Es una historia risueña, pero debería empezar por el final y ninguna historia que se empieza por el final llega tranquila al the end.
Cuando se murió Picasso en la revista decidimos, porque daban los tiempos, hacer un “Suplemento color sobre el genio del siglo” . Pablo Ruiz Picasso, mas todos los otros nombres que posee, era un personaje de una izquierda levantizca y universal, con el Partido Comunista guiñando un ojo, que la derecha asimiló como propio. Podía ponerle una bomba al Papa, que siempre sería una expresión artística del genio del siglo. Otro mundo, claramente. Tanto que se insistía, como dice la canción de Alberto Cortés, en tres Pablos. Neruda, Casal y Picasso. Hoy no hay Pablos de calibre o de memoria semejante.
Pedí dos ejemplares de cada uno de los libracos inmensos, con el mejor papel ilustración del mundo, de los cuadros de Picasso. Porque dos dijo chiche, porque yo se lo que hago, le contesté.
Con Alfredo Missiti diagramando elegimos reproducciones y traducíamos (el traductor no existía, mi francés era el mismo de hoy, intuitivo y errático) e insisto: personalmente dictaba los pies de cada ilustración y “Jorgito” Marrone un entrañable compañero de laburo, en aquellos meses como “free lance” en la revista, escribía con la velocidad que aliviaba la tarea. Chiche se fue y volvió dos veces. Fueron 32 páginas color a todo trapo, aprovechando que esos libros, realmente caros, al estar por duplicado, permitían cortajear en uno a la derecha y en el otro a la izquierda y no perder ni un detalle. Elegimos lo mejor de lo mejor. La revista tenía una librería en el centro. Dilapidamos buen dinero al despanzurrar esos libros. El título, preguntó Chiche y la mentira salió rápida: esta es la frase, pertenece a Picasso. Jorgito Marrone, partícipe necesario, había escrito una larga frase, encomillada, inventada por mi esa noche, que Picasso merecería haber dicho alguna vez. No la recuerdo, apenas si recuerdo que recorría el total de las páginas y terminaba con el cierre de comillas y los tres puntos suspensivos. Alfredo Missiti, el diagramador, se reía y preparaba la tipografía para mandarla “pegada” en los originales de página. Un éxito, nos felicitaron. La revista tuvo una buena venta. Muy buena.
Años después, no muchos, en la redacción de “Editorial La Línea”, escisión de Revista Crisis, con Julia “Chiquita” Constenla como su jefa editorial, apareció un chileno, que había escrito el primer libro urgente sobre los sobrevivientes de Los Andes, los uruguayos antropófagos por necesidad y héroes por la misma razón. En ésa editorial el primer libro del negro Fontanarrosa, edición anterior a su serie en “De la Flor” y que distraídamente niegan que existe, aún cuando una tirada de 3.000 ejemplares se distribuyó y vendió. Tapa azul. Tengo mi ejemplar.
Años después, ya con Allende caído, apareció este chileno diciendo que quería hacer un libro sobre Marilyn, su muerte suicidio y esas cosas y otro sobre Picasso. Del libro de Marilyn las fotos eran buenas y mi mirada, como hombre de la publicidad y las ediciones fue de asentimiento y la actitud una: sonreir, eso era un si para Julia. Ella decidía, pero sabía escuchar.
Después tengo un material para hacer un libro urgente sobre Picasso. Eso dijo el chileno. Desplegó la carpeta y allí estaba el testimonio. Parecía el tango ese que dice: “ yo soy un criollo bueno, me llamo Alberto Arenas, señor me traicionaron y los maté a los dos, las pruebas de la infamia las llevo en la maleta, las trenzas de mi china y el corazón de él”. Una maleta macabra la del tango, pero es el tango. Lo cito de memoria porque siempre me ha parecido un tango poco menos que definitivo. Su autor tenía medio melón en la cabeza, etc… Es difícil, aún en la serie negra, encontrar un caso semejante. Portando el corazón del amante de la adúltera, las trenzas de ella (que habrá hecho con el cogote de esa mujer) y llegando a la comisaría a entregarse. Exceso de imaginación o ausencia de pastillas ordenadoras del pensamiento trágico.
El chileno desplegó la carpeta y allí estaba el suplemento de Picasso, con las referencias de cada cuadro, subrayadas en su punto mas relevante, las referencias que yo dictaba inventando a la velocidad del cierre de las máquinas impresoras, Jorgito Marrone las escribió y sirvieron para la venta de la revista. Cuando sugirió que el título podía salir de un fragmento del pensamiento de Picasso que estaba en ese documento ya no sonreí.
Me vuelve y me vuelve ese tango: “las pruebas de la infamia…” Es muy cierto que Picasso aceptaba cualquier ofrenda y ese invento podía entenderse como una ofrenda urgente ante su muerte, pero que volviese como documento para escribir sobre su vida fue, lo confieso, realmente duro de recibir en la mitad del esternón. Quitó el perdón. Me puso en mitad de la infamia. Desde entonces, cuando aparece alguien diciendo que tiene material para un libro fenomenal, pienso la frase tan conocida: mentiroso…a cuantos le dirás lo mismo… y me tranquiliza que Picasso es lo suficientemente grande como para sobrevivir a nuestras aventuras de bajo calibre. “Chiquita” ayudaba a sus amigos y el chileno, escapado de los delirios de Pinochet después de Salvador Allende era un amigo, pero el libro no salió. Confesión: nunca leí su libro sobre los sobrevivientes de Los Andes. Para qué.
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