En rigor nos perdonamos. Estamos mirando en el presidente lo que somos. Somos los que siempre equivocamos el rumbo. Cuando el mundo se abría nosotros nos cerrábamos. Ahora que vienen las vacas flacas, el mundo se cierra y vuelve el compre nacional, aún en la capital del Imperio, “cha digo”, justo ahora nosotros apostamos a la apertura.
Estuvimos años enteros sin revisar la matriz impositiva que, cualquiera sabe, es enferma, retrógrada, malvada, chueca y vetusta. Ahora la revisamos de golpe como una blitzkrieg, a fondo y frontalmente y advertimos que bueno, que tal vez, que finalmente el Estado tiene dinero sólo cuando recauda impuestos. Ni la espada ni la pared. Chapucería de primer año de Perito Mercantil.
Cuando comenzó el siglo en el mundo advirtieron que debían dividirse, mimetizarse, esconderse y multiplicarse los capos de la droga (en el mundo) y que el mejor escondite estaba en pueblos jóvenes y distraídos. En comarcas apacibles se vive, que es importante y se blanquea dinero sin problemas, que también es importante. Hoy la droga, sus leyes (“El Código Narco”) han tomado el país de un modo que ya es visible. No fue posible sin alguna de estas razones: distracción, imbecilidad, soberbia y lo mas importante: complicidad. Que una ministra diga que vamos a comprar aviones y lanchas pero que las tropas son pocas y un ministro anterior sostuviese, en su momento, que Argentina estaba “radarizada” entra en el listado mencionado. Es una de las razones mencionadas. Elijamos. El circuito es completo cuando el titular ejecutivo sostiene que vamos a terminar con el narcotráfico. ¿Si?¿Cuando? ¿A que hora? Mandamos cámaras?
El peronismo, la gran matriz orgánica del país, tiene una deuda insuperable: fracasamos con la justicia social. Ni movilidad ascendente ni Estado de Bienestar. Nada. Pobres y mas pobres, planes y mas planes. Ahora afortunadamente empeoramos, porque las organizaciones mafiosas de desvalidos organizados han descubierto que el gobierno afloja ante los gritos, los paros y las redes (si “piquetes de redes” le hacen a este presidente) porque ahora que alguien aconseja (y muchos creen) que se gobierna en las redes y se vive en Instagram la situación es mas difícil, es casi imposible de manejar fuera de Internet. Afuera el mundo sigue siendo duro, ancho y ajeno. Aclaración: algo cambiamos, la anterior presidente creía que el país era el que ella decía (mentía, alucinaba) en sus discursos y que el resto era un maquiavélico plan de Clarín para quitarle el trono. Un presidente que dice pobreza cero es tan increíble como la que sostenía que Alemania tenía mas pobres que nosotros. Una inventaba. Otro no entiende. Ja.
Equívocos en la ubicación del país y sus posibilidades. Yerros con la pobreza. Deslices funestos en narcotráfico. Malversación impositiva. El desconocimiento de las claves del lenguaje de la política partidaria, de la burocracia y la gestión dentro del Estado. No comunican porque desconocen el lenguaje. Tartamudean, eyaculan precozmente y tienen poluciones nocturnas con actores, gremios y tribunales. Distracciones pecaminosas con la clase empresaria nacional y absurdas reverencias al capital internacional. Convencimiento mediático que Elisa Carrió es la jueza que absuelve perdona y corrige al presidente. Hiper mediatización del discurso político partidario. Ufa. Vamos con un latinazgo: “res non verba.”
Tengo el íntimo convencimiento que Mauricio Macri es el presidente mas auténticamente clasista que hemos tenido. No es un advenedizo como Menem, ni un rencoroso como NK, ni una cholula como su mujer, ni un inepto radical cordobés de clase media como De la Rúa ni un petiso engreído como Duhalde ni un bonaerense convencido que sabía todo y que todo empezaba y terminaba en el comité como Alfonsín, finalmente preso de radicalismo terminal
Macri está conociendo en serio la pobreza, la verdadera inutilidad de las burocracias argentinas, vamos, está conociendo Argentina, que no es Boca ni Socma.
Macri es un ingeniero cajetilla que salió del termo y envejece rápidamente porque cada problema es una arruga que crece y perdura. El creía que sabía gobernar porque fue campeón con Boca Juniors, porque tropezaba en Buenos Aires y todos sonreían (Je, este Mauricio, ya aprenderá…)
Sus soluciones pasan por anunciar obras que le cuentan que se harán y reconocer metidas de pata. El avance real es uno solo: sale a la calle y uno (bondadosamente) advierte que quiere y no puede. Por eso lo perdonamos. Todos lo perdonamos, menos el aliento de León Trotsky que sopla en cada individuo que cree que la revolución marxista llegará y él, el revolucionario urbano clavado en los ‘70 será, cuando menos, Jefe de Manzana y Encargado del Racionamiento. Esos no perdonan a Macri, tampoco a la democracia y al voto.
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