Google+ Raúl Acosta: mayo 2018

jueves, 31 de mayo de 2018

Valsecito #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 31 de Mayo

En tercer grado aprendí a bailar el vals. En realidad un minué simplificado a dos acercamientos, una vueltita y abrazar a la niña para el vals. Inolvidable.
La profesora de música se llamaba Cornú pero es algo que no me importa tanto. Era rubia y tenía una muñequera de cuero por un sobre hueso en la mano derecha. Un dos tres. Un dos tres. Allí salíamos bailando con un leve vaivén hacia delante del varón. El resto del grado miraba. Era grato bailar, y rarísimo esa mano por detrás , en la espalda de otra persona desconocida, con un olor distinto del jabón o del perfume. Acaso el olor de su pelo, realmente largo.
Zunilda se llamaba la nena. Siempre fui el mas bajito y el mas tímido y un año y medio menos de edad daba una contextura poco robusta. Zunilda era pelirroja. Con pecas. Ojos profundamente azules y sonreía. Creo que eran nervios. Bailamos todo el mes de mayo, a razón de 10 minutos los jueves, que había clase de música. La última semana, previa a la fiesta del 25 de mayo, dos veces. No había otro, seguro que no había otro porque todos estaban con unas zambas y unas chacareras y esas cosas. A vos el minué. No recuerdo tantas cosas, de ése año, tan vívidas como ese baile. Y volver a casa disfrazado, orgullosamente disfrazado. Había bailado el vals.
Con dos tapitas de cartón de las botellas donde venía el litro de leche, que tenían tapitas de cartón en su ancha boca. Marymil o Milkaut, eso no lo recuerdo. La Marymil tapa roja, la Milkaut tapa azul. Como las figuritas redondas, pero mas grandes y no es que fuesen inviolables, es que si las sacabas de la boca de vidrio del botellón, con una muesca donde calzaban justo, no las podías volver a poner con precisión. Se notaba. Las usábamos para jugar a “las arrimaditas” con las figuritas de los álbumes de fútbol, tan redondas y tan difíciles de llenar como las de hoy. Han desaparecido esas botellas, aún cuando todo recomienda, ante la intoxicación del plástico volver al vidrio. El mundo se esta llenando de plásticos que tardarán 400 años en degradarse. Dicen que hay una isla como un país de grande pero eso yo lo sabía: El mar de los Sargazos. Pero minga de algas. Tóxico y en serio.
La tía Élida las forró. Eran los dos botones negros de la parte de atrás del frac, cuando se abria como tijera. Una tela negra y sencillita, dijo la tía. El cuello todo como alborotado y fruncido, tenía un nombre que nunca recordaba bien, una pechera que llegaba casi gasta el ombligo. Camisa blanca. Pantalones largos. Zapatos no. No hubo caso. Los viejos zapatos 7vidas. Negros, lustrados, pero no eran los de charol que el disfraz requería. Eran tiempos de un  solo par de zapatos. Me acordé. Jabot, se llamaba eso todo abullonado, como una pechera vistosa.. Dejalo, después lo usa la “Pepi!”, mi hija. “Pepi” por “pepita”, por Josefa, como la abuela. La abuela Pepa.
Mi viejo solo dijo “Hum”. No fue a la fiesta del 25. Nunca iba, de modo que no lo consideré un desprecio.
El nene bailó bien, le decían. Linda parejita, acotaban. Por un tiempo creí que tenía cierta cercanía, alguna confianza con Zunilda. Nada. Un vals no es la intimidad con nadie. Lecciones que uno aprende.
Años después, ya en el colegio secundario, la vi por las calles. Los estudiantes siempre terminan encontrándose. Mínimo saludo. Sin embargo toda vez que, aprovechando mis conocimientos de infancia, en los cumpleaños de 15 de aquellos años, salía a bailar el vals con la agasajada tenía cierta experiencia. Algo bueno de aquello. No la pisaba ni tropezábamos. Ya no hacían falta los zapatos de charol, ni la cola del frac de mentiritas.
Despojado de toda alusión, pero absolutamente merecido, un tramo del poema de Tuñón me persigue. “Los ladrones saben silbar, bajarse de los coches en movimiento y bailar el vals”… Se hacer las tres cosas. Todo periodista es, sin que se note tanto, un ladrón que vive de la realidad de otros y la excepción. Aún silbo en la soledad. Y desde chiquito supe bailar el vals. Lástima tanto plástico, el vidrio es mas sano.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Mandatos #AntesQueMeOlvide


Publicado en el diario La Capital el 30 de Mayo

Una carta de las que se usan ahora, por e-mail, que me envió "el gordo" Pesoa, que dejó de ser gordo pero sigue siendo Enrique, trae un mandato: investigar o interesarse en un asunto. 

Usted debería escribir sobre eso....me decía días pasados un lector del diario: a quien encontré por una de estas calles rosarigasinas las que todas, las que valen la pena, terminan en el río.... usted debería escribir sobre las barbas y los bigotes. Es un tema interesante... fíjese que hay pocos próceres sin bigotes y muchos con amplias barbas...  

Puestas así las cosas el mandato de los próceres es respetar el retrato que los llena de pilosidades y el del escribiente dedicarse a estas pilosidades como ejes de la capacidad heroica.

Tengo experiencia en esos mandatos. Mi madre solía decir: alguien tendría que traer azúcar para el dulce, hay poca, si quieren dulce habría que buscar azúcar.... y el silencio dejaba las frases allí, en la cocina. Los mandatos maternos son así, sobreviven a los tiempos. Aún me veo comprando azúcar en el almacén pese a que no comería esos dulces.

Distinto es el mandato que acicatea. Una locutora, llamada, Alicia contaba días pasados que había visitado hace algún tiempo en Mercedes, Corrientes, unas piletas, unos piletones donde criaban yacarés que debían rápidamente cambiarse de piletas porque crecían muy rápido, tendrías que verlos...  Esa informacioón suelta, sin orden de compra, trae un mandato periodístico como corresponde a la investigación, sin tiempo de cierre. El periodista de investigación es el único que se burla del almanaque, del cierre y de la coyuntura. Estaría bueno saber si prosperó una crianza de yacarés en cautiverio tanto para carteras, como para bifes de cola de yacaré, como para la ecología, siempre amenazada por el progreso.  Pero el aliciente existe y es una investigación pendiente. Es un mandato con tiempo de descuento.

