Google+ Raúl Acosta: Joaquín #AntesQueMeOlvide

lunes, 19 de junio de 2017

Joaquín #AntesQueMeOlvide


Publicado en el diario La Capital

Se llamaba, no se si está vivo ni por dónde andará, se llamaba Joaquín y había venido con sus padres. Era español.

Eran años de la epidemia de polio, de la bolsita de alcanfor y las vacunas, la Salk primero y la Sabin Oral después, por entonces ilusiones y probanzas sin resultado final. Ahora una maravilla científica y el fin de una locura y un espanto.

Contar hoy, siglo XXI, que la gente se moría de viruela, de sarampión y que algo tan feo y terrible como la “poliomielitis”, la inflamación de las vainas de  mielina y la destrucción nerviosa eran inatajables parece cuento. Mejor que se fueron. No eran buenos cuentos. Eran tragedias.

La civilización avanzó. Qué duda cabe. La conciencia social es otra cosa, pero allí también se avanza, no con la seriedad y masividad de las vacunas, pero se avanza.

En los recreos, básicamente en el recreo largo, en el patio de atrás de la escuela, patio sin baldosas, con los dos gomeros altísimos (y sus respectivos murciélagos) y mientras disminuía la canasta con galletas y bizcochos que traía la portera, nosotros jugábamos, con una pequeña pelota de goma espuma, un pequeño fútbol que no era ni futsal, ni futbol5 ni nada mas que tres o cuatro para allá y tres o cuatro para acá. Joaquín miraba.

Había venido ése año y era mas grande. Su enfermedad había atrasado sus cursos regulares, no su cerebro. Tenía una pierna con el pie con un zapatón con la suela mas alta y en la otra pierna una bota con varillas de metal hasta mas allá de lo visible. Usaba unos pantalones largos, grises, arrugados, amplios, raros.

Sus padres alquilaban una casa a cinco cuadras de la escuela y en el garaje, que daba a la calle, una máquina que lustraba, afinaba, emparejaba botas y zapatos, una suerte de zapatería de arreglos (zapatero remendón) pero, sobre 1952, súper tecnificada.

En ése garaje ése olor a anilina de las zapaterías de barrio, que no tiene similar en el mundo. Como el olor a cola y barniz y aserrín en las carpinterías y el olor a éter (acetona para limpiar las uñas) en las peluquerías de señoras (aquellas, en estas actuales ya nada se sabe)


A la semana lo pusimos en el arco. Se tiraba y atajaba. Quedó. Jugando en la cancha era otra cosa. Atajando se ensuciaba el pantalón. No importaba. Arreglaba los arneses. Seguía. Nunca se quejó. Hablaba con la zeta. Eran españoles. Una de las últimas migraciones grandes

Era diferente. Jugábamos de lunes a viernes. Recreo largo. No era fácil hacerle un gol. Atajaba bien, sabía dónde iba a ir la pelota. Creo saber porque no le hacíamos goles. El arco era muy chico. Su corazón no. Ese era grande. Muy. Pasan los años y cada vez mas, mas grande. Joaquín portaba el corazón de la igualdad. Imposible olvidarlo

1 comentario :

  1. Un hermoso y cálido recuerdo de alguien que dejó sus huellas en el corazón de Bigote Acosta

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