y si aparecería o no aparecería Francisco “Paco”Rabal y si se desnudaría o no Thelma Biral.
En el alero de la casa que se usó como refugio, sostén, escenografía, paisaje y  aguantadero apareció, calculo que por cansancio, Jorge Luis Borges, el hombre de aquellos turbulentos años. Trajeron empanadas de carne, tibias, y Borges comió. Yo también, era una ancha fuente. Servilletas de tela y un alto vaso de agua. Y después dulce, en un plato, que el tenía cerca y sobre el que llegaba con la cuchara (cuchara sopera) y cortaba pedazos de ese dulce. Los llevaba a la boca, no siempre con total acierto. Parecía dulce de ciruelas o de membrillos, oscuro, espeso.
Le pregunté sobre Güiraldes y dijo que  era excesivamente gauchesco pese a ser un ciudadano y habló de la familia de Güiraldes. Le pregunté sobre el tango y dijo que poco mas allá de “La morocha” nada bueno se había escrito. Recitó esos primeros versos…” yo soy la morocha, la mas agraciada…” El grabador funcionaba y juro que era bueno y nuevo. Sólo al repasarlo, ya en la redacción, advertí que en cada giro del eje un chirrido molestaba para la reproducción, para el testimonio no, pero para la reproducción no servía. Ahora me maldigo al no esperar la llegada del “Sound Force” y sus sistemas de recortar agudos y ruidos. Nada de eso existía o de nada de eso se tenía conocimiento en ésa década del ’70 así existiese en algún lugar distinto de ése sitio de provincia de Buenos Aires, con el alero donde no llegaba el sol y Borges, de riguroso traje, aceptaba el mandato de quedarse allí hasta mas allá de la siesta, supongo que como parte de un pago formal y un compromiso con gente de la producción, que estaba claro que lo conocía. En ése sitio Borges me cantó claramente el tango de Villoldo, que por ser de la primera década del siglo, lo tendría en sus primeros pliegues de la memoria.
Cada tanto preguntaba por una señora Felisa o Tita, ya no recuerdo eso, pero era evidente que algún vestuario, retoque de ropajes o las múltiples funciones en las filmaciones de exteriores lo dejaba allí, sin la atención que deberían haberle prestado pero claro: el eje era la fuilmación, no Borges.. Le pregunté si quería ir al baño, me dijo que gracias, que no. Que era un día de mucho calor para él. Traje y corbata. Le volví a llenar el vaso con agua y se lo dejé cerca de su mano. Los zapatos acordonados y los pies juntos, la respiraciuón tranquila pero que se oía. Le pregunté por Perón, en ésa década y en esos años lo creí necesario. Algo que parecía una sonrisa acompañó un gesto de mirar hacia arriba y dijo que bueno, que las aventuras de sus cuentos no invitaban a ése tema y que el comportamiento de Otálora y de Azevedo Bandeira podría ser un resumen de quien se aprovecha y quien sigue siendo un infeliz con sus actos, no…
No quería discutir el cuento, no me sentía ni me siento capaz de discutir uno de los cuentos de Borges donde se mete con tres regiones de sus afectos y dos generaciones (Uruguay, el sur Brasilero y los arrabales de su única ciudad, Buenos Aires) de los otros cuentos tampoco puedo analizar nada. Tal vez puedo comentar algunos versos, pero no se. Le pregunte por algún cantor, alguna canción, algún tango mas allá de Villoldo. Mencionó Ivette. Y ese muchacho: Jorge Vidal. Debo reconocer, no sabía nada de tango. O demasiado. Según. Ivette Tango 1920 Música: Augusto Berto / Julio A. Roca  
Letra: Pascual Contursi : “En la puerta de un boliche  un bacán encurdelado, 

recordando su pasado que la china lo dejó, entre los humos de caña 
retornan a su memoria esas páginas de historia que su corazón grabó//  Bulín que ya no te veo, catre que ya no apolillo, mina que de puro esquilo con otro bacán se fue; prenda que fuiste el encanto de toda la muchachada y que por una pavada te acoplaste a un no sé qué... //¡Qué te ha de dar ese otro que tu viejo no te ha dado! ¿No te acordás que he robado pa que no falte el bullón? ¿No te acordás cuando en cana te mandaba en cuadernitos aquellos lindos versitos 
nacidos del corazón? // ¿No te acordás que conmigo usaste el primer sombrero y aquel cinturón de cuero que a otra mina le saqué? 
¿No te traje pa tu santo un par de zarzos debute que una noche a un farabute del cotorro le pianté. Y con ellos unas botas con las cañas de gamuza y una pollera papusa hecha de seda crepé? //¿No te acordás que traía aquella crema lechuga que hasta la última verruga de la cara te sacó?  Y aquellos polvos rosados que aumentaban tus colores…  Recordando sus amores el pobre bacán lloró...” 


Los ruidos no dejan escuchar detrás los verdaderos sonidos. Eso hacen. Borges, Jorge Luis, durante toda una mañana, me llenó de ruidos. Jamás habló, una bullanguería de circunstancia y una diversión acompañó su estancia y mi irreverencia. Reales fueron las empanadas. Y el espeso dulce que, golosamente, se comió. Ese si fue Borges. Cuando comía no hacia ruidos. Doy fe.

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