Recuerdo los estudiosos que demostraron que los mosquitos no tiene mas pelusitas en las patas para que se infecten de insecticida y ya no mueren como antes. Desaparecieron las cilias donde el insecticida se pegaba y las envenenaba- La naturaleza acomoda las cargas y siempre tiene un plan .B. La naturaleza le hace pito catalán al progreso. Para eso el plan B.

A pocos kilómetros de Rosario un industrial posee la mas importante colección en Argentina (acaso en América Latina) de autos antiguos. Tiene gente contratada para ponerlos en marcha. Es una . colección de autos en funcionamiento. No los vende, no los regala, no los exhibe como si fuese un museo. El suyo es otro mandato, pero es un mandato.

Hay otros. Los mandatios recomendacíon imperativa. Si vas a Córdoba no dejes de probar el chivito asado en...(y viene la localidad, el restaurante y hasta el nombre del cocinero).Pocos entienden que un dogma popular es bastante certero: "Sobre gustos no hay nada escrito" No hay nada mejor, no te vas a olvidar nunca, haceme caso... No existe, siquiera, una relación comercial. Es un mandato al cuete, pero los mandatos son imperativos de modo directo: tenes que hacer esto y de modo indirecto: alguien debería...

Dspués esta el mandato a tres bandas, una carambola aparente, una indirecta, una frase circunstancial: ayer pase por la boutique de Anita, había unas camisas de seda... (y la conversación sigue para otro lado)

Otro de los mandatos aquellos, del siglo 19 y del 20, y que sobreviven bastante fuertemente en esta sociedad es el del profesional que sigue la tradición. Mi hijo será doctor. Con algunos políticos se complica porque us hijos terminan dirigiendo reparticiones fenomenales que, si el padre hubiese sido panadero, no les correspondería dirigir y habrían sido fenomenales vendedores de tortitas negras y medialunas dulces (o saladas) con masa de hojaldre (o de pan). Algunos de esos mandatos han sido perjudiciales para la salud y mas nocivos que una tortita negra infectada de sal.

Es la extensión inusitada del "que vas a ser cuando seas grande". Los hijos de los narcotraficantes responden de modo diferente y los que no saben leer  y/o escribir y viven en caseríios paupérrimos también. Pero siempre habrá un mandato al cual sobreponerse o aceptar.. Para ellos la naturaleza también fabrica un plan B.

La mamá bailarina con la hija patadura. El papá jugador de fútbol con el hijo lector. Cuando las ilusiones de unos se mezclan con las realidades de otros el asunto se complica. Un dirigente madridista que no quería a Jorge Valdano le dedicó un insulto bastante descriptivo. "Valdano iba para poeta y terminó en gerente..." El dirigente no sabía qué quería ser Valdano o quería que fuese lo que él imaginaba. Ese es todo un tema. Poner en el otro el mandato que es propio. Ah... tenía tantas ilusiones que fueses concertista...


A continuación el texto del gordo Pesoa (ahora simplemente Enrique) que me llevó a contar,,tal como hizo Dalmiro Sáenz, la cantidad real de mis instrumentos de labranza. 

Dice Quique:..."Juan Esteban Plinio Melendo arreglaba máquinas de escribir. Recomponía las Léxicon 80, las Underwood, las National… También su hijo el Coqui. Cuando terminaban un arreglo y puesta a punto…. casi automáticamente ponían una hoja en el carro y escribían: “jovencillo emponzoñado de whisky, que figurota tráes!”  Aseguraban que en esa frase están todas las letras del abecedario y de esa manera no dejaban tecla sin probar.

Ahí tené..Uncle---como decía mi viejo cuando desconfiaba de algo…”será verdura el apio?""

Dalmiro Sánez, puesto a titular un librillo que escribió, dejó en la portada las letras de la primera línea: Qwertyuiop. García Márquez dijo que 100 años estaba escrito con 28 letras y dos dedos. 

Cumplo el mandato:" Propiedades nutricionales del apio. El apio contiene vitaminas A, B1, B2, B6, B9, C y E, minerales como el potasio, sodio, calcio, zinc, magnesio, hierro, azufre, fósforo, cobre y silicio, aceite esencial y fibra. En cuanto a su clasificación: El apio es una de las verduras cuyas partes más aprovechables para el consumo son los tallos o pencas, como se les suele llamar. Esta verdurapertenece a las plantas herbáceas de la familia de las Apiáceas. "Puse polvo en la polvera. Chin. Pum. fuera".Quique  no juega. El apio si.

martes, 29 de mayo de 2018

"Gobernabilidad y soberanía" editorial del @bigoteacosta en #LaVeredaDeEnfrente

Volvé a escuchar mi editorial en #LaVeredaDeEnfrente

Dialogo entre dos viejos periodistas; Carlos Gabetta y @BigoteAcosta en #HayOtraMañana

Volvé a escuchar la nota con Carlos Gabetta

Pagaré #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 29 de Mayo


En los rudimentarios estudios de contabilidad de un secundario no especializado en esas cuestiones, el pagaré era una deuda que se resolvería en la fecha del documento, del pagaré. Que no era un pagaría y si un afirmativo: pagaré.

Aquellos estudios de contabilidad tenían libro mayor y columnas del debe y el haber. No se debería perder ese relevamiento del debe y el haber, al menos a los funcionarios, no al final de su gestión, mejor todos los días.

En las carreras mas "humanistas" estas cuestiones se relativizaban o se llevaban al plano de lo romántico: el amor, la imaginación difieren en la mañana o en la noche y en el país o el idioma.

Los lenguajes universales tienen otras características. Los números parecen deshumanizarse por una cuestión sencilla, no dicen cosas diferentes en la mañana.o en la noche,ni engañan ni se engañan.  Durante todo el día una blanca vale dos negras cuatro corcheas...Matemática simple y directa. La música no engaña. El álgebra tampoco.

El pagaré protestado era una deuda que había pasado a la justicia y la justicia dictaba lo obvio: páquese el pagaré.

Después vino el cheque. No cualquiera tenía cuenta en el banco y chequera y libraba cheques. El cheque sin fondos era noticia en los diarios. Fulanito esta en bancarrota, Libró varios cheques sin fondo. El estudio alcanzaba para entender, el estudio rudimentario de aquel colegio secundario "humanístico", que los bancos juntaban plata de mucha gente y que la moneda, en el fondo, no era como el trigo o la sal, sino una cuestión de fe. Hay clubws de fútbol y empresas con 500 cheques sin fondo. Parece novelesco.

