Este gobierno, sin pausa y con prisa acogota, degüella, desanima la hiperproducción de granos, que le traen divisas del mundo, siempre con hambre. Aprietan a la gallina de los huevos de oro en lugar de ayudarla a empollar. Comemos 10 y producimos 100, podríamos producir 300. Nunca se quiere ver al otro. A los 100 les confiscamos 45.
Este gobierno importa 15.000 millones de dólares en combustibles. Si produjésemos nuestro combustible, ese dinero serviría para infraestructuras y porvenir. Y no andaríamos de mendicantes de un dinerillo en la puerta de los conventos del canje y las card.
El agua dulce no está controlada. Ni las tierras que la rodean ni su cuidado, consumo, contaminación, destino. Nada. Nada bueno. Somos agua y el agua nos faltará un día de éstos. Así moriremos, esclavizados por una vertiente o una canilla contaminada y popular.
Se aduce que falta combustible porque crecimos. El crecimiento disarmónico, si así fuese, es culpa exclusiva de quien planifica. De tanta paranoia, de tanta culpa exógena, terminan ahogados en su propio relato. Es este gobierno el que, si hizo crecer la demanda, debería tener planificada la respuesta. Chapucería, charlatanería. Mentiras.
Un gobierno excesivamente fuerte en su poder ejecutivo es replicado por una democracia débil. Es así. Fue y será así por una razón muy visible: repetimos conductas. El aparato judicial se desmorona con un telefonazo, un escrache y un prontuario. La división de poderes con ese elemento: el poder, es hoy una frase pueril, tonta, inútil. Los legisladores oficialistas no legislan ni gobiernan sino por medio de su único representante: el Poder Ejecutivo.
Argentina no es representativa, republicana y federal. La economía es en rueda de carro, como los FF.CC. que armaron ingleses y franceses, siempre rumbo al puerto. El puerto manda. El gobierno central.
No son los regímenes europeos los que nos dan envidia, malsana como todas; no hay envidia sana. Tenemos envidias de los vecinos. No hay culto a la personalidad en Chile, en Uruguay, en Brasil. Hay partidos, planes, plataformas, proyectos comunes, ideas de país más allá de toda duda razonable. No se miente, no se miente tanto.
De aquel Adhemar Do Barros y su slogan de campaña (roba mais faz) se ha pasado a una súplica degenerativa. Que roben, pero que hagan, por favor que hagan.
Se llevarán el petróleo cuatro vivos. Se construirán caminos híper-licitados, con presupuestos de escándalo pero... ¡horror! Pertenecen al relato. Roban pero no hacen nada, decretan el robo como decretan el puente, el río por debajo y la lluvia para las represas. Nada se hace. Nada. Sólo decretos y relato.
Una persona que aumentó 10 veces su patrimonio no es confiable. Estuvo/está todo el tiempo trabajando por el bienestar general. Ni Jesús con los milagros comestibles. No es posible. Un señor que quería llevarse a su casa la máquina de hacer billetes es menos confiable. Eso nos pasa.
La forma de peticionar es mediante el piquete, la sagrada institución del recurso en queja es gomas quemadas frente a la puerta de alguien. Se permitió, no se puede volver atrás, “porque es la vida la que empuja como un aullido interminable...”.
Existe la íntima convicción de que el pacto con la droga internacional, su traslado, acarreo, refinamiento y exportación, previo peaje de consumo es parte de un plan. Existe la íntima convicción de que muchos saben algo y algunos saben todo.
Hay semiplena prueba de que los planes de estudio, la vigilancia sobre el conocimiento es inexistente. Vamos hacia el analfabetismo funcional, al ciudadano de pocas palabras. El ciudadano ignorante no es ciudadano, es esclavo. Vamos, para decirlo en términos reales, a la destrucción de una clase media ilustrada. Igualar para abajo es obra de los malos contra los buenos.
Ensamblamos autos y teléfonos y no hacemos autopistas. La obra pública define al progresismo y el consumo al consumismo. No hay un gobierno progresista. La justicia social ausente, el empleado en negro y la inflación galopando en cada esquina. No embromen, se ven los remiendos del relato tartamudo. Se ven, se oyen, se sienten.
Conozco una sola clase de hombres, los que trabajan. Perón se revuelca (sin manos). El estado creciente de la democracia es el Estado de Bienestar, un trabajo diario (Willy Brandt).
Un líder fuerte fortalecerá su liderazgo y empobrecerá la democracia. Un plan es creer en las coordenadas sagradas: espacio y tiempo. No hay planes, hay concurso de hombres fuertes. No se sale del vicio, de la trampa, del cuento de la buena pipa.
En este espacio el gobierno usó todo el tiempo para enriquecerse y fortalecerse... para seguir enriqueciéndose. Robaron, no hicieron y peor: prueban que la impunidad no es la inquilina, es la propietaria de esta monarquía de baja intensidad que votamos sonriendo, como los tontos de alma.
(Publicado en diario El Litoral, 15 de diciembre de 2013)
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