Publicado en diario La Capital, 4 de mayo 2017
Desde los pisos altos puede verse, en las azoteas, la soga con la ropa tendida. El perfeccionamiento ha hecho que sean alambres flexibles y resistentes, pero es la soga de colgar la ropa. Y el palo que sostiene, cuando se cuelgan húmedas después de estrujarlas, sigue siendo un misterio. De algún lado salen esas cañas altas para emparejar, lo mas prolijamente posible, la ropa tendida.
En los barrios es mas fácil una vida y muy dificultosa otra y quien lea estas memoriosas evocaciones, esparcidas antes que nos tape el olvido, las entenderá mejor si viene de allá, que si fue criado por acá.
Está, además, el broche de la ropa. No había soga de la ropa sin los broches. Cuando no había nada colgado eran como puntos suspensivos, como notas negras sobre un pentagrama de una sola línea. El broche de madera que se oxidaba. Duraban. La madera debe ser una de los materiales mas nobles, mas afectuosamente propio de los humanos. Pese a que por ahí se diga que un jugador es de madera hay antídoto. Un buen tipo puede y debe ser de buena madera.
Ese pequeño giro del alambre apenas galvanizado, con un rulo, era el resorte del palito de la ropa. Del brochecito oxidado. Del que defendía de los vientos la sábana y las toallas. La camiseta y ay, ay, ay, los calzoncillos de lienzo, los de bramante, los de algodón, los anchos calzoncillos que se alambicaron hasta convertirse en bóxers.
Todo se colgaba en esa parte de atrás de la casa, en ese techo, en esa terraza. Las madres, las tías, las hermanas insultaban cuando los días de lluvia, después humedad, un simple viento fuerte impedían el uso intensivo de la soga de colgar la ropa.
Con el patio la pileta de afuera, la de lavar la ropa. El jabón de lavar y el fuentón para remojarla hasta que se “ablande” la mancha. En el listado debe incluirse la precaución extrema; no colgar la ropa blanca con un resto de jabón porque se amarillea. Ni mezclar camisetas de colores con ropa lisa, sin estampados.
Dos derivaciones se imponen. Pañal grueso y pañal fino, esa tortura de la crianza que los descartables eliminaron (si hay plata para comprarlos) y la metáfora, también de la crianza:” no hables que hay ropa tendida”. Antes, siglo XX con resabios del IXX, algunas cosas no se hablaban delante de los menores. Tal vez llegó el momento de confesarlo. Alguna vez yo fui ropa tendida y no me enteré de cosas de adultos. No había televisión y por eso eran mas longevos Gaspar, Melchor y Baltasar. Acaso fue mejor. Tal vez.
El presente texto pertenece al libro ”Cronicas rosarigasinas” (Antes que me olvide) de próxima aparición.
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