Años tranquilos donde los pagarés no revestían peligro mayor,  donde el número de la deuda no aparecía obstinado en crecer por intereses. El almacenero fiaba con la libreta y la botella de aceite paseaba de enero a diciembre con un valor semejante y, si aumentaba, te avisaban. Mire que la botella de Cocinero (ese aceite en envase de litro y medio y el botellón oscuro) aumentó 60 centavos.....

En el café de la esquina debíamos el café con leche hasta el otro día. La cuota del club hasta dos meses o tres. El traje a plazos y como se decía: a sola firma.

El pagaré era una promesa voladora. En las librerías fiaban  lo suyo, libros, con cuenta corriente que cada tanto era necesario "achicar" o saldar.

Se juntaba dinero para algo especial haciendo horas extras o gastando menos en vino, vermú y cigarrillos. Vicios que había que pagarse solo., Tengo un amigo, Eduardo Carlos Aurelio, que hace años que  nos dice: juntemos plata para los vicios muchachos, que los hijos nos van a pagar el yeso y los análisis, pero jamás los boletos de la fija del domingo... 

Por ahí aparece un caminito del pagaré que lo vuelve bueno y malo, alternativamente. Pagarés para la fiesta de la hija, los ladrillos de la piecita del fondo son una cosa. Pagarés de la timba sonotra, muy otra cosa. Siempre son pagarés. Nunca son iguales.

A poco que lo pensemos la vida es, a su modo, un pagaré que vamos llenando y..., si le metemos colesterol, triglicéridos, azúcares, nicotina, alcohol, farináceas hasta reventar y sedentarismo hasta el caracú, estamos firmando unos pagarés de difícil solución pero cuidado, hay un último y definitivo pagare, mientras mas tarde mejor, un pagaré que todos tenemos firmado... no se si se entiende....

Las obras sociales de los obreros, como las tarjetas médicas privadas, no difieren mucho de una conducta. Te revisan y te aseguran salud si estas sano. Los bancos igual. Te prestan plata si tenes plata.

Los pagarés aquellos, que se firmaban con el usurero del barrio, que cobraba el dos, el cuatro por ciento, que cobraba intereses semanales, mensuales y no anuales. son parte de una historia. Historia, La realidad difiere bastante. Hoy la tarjeta de crédito mas pirincha te cobra interés diario y un 40 % no es usurario porque el Estado pide plata prestada a los privados con ése interés.

En aquellos secundarios románticos no levantar un pagaré eran parte de novelas románticas donde el hombre, abrumado por sus deudas, se suicidaba para salvar el honor de las familias. Había firmado demasiados pagarés que no podían levantar.

En una vieja legislación estas deudas debían reclamarse de día y los pagares se protestaban al atardecer., del mismo modo que estaban prohibidos los allanamientos nocturnos.

Ignoro si existe una palabreja que usaré a continuación, pero en este país donde vivo, parecido y diferente de aquel donde crecí, el pagaré se ha convertido en un pagariola, que no tiene tiempo de verbo, tiene un futuro de desilusión. O mejor, algunas cosas se saldan con un pagaré de infinita desilusión.

lunes, 28 de mayo de 2018

Pedazos del ayer y del mañana


 Publicado el 28 de Mayo de 2018 en El Litoral
Una entrevista con Eduardo Duhalde explica el título. Estuvo en nuestro pasado mas reciente y sus reflejos políticos habilitan una conversación donde de lo que se habla, sustancialmente, es del mañana. Estos son fragmentos de ésa charla. 
Placares y denuncias 
Periodista: Doctor, no tiene juicios en su contra, no hay “carpetazos”.
Duhalde: Siempre le digo a tus colegas que dicen que no resistimos un registro, yo me pongo a disposición. Yo estuve 21 años en función ejecutiva, no cuento el Duhalde diputado, concejal, senador,  y jamás estuve frente a un juez por un tema que no sea por denuncias que he hecho yo.

El condenado éxito 
Periodista: Dos cuestiones juntas: Helio Jaguaribe, aquel pibe que acompañó a Getulio, dijo en un libro y lo dijo con vos, “Argentina está condenada al éxito… acompañada de Brasil”. ¿Está perdido ese destino con estas actitudes políticas de los dos paises? 
Duhalde: Constituiríamos el espacio potencialmente más grande del universo en América Latina toda, porque nos sobra energía, agua. Nos sobra porvenir. Nosotros le damos poca importancia pero Europa, Asia, África le dan mucha importancia a eso y claro, tenemos todas las condiciones y seguramente va a llegar ese momento y ojala podamos verlo. 
Periodista: Justicia Social en deuda, Democracia activa en deuda, código narco activado, inseguridad urbana, corrupción estructural, estamos en problemas doctor… ¿De qué manera nos podemos plantar ante una sociedad urbana que tiene estos líos?
Duhalde: Mira, yo la única diferencia que tengo  con mis congéneres, los políticos, es haber dedicado tiempo al estudio sistemático del futuro y quienes hacemos esto nos damos cuenta, por leer, estudiar, nos damos cuenta mucho antes de lo que va a pasar en la sociedad y ya en 1984 creamos la primera estructura orgánica para la prevención de la droga en el concejo deliberante dijimos que se venían 2 jinetes del apocalipsis y que no los veíamos. ¿Cuáles eran esos jinetes? El fenómeno de la droga y por el otro lado la problemática de la corrupción y mirábamos que se venía en  forma masiva e hicimos lo posible para evitarlo. 

El poder conurbano 

Periodista: Deformación nacional. El 40% de la República Argentina  está concentrada en un sitio que es provincia de Buenos Aires ¿Cómo resolver el problema de provincia de Buenos Aires?
Duhalde: Hablamos de conurbano. La provincia de Buenos Aires tiene muy pocos habitantes por kilómetro cuadrado y en el interior hay menos de un tercio de la población, muy desparramado en pueblos pequeños,  como pasa en Santa Fe y su relación con Rosario. La gente fue a las grandes ciudades en busca de trabajo. Cuando el trabajo esté afuera y sea más caro estar en las macro ciudades la cosa irá cambiando.  Volverán a trabajar internacionalmente, vía redes, desde sitios mas pequeños. Hay una revolución industrial en marcha. 

