Google+ Raúl Acosta: Suerte #AntesQueMeOlvide

martes, 19 de junio de 2018

Suerte #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 19 de Junio

El gordo Pedro fue un tipo de buena y de mala suerte. Las cosas son según se miren. Fue tachero, regenteó un boliche nocturno pero era, esencialmente, periodista. Cronista.
Un cronista de cada sitio donde está ubica lo que resalta, lo que está fuera de lugar, lo que sirve para contar y una crónica, básicamente, es un cuento. 
Uno de sus amigos, “el rana”, era mecánico de buques. Viajes de dos meses en esos buques cargueros oyendo el traqueteo de los motores. Me pongo tapones y leo, leo mucho. Juntaba las novedades de novelas de dos meses, a crédito, en la librería de Calle Corrientes donde nos encontrábamos antes de doblar para El Hamburgo. Algunas son porquerías, pero leo todo. Eso me decía. 
La primera vez que lo metieron preso al gordo Pedro fue en una manifestación en su pueblo ciudad barrio: Banfield. Querían cambiarle el nombre porque era de un gerente inglés. El gordo Pedro era comunista a la vieja usanza. A los actos del partido. La contribución, los periódicos y suplementos y el voto según los dirigentes. Era una mirada marxista de una realidad que ya empezaba a incomodarnos sobre fines del ’60. 
El gordo ya escribía, ya se había peleado con José María Muñoz a quien lo desafió a pelear durante un partido, en la cancha de Independiente. No era violento el gordo, pero Muñoz sacaba de las casillas a mas de uno. Una cosa era el relato, otra las opiniones de Muñoz.
El gordo me contó que lloró la primera vez que vió la bahía, en Rio de Janeiro, bajo el Cristo. Era muy bello ese amanecer y yo no iba a poder describírselo a ustedes, deseaba que estuviesen allí pero era imposible y me puse a llorar. De impotencia ante el paisaje. No se. 
El gordo Pedro fue a cubrir un partido de Ríver a no se que ciudad brasilera. Eran años de equipos de Brasil y de Argentina en las  copas latinoamericanas, terciando algunos uruguayos. Poco mas. Terminó de mandar la nota por teletipo, desde el centro de prensa y contaba que la otra cosa que recordó es una lamparita en una tienda de lona en un  hospital de campaña. Meningitis. Cuarentena en Brasil, en esa ciudad. Nos atendían unas monjitas. Ahí ni llorando me sentía bien. Nunca supe nada hasta que pasó. Me salvé. Pude imaginarme lo que es la guerra y la soledad. Era otro idioma, muchos pobres / pobres, otros que lloraban, algunos nenes que se morían. Estaba yo. Pensaba cada cosa.
El gordo juntaba peseta sobre peseta. Tenía una ilusión y se le dio. El iba a ir a España a escuchar el primer discurso de La Pasionaria cuando se muriese Franco. Peso sobre peso, pasaje. El gordo era hijo de Asturianos. Odiaba a Franco y odiaba a Perón. No se como lo podes bancar, me decía. Era comunista pero no era un sordo, el que sabe oir puede discutir y por ser “oidor” entiende el sonido del otro. Allá fue el gordo Pedro a Madrid. Estuvo en el primer discurso de La Pasionaria, ya vieja, pero aún un símbolo en una España que despertaba de un letargo largo por lo extraño o extrañamente largo. La Pasionaria era una dirigente que supo ser un símbolo en una España simbólica con un Franco de carne y malos huesos. Los tiempos estaban cambiando y pronto se llevarían a La Pasionaria y a ese Partido Comunista que de la clandestinidad a la vereda fue mutando y desvaneciéndose. 
En ésa madrugada de festejos después del discurso, en una tasca madrileña de festejos, tapas, vinos y cante jondo estaba el gordo Pedro con sus primos y en las mesas cercanas a la puerta barullo, batifondo, peleas. El gordo que gira la cabeza y recibe un botellazo en mitad de la cara y la cabeza y allí se cae. Conmoción cerebral, huesos de la cara rotos, parietal fisurado, internación en un hospital público en Madrid. Primos que deben volver a sus trabajos y que bueno, que ya se arreglará todo Pedro, que estas en buenas manos y que el fin de semana volvemos hombre. 
Vivió para contarlo. Tuvo amigos de fierro, que dejaron sus países y sus laburos para venir a despedirlo cuando, muchos años después, peleó contra un cáncer de páncreas pero se sabe, aún hoy esa pelea es a pocos rounds. 
“El viejo bigote que da al callejón…” Asi me saludaba y nunca dejamos de tratarnos de Usted. Que dice mi viejo, como le va. No es mala suerte, no la tuve, vivir es siempre bueno. Mire de donde salí y mire donde llegué. Mujer. Hijo. He visto muchas cosas. Hágame un favor, afloje con el peronismo que no es la solución, es la culpa. 


Con el gordo Pedro escribimos el primer libro que me editaron:”El fútbol nuestro de cada día”. Era el 1974. Hagámoslo. Escribir es bueno, uno nunca sabe quien lo lee ni donde. Mire si “el rana” se lo lleva a la sala de máquinas este libro va a dar la vuelta al mundo en una bodega de un buque de cargas. Eso que es ¿ buena o mala suerte? La respuesta la ahogaría el traqueteo de los motores. Por suerte.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario