Google+ Raúl Acosta: Pelaje #AntesQueMeOlvide

martes, 5 de junio de 2018

Pelaje #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 5 de Junio 

Dos eran las posibilidades cuando niños. Pelo con rulos o pelo lacio. Las dos cosas juntas era imposible. Después variantes. Mas ensortijado y mas hirsuto. El pelo definía el corte, los meses sin cortarse, el corte casero o de peluquería. El “corte Taza” y “a lo Humberto”, que era el rey de Italia, Humberto Primo o Humberto 1º.  Los rulos tipo "virulana" y los pelos como chuzas negras y rebeldes. Los teñidos eran pocos y visibles y eran muy raras las “·planchitas”. Los hombres nbo cambiaban el color del cabello, no de modo liberado, eso traía complejos y acusaciones. Otros años. Había barrios donde decir es una rubia oxigenada equivalía a una descalificación. Puede decirse que el cine en color acomodó algunas cosas para las mujeres. Para los hombres no, no tan pronto, recién este siglo aparece liberado de c ualquier tonta atadura por el color, el largo y las características del pelo.

Recuerdo bien, muy bien las caricaturas de “El último mohicano”, libro de J. F. Cooper, donde el pelo de esos aborígenes de América del norte era altos y duros y solo en el medio de la cabeza. No debo olvidar el pelo0 “ a lo Tarzán”, aquel Jhonny Weismuller, el primero.

Lo clásico ha sido, acaso siga, que quien tenía el pelo lacio soñaba con los rulos y los que tenían el pelo enrulado deseaban la tranquilidad del pelo lloviendo hacia abajo. El siglo trajo ambas cuestiones con el tiepo entre una visita y otra a la peluquería. Escuchar publicidades donde dicen que acomodan el lacio o sostienen el ensortijado de los cabellos tiene, visto en la distancia algo de magia y algo de fantasía pero bueno, toda publicidad es de ese tenor. Por eso recurren a las testimoniales:” fijate como tengo el pelo por este jabón que hace maravillas con…” Y la chica y/ o muchacho muestra eso, las maravillas que su testimonio certifica.

Las trencitas, el flequillo, el pelo “ a la garçon”, con ésa cedilla que indica, apenas, un afrancesamiento de muchacho, el pelo a lo muchacho y la cola de caballo. La cofia o la redecilla. Variantes de las mujeres y de los hombres en la intimidad.

Era difícil sostenerse en la calvicie. Conozco quienes daban vueltas y vueltas al pelo tratando de cubrir una azotea ya abrillantada. Inútil intento, que todos perdonábamos.

Recuerdo esas publicidades con eso, el pelo abrillantado y ondeado. Que no hubiese dado yo, en mi primera juventud por unas oindas en el pelo que se resistía a cualquier desplazamiento diferente que el único, todo para  atrás y fuertemente sujetado por “la gomina”.

El primero que recuerdo, en rubio, fue Alan Ladd. También Clark Gable, pero con distinto color y una característica: el jopo. En Argentina Carlos Thompson, que se fue a Estados Unidos y usaba jopo. Los galanes, está claro, jamás se despeinaban, por eso eran películas con héroes. Crecí en un mundo con héroes y un mandato: ganaban los  buenos. Lo dicho. Era cine.

Los que se quedaban pelados se convertían en actores de carácter. Cuando dicen “es del tiempo del jopo” yo entiendo. Cuando dicen ”los muchachos de antes no usaban gomina” también, pero del derecho y del revés. Hoy esas expresiones no representan el mundo (la sociedad)  en que se vive y por eso no se usan. Se usa, como moda, aquello que se acepta o que, expresamente, evidencia  el rechazo a lo constituido y reconocido.


Con hijos y con nietos, como antes con amigos, una exigencia que nunca he podido superar. El pelaje como quieras,. Pero bañadito / bañadita. Que ese olor del pelo limpio no tiene, al menos por ahora, ningún remplazo. Ningún remplazo verdadero. Ninguno.

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