Todos unidos triunfaremos 

Periodista:  Ese concejo donde estaban los obispos, donde estaban algunas ONGs, donde estaba tu tarea, ese grupo que armó una mesa de diálogo sobre el desastroso fin de siglo que tuvimos, sentó las bases para una conversación general que después se pudrió. ¿Estaríamos necesitados de una mesa como esa? 
Duhalde: Claro, por supuesto, pero ya no hay solución rápida. Acá el gobierno se equivoca cuando cree que ellos pueden convocar, es un error, la convocatoria tiene que estar por encima del gobierno, de los partidos y esa vez recayó en la iglesia católica y se hizo un trabajo formidable. Nosotros enviamos al dialogo a nuestros representantes y las propuestas que hacíamos generalmente venían mejoradas.
Ahora con la soberbia típica que hay en las ultimas épocas, no solamente de este gobierno, esa soberbia de creernos que tenemos la verdad, esa borrachera de poder que hace que los que llegan a un cargo creen que saben todo, pero en realidad no saben  una mierda, no saben nada. Yo en toda mi vida, para discutir con los que saben,  tenía y tengo 5-6 temas, no más que eso, pero algunos creen que saben todo de todo y así nos va.

Sociedad productiva es el eje

Perodista: Hay dos ejes en la Argentina, la generación del 80  que armó un país y el peronismo que armó, desde el 43/45 un Estado  que tiene un sustento que es el obrero, una mesa de 3 patas con  el obrero, el Estado y el empresario. ¿Se puede salir sin eso?
Duhalde: No. Por el contrario, hay que profundizar. Yo cuando asumí la presidencia hablaba de la comunidad productiva, nunca cambié eso de la comunidad productiva que la componen precisamente trabajadores, empresarios y el estado y yo creo que hay que dar un paso más –que sería- la sociedad productiva Ahí nace la posibilidad de desarrollo. Yo siempre lo he entendido así toda mi vida, mi primer libro se llamo “De la Argentina especulativa a la Argentina productiva”

Periodista: Los chinos están queriendo comprarnos carne porque dentro de 10 años van a consumir el doble y nosotros no sabemos qué puede pasar con nuestra vida en el 2020. Lo que me pregunto es ¿La coyuntura nos ha enfermado mucho?

Duhalde: No, no. Yo no creo en eso. Los chinos en 10 ó 15 años mas van a tener fabricas de carne, ya se está haciendo fabricas de carne de pollo, de vaca, de todos los que eran animales habrá reproducciones en fábricas, las nuevas generaciones, los nuevos como les digo yo, no van a comer carne de animal vivo, eso se termina.
Hay un nuevo tipo de personas en el código civil, que son las personas no humanos con derechos, las personas no humanas son los animales que tienen derechos. Yo soy muy optimista del futuro. Ojalá estemos.

"Messi no es Argentino" editorial del @bigoteacosta en #LaVeredaDeEnfrente

Volvé a escuchar mi editorial en #LaVeredaDeEnfrente

Olla #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 28 de Mayo


En mi casa había una olla de fierro. Mi vieja hacia los guisos y los estofados en esa olla.En todas las casas había ollas de fierro y  de aluminio. Alguna olla enlozada, alta y azul y la ollita lechera. Las ollas de fierro se lavaban de manera diferente. Y se usaban para algunas cosas. No todas.

Mi vieja se negó siempre a la "Marmicoc". Es sensacional Blanquita, le decían. La vieja sonreía. El puchero era un lío porque algunas cosas debían hervirse aparte.Yo conoci el puchero de cola y el de falda.

No existían los recipientes de plásticos llamados "taper" (así los pronuncian, creo que tiene una "u" y la fonética inglesa los pone en taper) y para guardar los jarros enlozados o los de vidrio permitían que las cosas se conservasen mas tiempo, no mucho mas. No había freezer. Se hacía y se hacía la sopa. Fideos de letras, munición, semillitas de melón, cabello de angel, sopa de arroz... Sopa.

Había comidas de invierno y de verano. Como las frutas. También las verduras. Frutas y verduras de estación..Yo entendí a Charles de Gaulle cuando después de la guerra ponía la radio francesa en cadena y una ecónoma (una Petrona C. de Gandulfo) daba la receta de la comida con las frutas y verduras mas baratas, La receta y variantes. La economia familiar tenía relato directo con la sociedad y esta con sus gobernantes y los gobernantes sabían qué pasaba en una sociedad que salía de la guerra, la hambruna y la locura. Ojalá suceda siempre por estos pagos.

Ese General entendía que la comida en cada casa era un eje de país y, si me apura, de la patria. Su Francia o, como él decía:"Moi, la France".

Cuando se retiró se fue a una villa en Colombeaux de les deux Eglisses", criaba palomas y leía. Y comía los platos que hacía su mujer.

Seguro en la casa de De Gaulle  tenían ollas de fierro porque estos, los calderos, están en todas las pinturas de la edad media y se comprende.  Ese fierro conservaba el calor y lo distribuía uniformemente. No se enfriaban rápido. Querés comer... hay estofado, comimos hace un rato, todavía esta tibio... las madres siempre estaban dispuestas a recomponer la panza del nene con la comida.

Había otra olla de metal, donde se hervían las mamaderas de vidrio del bebé. Bebés que tomaban leche. Desde chico entendí un milagro de aquellos años de medicina diferente, mas elemental y firme. La madre de leche, algo mas que la nodriza. Mi vieja se llamaba Blanca Amelia y una tía de la misma edad Blanca Elisa, que se había quedado sin mamá. Esas primas eran hermanas de leche, las amamantó mi abuela y se trataron y quisieron toda la vida. Esos primos, hijos de B{anca Elisa, conservan por mi un afecto especial. No se porqué. Sucede..

Se ponían los ingredientes de manera diferente en la olla para los estofados. que para los guisotes. Y se llevaba al fuego también de un modo especial. El calor y esa olla tenían un diálogo diferente.

En los inviernos la cocina era un  sitio muy particular. No era un set de televisión y tenía secretos. Donde se guardaban las especies. Las arvejas partidas, la chaucha de vainilla, el laurel, el comino, la ristra de cabezas de ajo. El azúcar lejos de las hormigas. El cajón con las papas que se pelaban, ese yeite de las papas rusticas no había llegado. Aún cuando los naturistas sostienen que lo mejor esta en la cáscara. Las cascaras de naranja se oreaban y en Coronda, pueblo cercano donde, por algunos meses, vivía la abuela, se colgaba una carne re salada para que se secase al sol. El charqui o tasajo, que para algunos es lo mismo y para los cocineros no, conservaba carne para algunas comidas.El charqui era salado y fibroso.

