Días pasados un importante hombre de las empresas argentinas me contaba que el respeto, aquel del que hablan las películas sobre las mafias sicilianas, que tanto popularizara el cine yanqui, aún existe.
Me contaba de un homónimo, venido de la misma zona y con varios años de anterioridad por estos pagos, que lo llamó un día y le dijo que él tenía que ir a su casa, porque era el mayor y le debía respeto. En esa casa, me contaba, la imagen de la virgen con una vela artificial, el retrato de la madre y un salón con sillas oscuras y un sofá. Allí lo recibió. Fue por respeto, me dijo.
Fue sencillo el relato y, para mi, lleno de imágenes. El respeto está dentro de aquello en lo que me formé. El bar de la esquina uno de los sitios. Las reuniones familiares. La escuela. La calle.
En la calle por presencia, en la escuela por conocimiento y conveniencia y necesidad de aprender, en el bar de la esquina porque cuando entré entendí que era así; si uno no se adapta al lugar donde llega corre el riesgo de los dinosaurios, extinguirse. Con la vieja igual, porque era asi. El viejo por la amenaza de un cintazo que alguna vez se concretó. Con la mirada se conseguía el respeto.
Conocí todas las formas del respeto, del que se consigue de guapo y del que viene de la conducta. También el mejor, el que viene del reconocer que el otro es mejor, que sabe y mas y que si da un consejo, una sugerencia, no viene en ella el mal sino el bien o la buena intención.
El respeto, aquel respeto, acomodaba la sociedad. El albañil me decía me cuido en la escalera, yo respeto mis piernas, mirá si me caigo. El electricista me decía: hay que respetar la electricidad, no joderla.
Hablaban del respeto como algo que estaba fuera y que no convenía, no se podía, no se conseguía alterar. Ni la fuerza de gravedad ni los kilovatios que venían por el cablecito y que podían ser la muerte. En ambos casos. El que se cae, el que se electrocuta. Pero eso es respeto de otro tipo. Es un humano respetando cosas que están fuera de la conducta, son físicas.
Recuerdo una familia en que el hermano inferior “trataba” de Usted al mayor en cambio el mayor, hacia abajo, los tuteaba. Y el hermano mayor trataba de Usted al padre. Respeto. Arturito le decía Usted Leopoldo no me manda y Leopoldo le contestaba: Arturito estàs equivocado.
El respeto no tenía mucho mas código que aceptarlo o no. No se bien si era sumisión. Estamos en un tiempo en el que la controversia, la rebelión, el desafío a la autoridad constituida es también un mandato. Debemos rebelarnos contra lo que existe. Se lleva, el viento del atropello, el respeto. No hay, está claro, nada parecido a la piedad.
Aquel viejo italiano, que llamó al empresario que me contó su historia, refiere que el llamado era para decirle me muero, cuide el apellido. La escuela es mas contestaría que respetuosa, no hay mas cafés. El código de la calle es de violencias, no de respeto y escalafones, en todo caso los escalafones son muescas en la culata. Es distinto. Si debemos recurrir a una metáfora que defina resulta poco menos que inevitable Discépolo: …” que falta de respeto, que atropello a la razón”… Lo escribió hace muchísimo tiempo.
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