Google+ Raúl Acosta: Cómo sobrevivir a un asalto

martes, 25 de agosto de 2015

Cómo sobrevivir a un asalto

Editorial de La Vereda de Enfrente


"¿Qué sociedad es esta que ni siquiera se puede conmover ante un muerto? ¿En qué sociedad estamos viviendo que los hijos preguntan “papá, ¿qué tenemos que hacer cuando nos asalten?”? ¿Qué sociedad es esta, donde los funcionarios nos cuentan, como si fuera una crónica periodística, lo que pasó? ¿Qué sociedad?"


Estoy cargado. De algunas ansiedades, de algunos fastidios y de algunas desilusiones. Y básicamente, estoy cargado porque no tengo respuestas.

Ayer fui interpelado por mi familia, diciéndome: "¿Qué podemos hacer, como solución, cuando nos asalten? Explicalo. Hacé una reunión el fin de semana para darnos un instructivo de cómo resolver nuestra vida cuando nos asalten”.

Y lo único que se me ocurrió decir fue: “Quédense quietitos, entreguen todo, bajen la vista, no los miren”.

Y me quedé pensando que he llegado a la mitad de mi vida, 71 años, y tengo que explicarle a hijos y nietos cómo hacer para sobrevivir a un asalto. ¿Un asalto de quién? De alguien. ¿Cuándo? No sé, en algún momento.

Todos los habitantes de la región Rosario estamos a expensas que nos asalten y que nos maten, o que nos acuchillen, o que nos caguen a culatazos, o que nos tiren al suelo, o que nos violen. En algún lugar, en cualquier momento. En algún lugar, en cualquier momento.

¿Es esta una sociedad donde conviene vivir? No. ¿Es esta la sociedad que elegimos? No. pero estos son los gobernantes que elegimos en la Municipalidad, en la provincia y en la Nación, para que nos resuelvan la existencia. ¿Y qué existencia nos resuelven? En mi caso, tener que explicar un instructivo de qué hacer cuando te asalten en algún lugar, en algún momento, un día de estos, alguien tan innominado como el terror. Porque lo que estamos viviendo, es una situación de terror.

El terrorismo, como cualquiera lo sabe, lo que trata es de aplicar, por medio del terror, convertir la situación normal en una situación de terror para hacer caso a lo que se diga. Pero acá ni siquiera eso. ¿A qué tenemos que hacer caso? Ni siquiera a salir de la casa, porque ya es costumbre que una o dos veces por semana, cuenten de alguien que lo encontraron atado en la casa, medio vivo o medio muerto, atado con alambre o con cintas, mientras robaban y/o lo violaban.

Cuando uno le pregunta sobre estos temas a los gobernantes, los gobernantes están nerviosos. Los más importantes gobernantes de la provincia están nerviosos. Y no es bueno. No es bueno por varias razones. La primera, porque no es bueno que de arriba hacia abajo venga una orden nerviosa o un mensaje de “tengo nervios”. Hay más de un funcionario que ha contestado mal a los movileros. Están por ahí guardadas las notas. Le han repreguntado al movilero: “¿usted qué me quiere decir con lo que me pregunta?”. A un movilero, que está en la calle ganándose el pan.

Esta situación de nervios de los funcionarios es la que se expande y se convierte en el enojo cuando van los movileros de los canales a hacer una nota en un barrio en donde los buenos se asustan y los malos repelen a los que van a informar. De arriba viene una orden o una forma de comportarse, y de abajo se replica y se aumenta.

Basta de nervios compañeros gobernantes de la administración municipal, provincial y nacional. Basta de nervios.

Y basta de contarme lo que pasó. Porque para contar lo que pasó estamos nosotros, los periodistas. Para solucionar y que no nos pase es que están gobernándonos.

Se da, además, en esta semana, una circunstancia muy particular. La ciudad de Santa Fe estuvo en ascuas porque el nuevo sistema de justicia de la provincia de Santa Fe soltó, permítanme la palabra, soltó a los acusados y condenados por el caso Mattioli.

El caso Mattioli conmocionó a la ciudad de Santa Fe, no sólo porque el apellido tiene una implicancia importante, sino porque el asesinato del Mattioli que asesinaron en su boliche en un pueblo cercano a Santa Fe, fue realmente un crimen alevoso, con una condena de 25 años, que aparentemente se resolvió en poco tiempo. Hoy está diciendo el ministro Lewis: “que ese caso era conmocionante y que tendría que…”. Es decir, está tratando de apagar un incendio que dejaron que creciese.

Y en la ciudad de Rosario está el caso del pibe Procopio. Hermano de Pablito Procopio, que sensibiliza a toda la grey periodística. Que fue asesinado en mitad de la tarde. Pongámosle, a las 5 en punto de la tarde, como decía Federico García Lorca, lo asesinaron al pibe Procopio, en un auto que daba vueltas y los tipos que se bajaron y lo mataron.

Es en la misma sociedad donde hace una semana que estamos dando vuelta el caso del pibe Escobar.

Yo le recuerdo que el caso Casco no es el caso Escobar, pero el caso Casco terminó con que la cana era la asesina. Y a Escobar, para que no se convierta en esto, tienen que resolverlo lo más pronto posible.

Por lo demás, la otra cuestión es la siguiente: ¿Quién da la cara por lo que está pasando? Acá hay un desencuentro entre los que sufren, los que deben cuidarlos, los que deben darnos el pésame y los que deben alentarnos. Nadie se anima a dar el pésame por miedo a que lo puteen.

¿Qué sociedad es esta, que ni siquiera se puede conmover ante un muerto? ¿Qué sociedad es? ¿En qué sociedad estamos viviendo que los hijos preguntan “papá, ¿qué tenemos que hacer cuando nos asalten?”? ¿Qué sociedad es esta, donde los funcionarios nos cuentan, como si fuera una crónica periodística, lo que pasó? ¿Qué sociedad?

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