Se despereza el siglo y las ideas parece que quieren dormirse.
Me preguntan en España sobre el peronismo y qué cosa es esa del FPV. La palabra clave es “frente”. Ah, caramba... Pero... No, sí. Es peronismo. Es que el matrimonio era o no era peronista. Es ese, que hoy manda, el peronismo siglo XXI. Todas son preguntas.
No es sencillo explicar la Argentina, más difícil el peronismo. Un clásico. El tango es un pensamiento triste que se puede bailar. El peronismo es dos cosas, un sentimiento que, como se define al tango, se baila, linda milonga que no se puede explicar y también una mecánica de poder implacable que elige la mejor alternativa como en el binarismo: por default. Un Cámpora, un Cafiero, una Isabel, un Menem, un Duhalde, un K. Tango puro. Discépolo en estado de gracia. Todo es igual, nada es mejor. Habría que volver sobre el peronismo según código binario.
Sin embargo no insisten mucho. España está en un punto especial de su economía, de su política, de su historia. El socialismo duda. Acompaña. Se aparta de la dura porfía de Izquierda Unida (IU) que le reclama su origen socialista (un líder socialista dijo, para el espanto, que no había economías de derecha o izquierda sino buenas y malas) El Psoe está buscando que ese origen lo lleve a un frente de izquierdas o cambia, se acentúa el centrismo y el pragmatismo y acompaña al Partido Popular, y queda aliado de la realidad española. Se vuelve burócrata y se resigna o se asume de izquierda y se recicla. De eso se trata. El socialismo no quiere, en España, repetir a Zygmunt Baumann y su lápida: “La izquierda sólo parece decir nosotros podemos hacer lo mismo que la derecha, pero mejor...”. El punto es que las recetas del siglo XX parecerían gastadas.
En rigor se discute el siglo XXI.
Un siglo donde un eje es el costo desigual del trabajo, la globalización tiene esos líos. No cobran lo mismo en Shangai que en Bruselas, Camboya o La Matanza. Por el mismo trabajo, distinto salario. Hay economías que se favorecen de este desequilibrio. El trabajador global es violentado. Los mercados mandan, parece que grita la realidad. Se la oye.
La economía es global y el socialismo debe pilotear una historia que trata de ser única y referida a ganancias, las ganancias parecen darle la razón a Zapatero, economías buenas o malas. Las ideas políticas de izquierda parten de un punto diferente y tratan de llegar a un destino también diferente. Si el Estado de bienestar es darle comida, instrucción, salud y el aliento para progresar, si el Estado de bienestar es dotar de un futuro a la realidad, estamos en problemas. Estamos en problemas si el objetivo es el hombre y no la caja. Falta una boutade. Para muchos, la caja equilibrada trae sensación de bienestar.
El socialismo está decidido. Quiere ser quien oferte ese Estado de bienestar. Que lo reponga, se perdió. Estuvo y se fue. ¡Ay! Manolo. En Madrid los socialistas, con un aceitado aparato de gobierno (para algunos cogobierno) se reunieron a discutir por qué se metieron en la burbuja y estallaron con ella, como también la decisión, que se discutió, de tornar al origen. Partido Socialista Obrero y Español. Básicamente socialista y obrero, no apparatchik.
Con siete días de diferencia, los socialistas del mundo, esta vez en Estambul, plantearon la libertad, el respeto y el eje de los ejes: progreso en la lucha por la democracia. Diferencias. No es lo mismo el socialismo, hablar de socialismo en la cuna de Konrad Adenauer que en el filtro del Bósforo. Se huele la injusticia social. En Estambul nadie me pregunta por el peronismo. En un cónclave mundial socialista el peronismo es una manifestación del populismo. Nadie cree otra cosa. Está definido. Nada que hablar de tres banderas y de la sola clase de hombres, los que trabajan.
Creo haberlo dicho, repetir es necesario. Una de las dudas es el Estado de bienestar y su parentesco sanguíneo con la democracia.
Parece difícil creer que sin democracia es posible el Estado de bienestar.
La lucha es por el Estado de bienestar, y su paso previo la democracia.
De modo que el salario digno, el derecho a la salud y la instrucción son el deseo, el destino pero, pero, pero... Señoras y señores, el populismo es una durísima piedra en el camino y ya se sabe, pertenecemos a una raza, la humana, que suele tropezar como tonto con el mismo obstáculo.
El populismo enuncia, avisa que quiere a todos iguales y que lucha por eso. Anunciar no es más que eso. Un anuncio.
El populismo no necesita, o no necesita del mismo modo, a las leyes del diferente, la discusión y el voto, la renovación de autoridades y poderes. El populismo es, en sustancia, una persona, un grupo de personas que dicen que interpretan al pueblo y sobre ese supuesto se manejan ora a derechas, ora a izquierdas, siempre hacia sus propias decisiones. El populismo es, en sustancia, la interpretación del anónimo convertido en común, único e inamovible. Una fotografía convertida en película y con un solo actor que trabaja por todos, mientras todos trabajan para él. Un lema de Alejandro Dumas más claro. Todos para uno. Uno en el nombre de todos. El final es conocido, el patriarca enriquecido y los pobres más pobres, más idiotas, más atados.