Eran años de empanadas de vigilia y puchero de gallina. No siempre. Era un acontecimento porque nadie mata una ponedora. Soy de los que sabe que un gallo viejo no se cociina en el primer hervor y es uno de los conocimientos que ya no sirven para nada, como tantos.
En aquella cocina una masa de madera azotaba, sobre la tabla, la pulpa para que las milanesas fuesen mas blandas

El día completo era con la vieja amasando los tallarines, con la montaña de harina en el tablón grande, un huevo por persona, la cucharadita de polvo para hornear, la salmuera y ese palo que iba y venía, para orearlos después. finalmente, a cuchillo cortarlos finitos. Y el estofado allá, de a poquito, con la salsa y el estofado sazonándose de a poco, a fuego lento, en la hornalla del fondo. Deben existir infancias sin olla de fierro, pero no no son las mismas. Eso es seguro. Cálido y seguro.

Compatriotas #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 27 de Mayo

Entre los personajes del país aquel de donde vinimos hay dos que no son iguales, pero tienen un tronco común, esa forma casi campesina del afecto que fabrica amistad instantáneamente..


Uno me regaló una frase que aún uso. Don Humberto Volando me dijo "vea, Acosta, si usted es muy pobre y le duele la muela o su mujer está embarazada en mitad del monte sin luz sin agua, usted también se vendría a la villa. Hay gente, sabe, el humano es más solidario que lo que parece y esa gente lo que busca es a otro, busca un abrazo, una voz, una luz, usted me entiende...". Humberto Volando recorría el país y trataba de contar sus propuestas. Nunca intentó convencerme ni se engañaba con la vida. Hacía lo suyo con tal grado de honestidad que provocaba afecto. Acaso el afecto estuviese en él, porque esa rara mezcla de dirigente y tío bueno no tiene muchos maestros y viene con la construcción de los hombros, la lectura, el origen y el porvenir. Hoy no hay remplazo y algunos de sus sucesores parecería que, ay, se fueron por la banquina
Humberto Volando era un enamorado del porvenir. Y cultivaba el afecto como mensaje. Se quedó poco menos que solo en un momento de la historia, pero ya había escrito su página. 



Toda vez que pasaba por estos pagos se detenía y preguntaba: ¿tiene un momento...? Abríamos el micrófono y explicaba lo suyo. No intentaba convencerme, intentaba contar. Cualquiera se daba cuenta que había leído los profundos libracos del marxismo y que por su edad era contemporáneo de Perón, Getulio Vargas, Codovilla, Balbín. Él estaba en lo suyo. Su caminito, su huella. En los años de plomo fue un faro que no cobraba peaje. Recuerdo otra frase suya. "No hay que parar con estos temas, si usted descuida el campo las malezas ganan y con las malezas, el bicherío".



En los bares del centro solía toparme con Lisandro Mirto Viale. Sonreíamos al vernos. El gringo Viale no era igual que Don Humberto, pero está dicho, un mismo árbol de país los unía. El gringo Viale me decía "acordate negro que soy candidato y los candidatos queremos hablar, cada reportaje es un discurso para mucha gente..." Venía y hablaba. "Dejame que te pague un café", solía decir. "Que no tengo para la campaña pero me alcanza para un café". Él también había leído profundos libracos.



El gringo Viale hablaba de sus viajes y terminaba con lo mismo: "acá hay que hacer las cosas antes que perdamos todo el tiempo en discusiones, acá hay que hacer las cosas enseguida... pero convencerlos a ustedes lleva tiempo".



En algún partido político estaban, con alguien se juntaban y para algo luchaban o mejor: por algo luchaban pero para mí era claro: luchaban por el porvenir.



Humberto y el Gringo llevaban el afecto como un poncho y lo prestaban. Siempre tenían algo que hacer más tarde, mañana, siempre prometían volver. Cumplían. No hay metáfora. Estaban de paso. Recuerdo a Luis Eduardo Aute: "El tiempo no puede tomar asiento..." Eran operarios del tiempo.



Hace pocos días un muchacho me pidió una entrevista para un programa televisivo y me mandó el cuestionario. El tema era "La Patria". Rara cuestión en la televisión, que es entretenimiento, Más raro es que en el siglo XXI el tema sea La patria.
Recordé a Marechal (La patria es un dolor que se lleva en el costado), a Julia Prilutzky Farny (donde nunca se está del todo solo, y se quiere tener un hijo está la patria). Cito de memoria los conceptos, acaso las palabras exactas sean cercanas.



Pienso que yo conocí el comienzo de una patria que, de hecho, es una creación colectiva y que, acaso, dentro de 200 años esté hecha. Todavía estamos bajando de los barcos. Mínimos ladrillos en el húmedo fondo: estos dos personajes trabajaron para el porvenir y no hay patria sin porvenir, claro está. Los vi jugar sus días a esa apuesta y, se me ocurre, como aventurada idea de las cosas, que la patria es un rolling stone y, por qué no, un ponchito que arrope a muchos, si es posible a todos. Un periodista es un ladrón autorizado de ideas. Esta es de ellos. Usaban poncho.

sábado, 26 de mayo de 2018

Wincofon #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 26 de Mayo


Llovía sin cesar en Rosario esa tarde. Había estado lloviendo desde el viernes y era sábado, En la pieza, que estaba en lo alto de la escalera que, de la entrada, conducía  directamente hacia la puerta que una silla, del lado de adentro, trababa apoyada en el picaporte. No tenía llave esa habitación. Sonaba la música sin que nada la molestase. Un hombre y una mujer. Una historia de amor en blanco y negro.
Ya estaba decidido que viajaría a Buenos Aires apenas pudiese. La casa de estudiantes, cerca de la esquina, en aquella Avenida Francia de adoquines con declive del centro de la calle hacia el cordón, abovedada avenida tranquila, estaba humedecida y sola. La mayoría había partido el viernes. Solo quedábamos unos pocos, que acaso esa noche saldríamos para vernos las caras una peña donde nos encontrábamos y el mediodía, ése mediodía en el comedor universitario, de sábado, había sido de pocos y estoicos habitantes de un centro rosarino que no era el de este siglo. Nosotros tampoco somos aquello que fuimos. El centro un sábado, pasadas las dos de la tarde, era de sol y persianas o como este, de lluvia y persianas bajas, de pocos habitantes, de  balcones aleros favorables y calma. Nadie imaginaba un fin de semana azotado por bocinazos y lleno de visitantes. Era otra ciudad de otro país y de otro vecindario. Nadie imaginaba la ciudad del delivery y el teléfono instantáneo.
El aparato, el Wincofon, estaba sobre la mesa de luz ancha. Poco mas entraba en la habitación. El ropero de un cuerpo y su luna, su espejo bastante mas opaco que en sus años originales y la puertas central, que debía cerrarse con un pedazo de cartón doblado, para que no se abriese, alojaba una camisa mojada. También una blusa.
El tema era uno solo y giraba y giraba, el brazo de la pila de discos a  medio girar aseguraba que terminase y volviese a empezar. “Taara ra ra ra ra rá, tararará taraaa taraaa…” El tema de Francis Lai  y Pierre Barouh, para la película de Lelouch, empataba con la lluvia y mi corazón subía y bajaba, pero siempre arriba.
Se volvía del centro caminando en esos sábados de verano. Un trolebús manso, uno solo en la hora de la recorrida por calle San Juan, podía ganarle a la caminata y qué sentido tenía esperarlo y subirse si solo hacía falta conversar. Contábamos las monedas los estudiantes.
La lluvia de verano no molesta en las ciudades como en el campo. Aplaca el cemento, se desliza, no había tantos charcos y baches y descuidos como ahora en aquella ciudad, que estaba despertándose al crecimiento, las avenidas, las tantas llegadas desde otras provincias, otros países, tantos sitios de origen de los que se fueron quedando, atraídos por eso, por la cuestión de tamaño y comodidades, esto era eso, entonces, una ciudad con el aldeano todavía cercano  y, quien está enamorado, que se sostiene que es el único estado ideal del hombre, quien ha estado enamorado sabe que la lluvia de verano es compañera porque despeja dudas. Pone los trapos pegados al cuerpo, elimina maquillaje y solo se sostiene, esa lluvia como buena, si dentro el cuerpo está dispuesto al vuelo de un abrazo. Sonreir bajo la lluvia en el veranbo es una declaración de amor. En esta ciudad había tiempo para buscar un abrazo. Para esperarlo. Esta ciudad era eso. Una escala de los tiempos, los negocios, los sueños, una ciudad que se entendía caminando. Época de artesanos, dibujantes, morrales hechos a mano y bufandas tejidas por las tías, paredes pintadas por dibujantes y mosaicos de colores en los patios. El carnaval era una fiesta popular con bailes en los clubes de barrios y corsos proletarios. Se podía mirar hacia el cielo en la lluvia que no había cables ni televisores ni tableros. Tampoco carteles de propaganda en cualquier parte. Se veía la lluvia y el horizonte humedecido no era un extraño que asustase a las abuelas, las monjas, la madre de ella allá, lejana, hacia el final de Alberdi, sobre una calle llena de árboles.. Ella se quedaba el sábado en el centro y estaba en el altillo mientras sonaba Feancis Lai sin cesar, como la lluvia, como en Brennes según  Prevert y Bárbara como personaje y “la maga”· de Cortázar en una lluvia parisina que entendíamos. Entendíamos demasiado de cosas de las que no sabíamos nada. Vivíamos los últimos romances sin tiempos utilitarios. Estábamos vacios de tristezas y de sal.
Dos horas, acaso tres sonando la canción del único disco en los surcos de ese vinilo y nosotros allí, como si recién empezase la canción y con ella la historia. Suspirábamos tanto.
Carraspeó Enrique sobre el fin de la tarde y está bien decirlo, había dejado de llover. Carraspeó Enrique y sugirió: “ habría que parar con el wincofón…”. Tal vez aguafiestas, tal vez envidia, simplemente atormentada siesta la suya allá debajo, solo, mientras sonaba Francis Lai en el altillo.
“…el funcionamiento del automático consistía básicamente en que al terminar un disco, el brazo se levantaba y se dirigía a su posición de reposo, una traba en el eje que sostiene los discos liberaba uno que caía sobre el que  ya había sido reproducido, el brazo se dirigía automáticamente al inicio del nuevo disco, para reproducir el mismo. Cuando la traba del eje que sostiene a los discos que esperan ser reproducidos detecta que ya no quedan más discos y termina la última reproducción, el brazo vuelve a su posición de reposo y se detiene la marcha del equipo. Todo ello se lograba solo con un pequeño motor de corriente alterna y un complejo mecanismo mecánico…. Si el brazo no se cerrase el mecanismo seguiría actuando indefinidamente…. “
…(siempre y cuando no dejase de llover un sábado de verano, en cuyo caso…)

viernes, 25 de mayo de 2018

Azucena #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 25 de Mayo

Entre las maestras de la escuela primaria una fue decisiva, mirando desde la larga distancia que brinda la adultez, para algunas cuestiones de la vida. De mi vida.
Rotar de escuelas y de maestras no era lo usual, pero debía seguir el camino de la vieja que,  a su magisterio, le sumaba la militancia gremial y eso llevaba a que cambiase de colegios y yo detrás.
La señorita Azucena, en rigor Azucena Murillas Reinares de García, con esos hijos que deben andar por la vida como García, pero que seguramente tienen la impronta de esta asturiana que revalidó vaya uno a saber qué títulos y era maestra de grado.
Nunca dudé, leyendo después importantes libracos, que la instrucción formal era real, definitoria y la influencia del profesor, del maestro fundamental. Era fundamental y un maestro que supiese era lo básico.
Aquella señorita Azucena era republicana y tenía un sentido de la democracia que se extendía mas allá de las tablas y de los verbos. Enseñaba dividiendo tortas y sumando manzanas, también explicando los verbos con vuelos de pájaros y sueños.
El teatro de títeres, Juana de Ibarborou, Gabriela Mistral y el periódico del colegio (“El chingolo”, con la explicación de porque un  pájaro y porque ése pájaro) fueron parte de sus tareas.
Se reunían, fuera de las horas de clase, para discutir los temas del gremio, de los sueldos, de las inspecciones y las calificaciones y los cuadernos de tareas que debían llevar. Aquellos maestros participaban de la vida de la ciudad, de sus problemas y nada quedaba fuera, pero nada superaba el mandato: enseñar. Está claro que salíamos con influencias porque estas no cesan, somos aprendices de la vida de modo permanente y todo cuanto recibimos son enseñanzas.
Yo no se hasta que punto no escribo estas líneas porque tuve una seño que enseñaba a dramatizar sobre el bien y el mal con los títeres, y a escribir porque había un periódico donde se podía contar del recreo, de la esquina, de la amistad y de la poesía. No lo se. En lo mas íntimo si lo se. Vengo de la señorita Azucena.
Cuando en el colegio secundario una profesora (Miam era su Apellido, Ana María Miam) preguntó si alguien sabía quien era Martín fierro y Don Segundo Sombra yo dije que sabía de qué se trataba. Esa profesora nos enseño a leer Argentina a través de Hernández y Güiraldes y sostenía que ya habría tiempo para Borges. No escriba poesía, me decía, lea poesía que después surgirá sola. Explicaba Juan Manuel de Rosas con “El Matadero” y decía que Grecia estaba en todas partes.
Cada uno de nosotros es un poco lo que recibe y, como dice Sartre, lo que hacemos con aquello que recibimos. La sociedad puede explicarse de ése modo y reformularse por tal caminito. Claro, es imposible en un día. A la señorita Azzucena le llevó un año que se nos metiese en la cabeza y quedase para siempre el bien y el mal de aquellos títeres de tres dedos y papel macché.
Cuando leo que se enojan (algunos) porque los maestros tienen ideas propias lo que me pregunto es cuando no las tuvieron. La cuestión correcta es que país ofertan las señoritas Azucena de hoy y en qué difieren de aquel que nos sugerían contándonos y predicando con el ejemplo.
No era joven la señorita Azucena, ese “seseo” de su lenguaje me acompaña y cuando lo escucho en las películas españolas me remito a sus clases. A su rodete, sus zapatos de mínimo tacón y un medallón cerrando un ancho pañuelo, casi como mantilla, que llevaba sobre el guardapolvo, siempre impecable.
No fue mi primera maestra, esa lo dije alguna vez, fue Ana Cohen, con un aire de gitana o andaluza, sus definiciones de vida, su cigarrillo en la sala de maestras, sus noviazgos, su soltería y su rebeldía. Tan castigada como la señorita Azucena. Tan diferentes. De Ana, como corresponde ni siquiera pude enamorarme, porque se juntaba con mi madre para charlar cosas del gremio y le quitaba fantasía, supongo ahora, al libre juego de la admiración.
Aquellas maestras llevaban su pelea en la vida como medallas interiores, como un fuego y en el aula lo que advierto es que tiraban vida, esperanzas, alertas, que sonreían pese a todo.
Mínima presunción: No están aquellos salones, aquella vida caminito de ida, las rebeldes del cigarrillo, los amores prohibidos, la lejanía de una patria republicana perdida no están. Presumo. Igual. Nosotros somos los que vinimos de sus enseñanzas en la década del ’50 en una Argentina ya desaparecida. Los adultos del 2025 son los que están hoy en las aulas. Hum. Ojalá escriban bien la palabra: azucena.

Tomás Layús charló con @BigoteAcosta en #LaVeredaDeEnfrente

Volvé a escuchar la nota con el Presidente de la Sociedad Rural de Rosario, Tomás Layús

jueves, 24 de mayo de 2018

"Colonia o país independiente" editorial del @bigoteacosta en #LaVeredaDeEnfrente

Volvé a escuchar mi editorial en #LaVeredaDeEnfrente

La Diputada @AleVucasovich charlo con @BigoteAcosta en #LaVeredaDeEnfrente sobre la Ley de Paridad

Volvé a escuchar la nota con la Diputada Alejandra Vucasovich

Viajero #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 13 de Mayo


Hace poco días volvió un muchacho amigo de Europa, Era su primer viaje. Sonreía. Todavía sus ojos deslumbrados. Pregunté si había sentido algo parecido a lo que me ocurrió en mi primer viaje, al llegar a barajas, el aeropuerto de Madrid y advertir que  había sido un tonto en demorar tanto el primer viaje. Sonrió asintiendo. Natural habitante de playas brasileras y la seguridad de descontrolarse sin qué dirán suele demorar el viaje de este amigo, que pertenece a los que tienen todo el Siglo XXI por delante, a un territorio tan lleno de pasado.
Del mismo modo el yerro de los que vuelven a buscar una casita de un bisabuelo en una lejana comarca y se ciegan ante la carretera y la gran ciudad; en estos casos el pasado abruma tanto que espanta el presente y anula el porvenir.
Son partes de un mismo vuelo. El que viaja está quitando sus pensamientos del sitio de los suspiros y los aromas, los disgustos y las esperanzas cotidianas. El viajero, mas allá del convencimiento de Alfredo Lepera (el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar) no está resuelto, es un proyecto, un boceto, un fantasma, un anhelo, un compás de espera.
Las conexiones de ese intervalo con la realidad suelen aparecer del modo mas raro, sorprendente. En aquella primera vez, sobre 1973 en mi caso, me encontré en Madrid acompañando a un dibujante y creativo madrileño, amigo de amigos, que me llevó hasta el “Puente de los Franceses”.
Mis primeros fogones partidarios y noches de canciones militantes tenían muchas de aquellas canciones de la Guerra Civil Española. “…puente de los franceses, puente de los franceses, mamita mía que bien te guardan, que bien te guardan… quieren pasar los moros, quieren pasar los moros, no pasa nadie, no pasa nadie… porque los milicianos, porque los milicianos mamita mía que bien te guardan…”
Para ellos fue un millón de muertos y solo la Segunda Guerra Mundial puede opacar tanta tragedia al mostrar otra mas grande, pero no mas trágica. Toda guerra es tragedia tal y como se insiste con la palabra. Feo final, secuencia inevitable. Tragedia.
Me contó mi amigo español que su madre, miliciana, hizo de enfermera en ese sitio, en la ladera de aquí del puente, una de las últimas barricadas para que el Ejército de Franco (con “los moros”, por sus regimientos afincados en África Española) no tomase Madrid.
No fue grato para él que yo intentase cantar las coplas de la República, donde está inscripta la que refiere al “puente de los franceses”. No era lo suyo un fogón en Argentina con hijos de viejos militantes, de algunos partisanos, de nostálgicos que de allá se habían venido hacia acá. Era su madre y un dolor que, como dice Marechal, se lleva en el costado (“La patria es un dolor que se lleva en el costado”)
Yo, que desde acá llevaba para allá un dolor referido, ni siquiera exactamente propio, era poco menos que un advenedizo, un intruso en el dolor ajeno.
Lloramos un poco en un sitio cercano donde se pidió una copa y me dijo que su vida (tenía mi edad) no era sencilla porque su madre seguía siendo Republicana, su padre no había muerto en ésa guerra pero si su corazón endeble que en la década del ’50, viendo que Franco no solo que no aflojaba sino que el mundo lo aceptaba, no resistió mas.
Un republicano huérfano, hijo de una militante sin vueltas, en mitad de una ciudad franquista no fue bueno, me dijo. Le creí.
Toda vez que, en los sitios de visita, en los tantos viajes, me cuentan historias menudas para mi, pero definitivas para quien allí estuvo, como sobrevivientes de una lava hirviente, de un terremoto, de una bomba o de una inundación siento lo mismo, que soy un pájaro que llega a mirar en mitad de una tormenta de otros.
El viajero no es un  habitante de sitio alguno, es una nube pasajera. No tiene otro derecho que el de hospedaje transitorio en la memoria del sitio, de su gente, de su historia que, por cierto, deformará, porque eso es traducir, traicionar y eso es re producir, que significa producir de otro modo.
Queda un flaco consuelo: todos somos viajeros en algún sitio y de un modo similar. El mundo estaba cuando llegamos y aquí se quedará cuando dejemos de viajar por sus entrañas, sus cielos y su oscuridad.
Mientras mas pronto comprendamos la liviandad de nuestros días mas fácil haremos el viaje.
He vuelto varias veces al “puente de los Franceses”. Nada en él recuerda aquellos fogones donde aprendí la canción. En mi, por lo demás, queda poco de aquellos fogones de estudiantes. La comida delivery y el MP3 han convertido las reuniones de nostalgia y militancia  en otra cosa.

