Cuando yo empecé a andar en bicicleta por las calles no había semáforo. Semaforos, para decirlo mejor, porque uno mira de a uno, pero en una calle larga advierte que son muchos y en una ciudad muchísimos.
Tal vez había semáforos.No lo se. Si existían sobre 1955 no los recuerdo. En ese año salí por las calles, solo, en bicicleta.
Recuerdo mi primera bicicleta, usada. Y salir por las calles hasta llegar a la laguna, a Guadalupe.
En Rosario, donde habito hace tanto tiempo, la bicicleta recién fue usada cuando se convirtiò en un vehículo familiar, Al poco tiempo dejò de brindar seguridad, aùn en las mañanas de domingo. De un claro domingo de sol que un paseo en bicicleta no mejora, sino que descompone.La Inseguridad Urbana es uno de los males del siglo XXI.
Los semáforos, según la información de las redes aparecen en 1968 y, para mi, tienen un còdigo que los daltónicos entienden, porque siempre el de arriba es rojo, el del medio es amarillo y el de abajo es verde. Los que no entienden el código son los locos sueltos. Este país, mi país tiene el mayor índice de locos sueltos por metro de calle y/o avenida.
Con los primeros semáforos el primer final del policía de la esquina, con silbato y poder.
Con el semáforo la primera discusión por el valor del amarillo (precaución) y los reflejos para poner primera y rajar ante el aleteo del verde.
Con los semáforos la necesidad de la cámara fotográfica para certificar la infracción.
En algunos sitios el semáforo ordena el tránsito. En estos pagos es una estimulación temprana para las mil y una formas de cruzarlos fuera de la ley. La ley es clara. Rojo prohibido. Amarillo precaución. Verde ahora si se puede pasar.
Los semáforos sirven, como otras cuestiones de la vida en común, para demostrar que la convivencia no es una palabra de igual significado-
Convivir es pedir con un bocinazo que el de adelante se apure. Convivencia es negarlos de madrugada. Convivencia es no arreglarlos cuando están rotos y dificultan la seguridad. Convivir, en rigor, es advertir que cumplir con las leyes del semáforo es rebajar la condición de pájaro libre, de impune vuelo.
El semáforo es el primer peldaño del desacato social. Saber que una maquinita, con un programita mínimo, regula el tránsito, no es una pastillita sencilla de digerir.
En el semáforo el mas común y popular de los insultos ante el poder constituido. Rebelarse contra el semáforo,que sabemos que tiene una organización sencilla, parecería una actitud libertaria y lo es. Engañar un semáforo,vencerlo puede constituirse en un deporte de abolladuras y algo mas.
Convertir el semáforo en enemigo público el termómetro mas certero del malestar urbano. Mantener los semáforos desarreglados, desparejos, caprichosos, arruinados, el mejor diagnóstico de una ciudad que suma malestares. El malestar de los tontos y rebeldes que engañan semáforos. Que suele sumarse al de las autoridades que no entienden que el malestar de uno es una multiplicación de la bronca urbana.
No hay nada mas sabio que los tacheros viejos. “Jefe, voy a acarrar por esta calle, que no tiene semáforos…” La mejor definición de la anarquía donde todos deseamos vivir… mientras esté paga la cuota del seguro.
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