Publicado en diario La Capital,
Alejandro del Prado, hijo del genial “Calé”, el dibujante y humorista creador de “Buenos Aires en camiseta”, estupendos relatos del arrabal de una gran ciudad, canta un texto donde confiesa: “yo quise ser jugador y soy un hincha, hijo de un hincha que soñó ser jugador… ” La canción se llama así: Paravalancha, en referencia a esos frenos en mitad de la tribuna, para que no todo sea subir y bajar sin destino por esos escalones donde nadie contiene al de arriba y al de abajo. Como la vida actual.
Hay una certeza, que muchos quieren ser jugadores de fútbol. En ciertos sitios es un ideal importante. Salva a tres generaciones. Una para atrás, dos para adelante.
En aquel caminito de ida hasta nuestros días las tías resolvían la cuestión de un modo sencillo y poco diplomático: que lindo nene, que querés ser cuando seas grande…
Facundo Cabral les responde a esas tías comedidas, vestidas de tul y mantilla, con el exceso de rouge y el colorete en las mejillas, como se usaba entonces: “ bombero, bombero… yo quiero ser bombero…”
Cambian, con las diferentes décadas (para dividir en números redondos) las preferencias de los chicos debido a que las sociedades cambian. Hay oficios que ya no existen, como el deshollinador (fumista) y el coraje para enamorarse de algunos trabajos (policía, bombero, motorman de tranvías) también cambia.
Cambian, pero no tanto. El uruguayo Florencio Sánchez escribió, en el 1903, la obra ”M’hijo el dotor” y su pintura, con la familia apuntalando el sueño de la movilidad ascendente, sigue vivo.
Es que, en rigor, la pregunta sobre que te gustaría ser cuando seas grande encierra un sueño que muchas veces no se dice o que, en otros casos, queda postergado por la realidad que, se sabe, siempre es diferente a lo soñado.
Con las disculpas del caso debe indicarse que los carteros no son los de antes ni llaman dos veces. Que está en caída libre la sociedad colombófila porque las palomas mensajeras tampoco son las de antes.
Con mas disculpas: los bomberos son, en muchos casos, voluntarios. Esforzados y sacrificados. Además voluntarios. Este mundo no es aquel en que los oficios podían contentar a las tías solteronas. Agrego: las tías solteronas se ocupan de lo suyo porque la soltería es, en muchas sociedades, un bien y no una deuda.
“¿No te acordás cuando colgué los botines? ¿Dónde dejé los cortos y el inflador? Yo quise ser jugador, Paravalancha, llegué hasta hincha titular en el montón. Yo quise ser jugador, Paravalancha: Llegué hasta hincha y me parece que es mejor. Yo quise ser jugador, Paravalancha llegué hasta hincha titular en el montón. El potrerito se llenó de casillas en la canchita hicieron un monoblock. Y soy un hincha, hijo de un hincha, nieto de un hincha que soñó ser jugador. Yo soy un hincha, Paravalancha: alma de fiesta, carne de tablón”.
Alejandro del Prado, el autor, en la letra de la canción define otra cuestión que conviene repetir: “El potrerito se llenó de casillas, en la canchita hicieron un monoblock”. Propiamente: la vida actual.
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