Google+ Raúl Acosta: Academia #AntesQueMeOlvide

jueves, 26 de julio de 2018

Academia #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 26 de Julio


Empecemos por el sencillo diccionario, “Institución oficial constituida por personas destacadas en las letras, las artes o las ciencias, que realizan colectivamente determinadas actividades”.
Reunión de sabios o artistas.
Academia (del latín academia, y éste a su vez del griego Ακαδημία - Akademía-) es un término que identifica a diversas instituciones culturales​ o educativas. 
Con eso debería alcanzarnos. Total, lo desvirtuaremos como desvirtuamos “Bardo”, que antes era un  poeta y ahora vaya uno a saber qué…(Un bardo, en la historia antigua de Europa, era la persona encargada de transmitir las historias, las leyendas y poemas de forma oral además de cantarlas de pueblo en pueblo… ) 
Academias había muchas en mi barrio. De Corte y confección. De danzas españolas y clásicas. De Piano, teoría y solfeo. De Mecanografía y estenografía. No eran malas las academias y partíamos de un principio que la sociedad no debería abandonar. El que estudia debe ser respetado. Estudiar era una cosa buena y una academia  (imaginábamos) organizaba el aprendizaje. 
Después estaban las que leíamos en los diarios. Academia de Medicina. Un académico era, sin dudas, alguien que pertenecía a una academia.
Es mas, no se de qué modo pero creíamos que alguien que era un “académico era mas que un doctor en medicina o un abogado, era eso: un académico. 
Sin embargo en Argentina, en las ciudades donde viví (y en esta donde vivo) el nombre mas conocido, que ignoro si continúa, era “Academias Pitman”. Ni buenas ni malas. Prácticas. Útiles. En ellas se estudiaban muchas cosas que permitían una mejor salida al día a día o, como se dice; “facilitaban una inserción laboral”. 
Conozco gente, mas de uno claro está, que resolvía sus cuestiones de colegio secundario sin final, o simp’lemente por la entrada en un laburo donde los números y / o las máquinas de escribir eran imprescindibles (básicamente los números) que resolvieron sus dudas en estas academias. 
En un mundo (un país) que precisaba que el Servicio Militar Obligatorio estableciese la calidad de iletrado o analfabeto y existía la imperiosa necesidad del lenguaje y la comprensión de textos una falta notoria, que alguien la resolviese, que cualquier sistema organizado que permitiese la lectura de libros contables, el avance hacia un teclado y la organización del día, los horarios, los ficheros era necesaria. Ayudaron a formatear un país. 
Era un mundo (un país) donde las Escuelas de Artes y Oficios proveían de eso: artistas personales de oficios que la sociedad necesitaba. Plomero, ebanista, talleres de cromado, de electricidad del automóvil. Todo nos hacía falta y la Academia era eso, la puerta de entrada a una jornada laboral completa. 
Después el después. La Academia Nacional de Tangos, la de Letras. Y los atrevidos. La Academia de fútbol. Rácing de Avellaneda en Buenos Aires. Rosario Central en Rosagasario. Ante tanto furor academicista no era raro que alguien lo aprovechase. Como no era raro que nadie sospechase que algunas no eran tan academias como otras.
El siglo XXI y su forma de transportar (no transmitir, es un uso diferente) su modo de transportar y expandir el conocimiento y aún este, el que se elige, el conocimiento que se elige para transportar y expandir, ha cambiado. Poseo, en mi tableta, un archivo que dice 10.000 libros de la literatura universal. En mi teléfono una aplicación con toda la música editada y que alguna vez se subió a la nube. Qué academia brindaría eso. Ninguna. Hay todavía, a su favor, una cuestión. En una academia controlarían para saber si leí y mas: que leí y si escuché que escuché. Es su deber como academia que organiza el saber. El Gran Hermano también lo sabe. Qué leímos, que escuchamos, por donde y con  quien vamos. Pero no le importa, no tiene intenciones de darnos un diploma. En eso las Academias siguen siendo insuperables. Es de ellas el último refugio de los diplomas.

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