Google+ Raúl Acosta: Ponchito #AntesQueMeOlvide

sábado, 26 de agosto de 2017

Ponchito #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

En aquellas frías mañanas esperando el colectivo para ir a la escuela, de la mano de la vieja, el abrigo sobre el guardapolvo era un poncho. Un ponchito, aunque el diminutivo se usa para las prendas mínimas y aquella me abrigaba el pecho y la espalda de acuerdo a mi tamaño. No sé dónde andará. Durante un  tiempo lo seguí en su recorrido por los pechos de mis primos y creo que una vez volvió a casa pero yo no estaba en ese lugar.

La definición ayuda, ahora que la universalización de los abrigos alejó el poncho de las vidrieras, las ofertas y las modas. Con las modas no se sabe. De repente reaparecen. El poncho es esto: “ Prenda de abrigo que consiste en una manta cuadrada o rectangular, de lana o paño, con una abertura en el centro para pasar la cabeza, y que cubre desde los hombros hasta más abajo de la cintura”

Cuando recuerdo el poncho (si, de vicuña, por eso lo extraño tanto, como la manta de mi viejo, que las mudanzas dejaron en algún canasto y que recordaba tanto – el poncho - a los viejos políticos, los funerales y los actos invernales) cuando recuerdo el poncho en el mismo anaquel de la memoria aparecen los sabañones. Tan lejanos como el poncho aquel. En las mañanas de julio, antes del acto del 9. Y en las de agosto, ya sin retorno a la alegría hasta el picnic de la primavera.
  
Con un desparpajo digno de la ciencia lo llaman ”eritema pernio”. Pies, manos,  dedos, nariz y orejas. Inflamación bajo la piel. Pica. Irrita. Sabañón, la palabra etimológicamente tiene un origen incierto. Está, apareció y la usábamos. Hoy no tanto.

Parecería, solo parecería (no soy quien para asegurar nada sobre este tema) que esa mala circulación periférica y el cambio brusco de calor a frío, que dicen que los provoca  o provocaba, estaría desapareciendo. No lo creo, pero algo es certero: hay menos sabañones, como hay menos ponchos y los pibes que ocupan mi lugar en la escuela primaria, siguen esperando el colectivo antes de las siete de la mañana. Mas, muchos mas pibes y eso es bueno para la educación. Como es bueno que no sufran por los sabañones en las orejas. Esos los peores, porque desde atrás, con un pequeño golpecito de los dedos sobre las orejas, los estimulaban. Uy. Dolían Picaban. Insoportable. Inatajables en el invierno.
  
Por el poncho de vicuña de mi infancia en cualquier momento largo un S.O.S. en la redes sociales. Me detiene que no posee otro uso que como poncho o mantita en la cuna. Ojalá.

Pensándolo bien voy a tirar un “help” en las redes, pero por la manta de vicuña de mi viejo. En tiempos de tantos ropajes plásticos esa caricia, que devolvía la calentura de a poco, que abrazaba de otro modo, esa cálida presencia de la manta sobre los hombros y la espalda certificaba de otro modo el calor, tan necesario a los humanos. Paro aquí. Stop. Creo que estoy en la mitad de una mentira fenomenal. Extraño a la manta. Si. Claro. Pero detrás aparece su imagen. Y su tos de cigarros. Es eso. La tos. 

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