Un
viernes cualquiera, el que pasó, el anterior o el que viene, pasear
por Rosario es
cruzar tres límites.
Límite
primero: abandonar la zona de hoteles, comedores, luces y autos
estacionados en ambos lados de la calle, la vigilancia de los
“trapitos” que cobran el estacionamiento antes que uno se baje
del automóvil. Saben cuánto pasa desde las 9 de la noche a las 2 de
la mañana, en que se van. Llueva o no llueva. Ya no hay recaudación
a ésa hora´. Los trapitos son una secta, una organización criminal
que mete miedo a los concejales, las autoridades municipales y que
tienen una conexión extraña con la policía y la delincuencia. El
íntimo convencimiento me acompaña.
Límite
segundo: pasear, a pie, por calles de veredas desparejas, donde
seguro se tropieza, sortear contenedores de basuras revueltos, motos
de los “delivery” que surgen, raudas de cualquier parte(qué
quiere, jefe, son 15 pesos por envío, de esto vivo, tengo tres
hijos, ya se que no soy un pendejo…) y muchachos y muchachas
sueltos hacia algún lugar. Nadie muestra un teléfono, una joya, una
cartera. Todo el mundo aprieta el alma por las calles, también en
los pórticos, los palieres, las lentas puertas de los garajes.
Límite
tercero: pararse en una esquina esperando el transporte urbano de
pasajeros o un automóvil de alquiler que seguro no parará porque no
lo conoce y sospecha de su cara (las mujeres con chicos también nos
asaltan, jefe, todo es jodido en un mundo jodido…) quien se para en
una esquina de viernes por la noche sabe que está jugando a cara o
cruz, que quien viene de allá hacia acá puede ser un alegre
silbador o el final de sus días. La moneda está en el aire todos
los días, todas las veces.
Los
veteranos de los tres límites encontrarán una ciudad que duerme,
descansa, se divierte y ya no le importa nada de estos límites. Nada
de nada o como cantaba “la Edith”: rien de rien.
Todos,
de un modo absolutamente normal, conviven con un asalto, un
manoteo, una entradera. Todos tienen un familiar al que lo golpearon,
una tía que aún duerme sobresaltada, un patio trasero por donde
“barretearon” el garaje y entraron… todos saben de droga,
corrupción e inseguridad. Luca Prodam. “Mejor no hablar de ciertas
cosas”…
Todos
miran tevé para ejercitar el mágico mundo de la “consolación
cibernética”. En todo el país pasa lo mismo… McLuhan lo sabía:
el medio es el masaje (ja, el mensaje, si, pero qué masaje
calmante…)
En
Rosario algunos pocos gendarmes (ninguno conoce el sitio, no hay
gendarmes rosarinos) acompañados de adormilados policías locales,
recorren calles que los deslumbran y ropajes extraños. Son, siempre
y en todos los casos, una extraña fuerza de ocupación en un
territorio definitivamente transitado por el desorden, el
abatimiento, la refriega y el conformismo. En todas las ciudades pasa
lo mismo.
Nadie
quiere decirlo, la advertencia que van a venir los gendarmes
significa que la policía es ineficiente, corrupta, incapaz, cómplice
(táchese lo que no corresponda). Que los tribunales, sus jueces, sus
abogados, esa desmembrada nueva legislación con fiscales escasos,
miedosos y/o ineficaces, mas los críticos de una izquierda
tribunalicia petardista, que cobra del estado y sueña con Fidel
Castro, da clases en las universidades y dicta cátedra de
criminología con adjetivación de revolucionario del ’70 no
contribuyen a resolver el problema
Nadie
quiere decirlo. Este problema es un río, un contínuo donde nunca
nos bañamos del mismo modo pero ojito, el río venía, venía…
Nadie
quiere decirlo, los gendarmes son pocos y sólo son “mangangá”,
negros abejorros aleteando en la ciudad. No hay fuerza de seguridad
que vaya a resolver el problema. Rosario está desnuda ante la fuerza
que supuestamente llegó, llega, llegará. Quienes son los gendarmes…
Una
Fuerza de Seguridad, de naturaleza Militar con características de
Fuerza Intermedia. Por fuerza intermedia entendemos una
organización con estado militar con capacidades para disuadir y
responder amenazas, crisis, contingencias e incidentes en los ámbitos
de la Seguridad Interior y de la Defensa Nacional, generando
aptitudes para su empeño en operaciones de Apoyo a la Política
Exterior de la Nación.
Gendarmería
Nacional Argentina se encuentra desplegada en la totalidad del
territorio argentino, el cual cuenta con una superficie continental
de 2.791.810 Km., con una frontera terrestre de 9.376 Km. y
responsabilidad en 22.443 Km. de autopistas y corredores viales.
Llegamos
al siglo XXI: Injusticia social creciente, democracia
bipartidista en crisis, inflación y deterioro económico, violencia
urbana, código narco, corrupción estructural… ¿qué puede hacer
un gendarme?.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario