En el viejo tren a Buenos Aires, el que tardaba 4 horas 15 minutos de Retiro a Rosario y de Rosario Norte a Buenos Aires en la noche el grito del mozo era claro:…” Segundo turno para cenar….”
Había dos turnos en ésa formación que salía a las 19 y llegaba 23, 15 A Rosario Norte. Con su “Coche Comedor”. El primer turno a las 21. El segundo a las 22. Nosotros, los mas jóvenes, íbamos al primero y si, por casualidad, no se llenaba el segundo nos quedábamos de sobremesa, cigarrillo y café, hasta que anunciaba que comenzaba a llegar, después de la parada en San Nicolás. El anuncio era un toque en los frenos. Y la amplia curva para enderezar hacia la estación. Vajilla de alpaca. Tenedores gruesos, pesados, cuchillos gordos.
El tema de los turnos era mas sencillo en aquellos años, en mitad del siglo XX, sin pedidos “on line”. El turno con el médico. Con el peluquero. Rarísima una palabreja que apareció después: interturno o sobreturno. Dos palabrejas compuestas que descomponían el humor. Aún lo descomponen.
El turno era mejor que la cola descarada y cruel, sin refugio para nada. Llegar y a la cola era peor que llegar y tener turno. El turno tranquiliza, mitiga la ansiedad.
Un turno cruel era con el dentista. Años de tornos zumbadores y extracciones a pinza y esfuerzo. Es terrible el ruido en la sala de espera del dentista.
El turno era una organización momentánea, precaria, que quitaba desazón y aseguraba el horizonte. Ya llegará mi turno.
El turno era una seguridad en sitios donde no se vivía y, de hecho, se necesitaba estar. Nadie pide un turno con la obstetra para hablar del ayer. En todo caso porque hay algo del ayer que ya no sucede.
El turno pone gente delante y nadie se enoja por eso y gente detrás y no nos sentimos triunfadores sino con mas suerte, tenemos el turno antes que ellos.
En los lugares del Estado los turnos son necesarios para que nadie se enoje con quien no se debe porque es cierto, rigurosamente cierto que nos enojamos con quien distribuye, entrega, vigila los tuinos y este, en general, es un funcionario, un secretario/ secretaria que nada tiene que ver con las demoras o la incertidumbre.
Hay un punto de incertidumbre. Insultamos o no insultamos al médico que llega una hora tarde y atrasa la vida de los demás… En mi caso siempre opté por el insulto con un argumento nada novedoso. Mi tiempo vale igual que el suyo, doctor, usted me ha robado una hora de mi vida incumpliendo con su palabra…. Lindísimo. Siempre lo pensé. Nunca lo dije.
El turno en los restaurantes aparece en un cuadernito y el lío es si la mesa es de dos o de cuatro y si ya están pagando o aún no les sirvieron el postre.
Una de las cuestiones mas lindas, enojosas, confusas y deliciosas, todo a la vez, es el turno para parir. Hay un almanaque, turnos pedidos, camas reservadas y la criatura se adelanta y rompe todos los convenios. Rompe bolsa. Empiezan las contracciones. Se adelantó. No teníamos el bolso preparado ni turno con el partero. Los sietemesinos y los prematuros una verdadera demostración que la vida se toma su tiempo y que ese tiempo no es el nuestro. Y la otra punta de la trama, que solo por goteo y porque lleva todas las semanas calculadas y una mas y vamos a inducirla. En ese caso el turno es valioso. El partero sabe y la cama está reservada.
El turno es un paracaídas en la sala de espera, un nombre y un número y un momento de injusticia. Particular o por mutual…. Los turnos particulares hacen la diferencia en la sociedad. No todos somos iguales. El turno lo certifica. Por si hacía falta recordarnos que somos todos iguales, pero no siempre, no mucho, no en los turnos.
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