La social democracia, donde todos se abrazan más allá de las denominaciones regionales, se define por su nombre. Una democracia social. División de poderes, independencia, y Rousseau: el contrario social. Los monopolios estatales que garantizan la igualdad en salud e instrucción. Finalmente la fuerza que controla defiende, impide desvaríos y anarquismos, injusticias. El monopolio de la fuerza y el imperio inamovible de las leyes. Nunca el cambio, la diferencia, el modo define el fondo, el todo, tan claramente como en este peldaño. La democracia es cambio, adaptación, diferencia en la inmutabilidad de un par de sujetos sociales imprescindiblemente quietos. Estado, salud, instrucción, monopolio de la fuerza se convierten en poleas. Cerca, pero no revuelto, el populismo dice que puede hacer todo y bien. Todo desde un lugar, un escritorio, un púlpito, un dormitorio.
Recordamos como argentinos que la señora presidenta es la mitad de un matrimonio de gobierno. Ya se habla del poder de uno de sus hijos y no hace nada más que consolidar la definición. Monarquía de baja densidad. Populismo hereditario. En mitad del congreso socialista de Estambul éstos son desvaríos, definiciones menores sobre un tema. La democracia en peligro.
Aparecen, en este rubro, todas las quejas orientales. Todas. Son muchas. En el boletín socialista, el atentado contra Bonfatti es parte del total de los anuncios. Fue previo, está en los cuadernos. En la sala del encuentro, el socialismo de Oriente pide democracia. Europa pide revancha, volver, salir del equívoco de la economía de mercado, ese canto de sirenas que los corrompió. América pide tiempo y oferta un modo más práctico de ser socialista. En América hay tanto por hacer. Se asombran cuando escuchan que los líderes que están representándolos no tienen ni una, ni una sola denuncia de corrupción. Qué bien, musitan.
El siglo XXI está en marcha. Queda lejos el 17 de octubre de 1945. Quedó. Parece. En fin. Vivimos en la Argentina.
Me preguntan en España sobre el peronismo y qué cosa es esa del FPV. La palabra clave es “frente”. Ah, caramba... Pero... No, sí. Es peronismo. Es que el matrimonio era o no era peronista. Es ese, que hoy manda, el peronismo siglo XXI. Todas son preguntas.
No es sencillo explicar la Argentina, más difícil el peronismo. Un clásico. El tango es un pensamiento triste que se puede bailar. El peronismo es dos cosas, un sentimiento que, como se define al tango, se baila, linda milonga que no se puede explicar y también una mecánica de poder implacable que elige la mejor alternativa como en el binarismo: por default. Un Cámpora, un Cafiero, una Isabel, un Menem, un Duhalde, un K. Tango puro. Discépolo en estado de gracia. Todo es igual, nada es mejor. Habría que volver sobre el peronismo según código binario.
Sin embargo no insisten mucho. España está en un punto especial de su economía, de su política, de su historia. El socialismo duda. Acompaña. Se aparta de la dura porfía de Izquierda Unida (IU) que le reclama su origen socialista (un líder socialista dijo, para el espanto, que no había economías de derecha o izquierda sino buenas y malas) El Psoe está buscando que ese origen lo lleve a un frente de izquierdas o cambia, se acentúa el centrismo y el pragmatismo y acompaña al Partido Popular, y queda aliado de la realidad española. Se vuelve burócrata y se resigna o se asume de izquierda y se recicla. De eso se trata. El socialismo no quiere, en España, repetir a Zygmunt Baumann y su lápida: “La izquierda sólo parece decir nosotros podemos hacer lo mismo que la derecha, pero mejor...”. El punto es que las recetas del siglo XX parecerían gastadas.
En rigor se discute el siglo XXI.
Un siglo donde un eje es el costo desigual del trabajo, la globalización tiene esos líos. No cobran lo mismo en Shangai que en Bruselas, Camboya o La Matanza. Por el mismo trabajo, distinto salario. Hay economías que se favorecen de este desequilibrio. El trabajador global es violentado. Los mercados mandan, parece que grita la realidad. Se la oye.
La economía es global y el socialismo debe pilotear una historia que trata de ser única y referida a ganancias, las ganancias parecen darle la razón a Zapatero, economías buenas o malas. Las ideas políticas de izquierda parten de un punto diferente y tratan de llegar a un destino también diferente. Si el Estado de bienestar es darle comida, instrucción, salud y el aliento para progresar, si el Estado de bienestar es dotar de un futuro a la realidad, estamos en problemas. Estamos en problemas si el objetivo es el hombre y no la caja. Falta una boutade. Para muchos, la caja equilibrada trae sensación de bienestar.
