Cuando David Ratto concibió aquella frase fenomenal, para un uso condenable, dejó escrita una historia.”Los argentinos somos derechos y humanos”. Demostró que se puede hacer una buena campaña publicitaria para cualquier cosa. Ni un creativo como Ratto podía, en las últimas décadas del siglo XX desprenderle a la derecha su culpa genocida. Real o creada, la asociación funcionó.
En el siglo XXI las cosas son de otro modo. Entre las cuestiones actuales está reconocer que la derecha, el liberalismo de nuevo cuño domina economías, tiene partidos políticos y su existencia en el mundo que llamamos occidental es clara. Visible. En muchos casos triunfadora en las urnas.
Es allí donde debe buscarse la legitimación de Macri y de su grupo, el PRO. Cuando Federico Pinedo me confiesa, públicamente, que es un partido del poder (entrevista en LT8: “el PRO es un proyecto de poder”, Federico Pinedo) no dice nada nuevo. Todos los partidos son un proyecto de poder. Lejanía o no, por allí va el dilema.
En dos lugares el verdadero partido del poder en Argentina, el peronismo, ha sido vapuleado. En Santa Fe y en Ciudad de Buenos Aires. La sintonía con lo que se quiere escuchar es clara. La incapacidad del peronismo también.
¿Es la derecha del PRO una muestra de incapacidad del peronismo? Malos dirigentes, buenos mensajes del opositor. Todo suma. Está claro que quien vota a Macri no vota una revolución. Ni siquiera vota un ascetismo que dice no a la coima y el retorno. El que vota al PRO no quiere peronismo pero tampoco revolución ni discurso revolucionario. No quiere peronismo explícito.
El PRO resume ideas generales sobre el hombre, las libertades y asegura, por su silencio, que no cambiará las instituciones, promete sobre ellas una gerenciación mejor.
Cuando el PRO supone, y manda el mensaje sobre ese supuesto, cuando el PRO supone que administra bien y dice”vótenmé, que yo se administrar” define lo suyo. Nadie espera sobresaltos con la derecha.
El combate que hacen los grupos de vanguardia, de los partidos de las izquierdas ululantes, como del propio peronismo y sectores radicales hacia el PRO no tiene retorno. Cuando un dirigente dice “mi límite es Macri” y Mauricio Macri dice yo quiero administrar bien el silogismo queda patas hacia arriba. Se complica a tal punto que termina concluyendo que Buenos Aires resuelve asi. Yo quiero que administren bien, Macri administra bien; yo voto a Macri.
Personajes como el Midachi, un cuasi gobernador si los votos se hubiesen contado de a uno, se aprovecha de ese inconciente colectivo y dice: “quiero que no haya negritos pidiendo en las esquinas”. “Tengo equipos para que hagan las cosas bien”. No hay quien defienda a Miguel del Sel de sus yerros ideológicos, de su absoluta desinformación política y de su escaso apetito por el conocimiento. Ni uno solo. Como a los otros que fueron adoptados, enrolados en una leva de famosos la argumentación es clara porque total… con la fama se elimina campaña y dineros y se resume el problema a un punto. Lo conocen y lo votarán.
¿Sobre qué país, sobre qué elector, sobre qué argentino trabaja la usina del PRO? Trabaja sobre aquella que definiera José Alfredo Martínez de Hoz. La política es un adjetivo calificativo despectivo. Ese es un…político. Era un insulto. Ni bien ni mal, es su trabajo y están enfocados en demostrar que administrar es lo único.
Para enfrentar a un esquema que propone la asepsia política, aprovechándose de resabios que bailan en nuestra formación, repito, en nuestro inconciente colectivo, hay recetas para combatirlo que fueron del siglo XX. Estamos en el siglo XXI. Acusarlo de un hombre de derecha suena cuasi cómico, de viejo libreto de sainete.
¿Está el PRO capacitado para enfrentar la narcocriminalidad creciente, la venta de armas, de chicos, de mujeres, para el nuevo Breton Woods donde tenemos petróleo, gas, granos y agua potable y eso vendrán a buscar, está capacitado…? ¿Está capacitado para convertirse en eje de un país, una moral, una historia y un compromiso de impedir la compraventa del Estado?
Sin idea de país, sin la macrovisión que el peronismo y el radicalismo tuvieron, por su formación popular, por raíces que no fueron de gabinete ni de alambique y que nutrieron a los dos partidos de masas del pais, el PRO, con un origen químico artificial no puede enfrentar estos termas. Ni siquiera tratarlos.
La existencia del PRO, mas allá del conformismo de argumentar que la Capital Federal no quiere a los gobiernos peronistas, para enfrentarlo ideológicamente (donde flaquean) las mayorías populares deberían mirar el siglo XXI y demostrar que aquella receta del gerente antipolítico esconde al peor asesino. Al asesino de ideas… políticas. De filosofía, de pensamiento colectivo, de crecimiento, de la vida que una gerencia convierte en números rojos o azules.
(Publicado en diario El Litoral, 19 de enero de 2014)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario