Por Raúl Bigote Acosta
Nota de opinión publicada en diario El Litoral el día domingo 6 de diciembre
El 10 de diciembre, el 11 en rigor, comienza un nuevo ciclo político en la República Argentina, con un cambio de gobierno que es realmente importante.
Por primera vez un partido que admite ser de centro derecha, popular, con criterios de eficientismo como bandera, asume el poder y deja fuera de la chequera y las decisiones estructurales al sistema (de poder) que hasta el 10 de diciembre nos gobernará.
Una de las noticias más importantes que hay sobre este gobierno, que todavía está en funciones, es el enriquecimiento ilícito de sus funcionarios. El primero y ejemplar, el enriquecimiento ilícito de la compañera presidente, que no sé de qué modo tiene que demostrarse en la Justicia, pero si tenía 7 y hoy tiene 70 y estuvo full time trabajando para la patria, es difícil entender/explicar que de 7 pase a 70 en su patrimonio.
Certeza: hay un gobierno de centro derecha que está tomando el poder el 11 de diciembre. Muchos de sus funcionarios, que vienen de lo privado, irán a lo público con el criterio de eficientismo. El criterio de eficiencia en el empleo público y en el trato de la cosa pública no es lo común. Acá las burocracias se han empeñado en demorar la actualización de la Argentina.
Cuando sobre la soja y los dineros que desde fuera venían a raudales, acá se debería haber planteado “desarrollémonos, hagamos siglo XXI” los K empezaron con “retrocedamos, hagamos 1970”. Nunca fue vamos por todo, siempre fue vamos por la revancha.
Así perdimos el primer tren del siglo XXI. Es por eso que este gobierno de centro derecha, pasado ese tiempo de las vacas gordas, asume el poder ante el exceso de soberbia, el exceso de enfrentamiento, el exceso de egoísmo, el exceso de ineficiencia de burocracias, de militontos pagos, de robos, de corrupción, que eso representan los años del kirchnerismo. Acá el primer gobierno de centro derecha, con el voto popular claramente expresado. Tan claramente expresado que los territorios de provincia de Buenos Aires, de Ciudad Autónoma, de Santa Fe, de Córdoba y de Mendoza, le pertenecen a la oposición de la compañera Cristina. Sólo los feudos fueron fieles a la reina.
De esto salen en claro dos cosas. Se votó contra Cristina y ella no va a poder asumir el liderazgo de la oposición, porque alguien tan conflictiva, tan conflictuada, tan agresiva, tan peleadora, tan “vida o muerte”, tan secesionista, cismática, no puede asumir un rango de opositora para construir. Una izquierda racional da equilibrio al sistema de partidos. De gobierno por el voto popular. Hay que construirla.
Si apareció una centro derecha siglo XXI, lo que debería aparecer es una centro izquierda, para que haya dos partidos que discutan una alternancia, una forma de vivir o mejor: una forma de vivir y una forma de crecer.
El papel “parece” claro. Hay un mandato racional: “Hoy gobierna la centro derecha eficiente, nosotros vamos a ser más eficientes, nosotros vamos a usar mejor los dineros públicos, nosotros vamos a ser más transparentes, nosotros vamos a meter en cana a todos los corruptos, a todos los narcotraficantes. Nosotros lo vamos a hacer mejor que Macri”.
No hay porvenir si la izquierda sigue refugiándose en memorias de la piecita de atrás. Es difícil pensar que Kunkel, Lozano, Vicky Donda, Yaski, Tumini, Diana Conti, Del Caño, Zamora, Kicillof, Stolbizer, Di Tullio, De Genaro, Aníbal Fernández edifiquen un partido común. Sólo votaron juntos componendas cuasi tramposas. En este 2015 demostraron que no tienen un proyecto común, excepto sus cargos y sus dietas. Si ellos no son “la izquierda”, la izquierda... ¿Dónde está?
Sin un partido de centro izquierda este gobierno soportará guerra de guerrillas en todos los frentes. No es lo mejor, todo lo contrario. Combatir a un gobierno elegido por el voto popular con eslogans y comportamientos de viejos guerrilleros aburguesados es condenar al país al eterno estancamiento. Combatirlo sin la autocrítica sobre la corruptela y la franca corrupción sólo arrima al precipicio. No caerá Macri por el acantilado. Nosotros sí.
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