Esquina #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 24 de Mayo


La palabra esquina se asemeja a peligro, traición, cruce, espalda descubierta pero son sensaciones personales. La definición es mas sencilla: “Ángulo saliente o arista de un objeto, considerado en su parte exterior; especialmente el formado en la calle por el encuentro de dos muros de un edificio”.
La palabra esquina es muy usada por el tango. Como referencia circunstancial: …” yo los espero en la esquina de Suárez y Necochea”… “Yo soy del barrio de tres esquinas, viejo baluarte del arrabal”. El Folk también: “Esquina al campo”… aquí el asunto se complica porque la última esquina en  rigor no existe ya que debe producir el encuentro o la división pero se trata de un sitio de encuentro de musiqueros santiagueños.
El esquinazo, que es dejar plantado en la esquina es también un tango: “para que guardes las flores del olvido porque vos lo has querido, el esquinazo que te doy…”
En ese tango está complicado Villoldo, que es casi una definición del tango.
Cuando Borges define la ciudad:” solo faltó una cosa, la vereda de enfrente” deja puesta la estaca. No hay esquina sin dos partes que se encuentran. Está en la definición.
Si uno decide encontrarse en una esquina está subiendo la apuesta. Donde dos calles se encuentran nos encontraremos.
“La piba de trencitas, la esquina del Normal”, dice Chico Novarro. Todos tenemos una esquina y las ciudades tienen la suyas. Caferata y Urquiza fue, en Rosario, por muchos años, una esquina indicativa. Líneas de colectivos, una súper tienda, cuasi Súper Market (La Buena Vista) y el acceso a la terminal dos calles mas allá. Sarmiento y Córdoba, sitio de Tienda La Favorita, define el centro de Rosario. Alem y Gaboto a “La Vigil” , Biblioteca, Rifa, escuela, talleres, universidad, edificio, referencia social, acaso la mayor obra cooperativa decidida a transformar positivamente el pensamiento popular y por eso mismo devastada. Génova y Cordiviola. Todos tenemos una esquina. En ése sentido me pasa lo mismo que a Ñul, ya que Colón de Santa Fe, mi equipo, está en el fondo de un gran baldío arenoso que nadie recuerda por calles sino allá, en Santa Rosa de Lima (un múltiple choise, murga, candombe, parroquia trucha, barrio de miserias, cancha de Colón, Barrio Centenario) del mismo modo que Ñul está en el parque.
Las esquinas remiten a encuentros y por tanto a su referencial: olvido. En la música popular Corrientes y Esmeralda es, tal vez, la mas renombrada por el tango que la reverencia.,, “ amainaron guapos junto a tus ochavas, cuando un cajetilla los calzó de cross” ( homenaje a Jorge Newbery, introductor del boxeo, hombre de la aviación y, de hecho, miembro de la clase alta de Buenos Aires) En Rosario nada supera a Córdoba y Corrientes donde, hasta que se institucionalizara El Monumento, la ciudad se encontraba para protestar, manifestar y definirse. Esquina emblemática pero sin un oligarca porque se sabe, en Rosario no hay clase patricia fundadora sino inmigrantes que se esforzaron en progresar económicamente.
Hay hermosas definiciones de la injusticia y una de ellas es la que refiere al crimen impune y mal justificado: “ la bala que dobló en la esquina”.
La esquina es el eje de amores desatados. También del plantón y el abandono. “Te esperé en la esquina y nunca vinistes… tal vez vos te fuiste pensando en volver….” Ilusionado el galán. Ja.
Los actos populares, sin embargo, no eligen esquinas sino puntos específicos. Bajada Sargento Cabral, “la mandarina” y ahora algunos otros que la memoria no termina de registrar, pero que refieren a mayor espacio y mas y mejores formas de llegar rápido y desconcentrarse eficazmente.
Un sitio absolutamente metafórico es el de “la esquina donde dobla el viento”. Hay mas: “la esquina del ayer”.
Toda esquina, se insiste en esto, implica dos partes que se encuentran. Acaso la sociedad, nosotros, mis mejores enemigos y mis peores amigos necesitemos una esquina para empezar de nuevo. Y tener alguien que vigile a los vienen de allá, que nosotros estaremos advertidos de los que vienen de acá.
En la esquina de mis anhelos hay un buzón, porque pertenezco a un mundo donde todavía se mandaban cartas. Y botellas al mar con un deseo: que alguien las encuentre alguna vez para que sepa que hasta en el anchuroso mar podemos encontrarnos, mismo que si fuese la esquina de mi casa.