El socialismo está decidido. Quiere ser quien oferte ese Estado de bienestar. Que lo reponga, se perdió. Estuvo y se fue. ¡Ay! Manolo. En Madrid los socialistas, con un aceitado aparato de gobierno (para algunos cogobierno) se reunieron a discutir por qué se metieron en la burbuja y estallaron con ella, como también la decisión, que se discutió, de tornar al origen. Partido Socialista Obrero y Español. Básicamente socialista y obrero, no apparatchik.
Con siete días de diferencia, los socialistas del mundo, esta vez en Estambul, plantearon la libertad, el respeto y el eje de los ejes: progreso en la lucha por la democracia. Diferencias. No es lo mismo el socialismo, hablar de socialismo en la cuna de Konrad Adenauer que en el filtro del Bósforo. Se huele la injusticia social. En Estambul nadie me pregunta por el peronismo. En un cónclave mundial socialista el peronismo es una manifestación del populismo. Nadie cree otra cosa. Está definido. Nada que hablar de tres banderas y de la sola clase de hombres, los que trabajan.
Creo haberlo dicho, repetir es necesario. Una de las dudas es el Estado de bienestar y su parentesco sanguíneo con la democracia.
Parece difícil creer que sin democracia es posible el Estado de bienestar.
La lucha es por el Estado de bienestar, y su paso previo la democracia.
De modo que el salario digno, el derecho a la salud y la instrucción son el deseo, el destino pero, pero, pero... Señoras y señores, el populismo es una durísima piedra en el camino y ya se sabe, pertenecemos a una raza, la humana, que suele tropezar como tonto con el mismo obstáculo.
El populismo enuncia, avisa que quiere a todos iguales y que lucha por eso. Anunciar no es más que eso. Un anuncio.
El populismo no necesita, o no necesita del mismo modo, a las leyes del diferente, la discusión y el voto, la renovación de autoridades y poderes. El populismo es, en sustancia, una persona, un grupo de personas que dicen que interpretan al pueblo y sobre ese supuesto se manejan ora a derechas, ora a izquierdas, siempre hacia sus propias decisiones. El populismo es, en sustancia, la interpretación del anónimo convertido en común, único e inamovible. Una fotografía convertida en película y con un solo actor que trabaja por todos, mientras todos trabajan para él. Un lema de Alejandro Dumas más claro. Todos para uno. Uno en el nombre de todos. El final es conocido, el patriarca enriquecido y los pobres más pobres, más idiotas, más atados.
La social democracia, donde todos se abrazan más allá de las denominaciones regionales, se define por su nombre. Una democracia social. División de poderes, independencia, y Rousseau: el contrario social. Los monopolios estatales que garantizan la igualdad en salud e instrucción. Finalmente la fuerza que controla defiende, impide desvaríos y anarquismos, injusticias. El monopolio de la fuerza y el imperio inamovible de las leyes. Nunca el cambio, la diferencia, el modo define el fondo, el todo, tan claramente como en este peldaño. La democracia es cambio, adaptación, diferencia en la inmutabilidad de un par de sujetos sociales imprescindiblemente quietos. Estado, salud, instrucción, monopolio de la fuerza se convierten en poleas. Cerca, pero no revuelto, el populismo dice que puede hacer todo y bien. Todo desde un lugar, un escritorio, un púlpito, un dormitorio.
Recordamos como argentinos que la señora presidenta es la mitad de un matrimonio de gobierno. Ya se habla del poder de uno de sus hijos y no hace nada más que consolidar la definición. Monarquía de baja densidad. Populismo hereditario. En mitad del congreso socialista de Estambul éstos son desvaríos, definiciones menores sobre un tema. La democracia en peligro.
Aparecen, en este rubro, todas las quejas orientales. Todas. Son muchas. En el boletín socialista, el atentado contra Bonfatti es parte del total de los anuncios. Fue previo, está en los cuadernos. En la sala del encuentro, el socialismo de Oriente pide democracia. Europa pide revancha, volver, salir del equívoco de la economía de mercado, ese canto de sirenas que los corrompió. América pide tiempo y oferta un modo más práctico de ser socialista. En América hay tanto por hacer. Se asombran cuando escuchan que los líderes que están representándolos no tienen ni una, ni una sola denuncia de corrupción. Qué bien, musitan.
El siglo XXI está en marcha. Queda lejos el 17 de octubre de 1945. Quedó. Parece. En fin. Vivimos en la Argentina.
"El socialismo de Oriente pide democracia. El de Europa pide revancha, salir del equívoco de la economía de mercado, ese canto de sirenas que los corrompió. El de América pide tiempo y oferta un modo más práctico de ser socialista."
(Publicado en diario El Litoral, 15 de noviembre de 2013)
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