Google+ Raúl Acosta: Antoñito #AntesQueMeOlvide

lunes, 2 de julio de 2018

Antoñito #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 2 de Julio

Cada vez que suben las monedas, que sube el dólar me acuerdo de Antoñito. Creo que ya he mencionado a Antonio Fiannaca. Antoñito. Era diagramador. Trabajaba seis horas, ni un minuto mas, en la Revista Así. No cambiaba sus francos. 
Antoñito fumaba unos cigarrillos turcos que se armaba solo. Estoy hablando de años en que el cigarrillo armado había pasado a la historia. Ahora han vuelto. Antoñito se reiría. Y fumaría comprados. Le gustaba ser porfiado. 
Tomaba 4 cafés negros por día. Y fumaba tres cigarrillos. Uno de ellos usando 10 minutos para caminar. Era diagramador, trabajaba parado. Lo acompañaba en esos 10 minutos alrededor de la manzana del diario. Para estirar las piernas. Y fumar. En mi caso muchos. Demasiados. 
Usaba zapatos negros acordonados, puntiagudos, prolijamente lustrados. Que “tinbos” Antoñito. Son de cuando tocaba en la orquesta. Antoñito había sido bandoneonista en la orquesta de Ricardo Tanturi, en aquella orquesta típica llamada “los Indios. 
“Que saben los pitucos, lamidos y shushetas…”. Eso cantaba Alberto Castilklo, vos estabas Antoñito…? Si, claro, pero no me fui. Yo no fui traidor. Castillo rompió con  Tanturi y se largó solo. Estuvo 4 años. Era muy loco Me ofertó ir con él de primer bandoneón y co director y dije que no.
Volvíamos caminando. Antoñito era un pelado que usaba sombrero. Camisa con corbata, chaleco de lana sin manga. Si, me decía. Era muy loco, no ofertaba seguridad. Pero Antoñito, era Alberto Castillo. Si, pero era traición. 
Se me hacía difícil concebir una rigurosidad así, pero allí estaba Antonio. Una vez llevé una máquina fotográfica de 6 por 6. Para que en el taller de fotografía me la arreglaran. Dejame ver. Es rara esta, parece un injerto. Es una Leica, pero no es una Leica. Yo tenía dos Hasselblad y una Leica cuando hacía fotonovela. ¿Cómo fotonovela?. Me pagaban bien. Fui de los primeros. Era la únic editorial que las hacía. Hay muchos actores que empezaron haciendo fotonovelas. Se enojaban mis hermanas. Vivis solo. No, vivo con mis dos hermanas. En el garaje, después en el living, armábamos los sets. Todas fotos blanco y negro. Era un trabajo muy exigente. Me invitaron que fuera a Brasil, que la compañía hacia mas grandes las revistas allá, pero era mucho lío, mis hermanas se quedarían solas. ¿Todas solteras Antonio?. Una viuda sin hijos la otra, pobrecita, no nació bien. Yo soy el menor pero las cuido. ¿Largaste la fotonovela? Me pidieron que hiciese fotos mas y mas atrevidas. Se perdía el mercado si no mostrábamos mas calzones, mas culos, mas tetas, mas corpìños. En casa no podía. Vendí todo. Yo tenía el estudio mas grande, hasta el archivo les vendí… ¿Antoñito, fuiste de los primeros que hiciste fotonovela y largaste…? Si. No era para mi. Era una editorial internacional pero no me sentía cómodo. 
Socio de Vélez Sarfield ese era su barrio. El café se llamaba la Armonía. Al principio se reían de mi porque jugaba mal a la carambola y me fui a una academia. Aprendí. Seis meses practicando. Volví y les gané a casi todos. No se rieron mas de mi. Soy muy bueno jugando a la carambola libre. Me quisieron llevar a los torneos, pero lo mío era un desafío. Ya está. Los jodí a todos. 
Castrito, un atildado periodista que trabajaba a la mañana en el diario La Nación y a la tarde en la Revista Así dijo: “ mañana aumentan los cospeles del subte de 25 centavos  a 40. Una barbaridad…” 
Antoñito no dijo nada. Terminó su turno y se fue. Al dia siguiente era franco. No vino. Al día siguiente vino y le dijo a Castrito, claramente, sin alzar la voz pero muy claro: Castrito, sos un pelotudo. Me dijiste que aumentaban los cospeles, pero no me dijiste que los nuevos tenían otro tamaño. Castrito lo miró como lo mirábamos a Antoñito. 
Antoñito había ido, estación por estación, comprando 100, en algunas 200 pesos de cospeles, para ganarle a la inflación. Al día siguiente, en las mismas estaciones donde los compró, tenía que cambiarlos por el nuevo formato, pagando la diferencia. Los cospeles no servían para abrir los molinetes. Cambiaron el diámetro de la ranura. Aparecieron otros cospeles. 


Al final de la tarde, mientras el armaba el último cigarrillo turco del día lo miré y le dije: Antoñito…. Me miró y me dijo: pibe, no hay que darle bola a nadie, no aprendo mas.

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